| ÉTICA,
POLÍTICA E INFORMACIÓN: COMPONENTES DE LA ECUACIÓN
CONOCIDAD COMO DERECHOS HUMANOS. |
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¿Cómo podemos relacionar
hoy, en un discurso, términos como Política, Ética e Información?
Tal vez, una de las formas más efectivas de hacerlo es referirse a
un tema que engloba a estas tres palabras: el tema de los Derechos
Humanos.
Sabemos que la Ética es la rama de la Filosofía que trata de la Moral
y las obligaciones del hombre, y entendemos que la Moral es la ciencia
que enseña las reglas que deben seguirse para hacer el bien y evitar
el mal... ¿Pero, hay relación existente entre la Ética y la Política?
Maquiavelo, en su famosa obra El Príncipe, se encarga de enunciar
que la Política es una actividad ajena a la Moral, y que, por lo tanto,
en ella los valores éticos no tienen aplicación, porque lo único importante
para un político es alcanzar el éxito (entiéndase, conseguir del Poder)
y mantenerlo.
Pero, ante esta posición, surge otra postura que se puede resumir
en una pregunta: ¿es exitoso un político cuyo gobierno lleva la desgracia
a su pueblo?.
Aquí es donde nosotros nos preguntamos: ¿cuál es el bien que la Política,
y todo buen político, debe tener por meta a alcanzar? ¿Es meramente
el logro del Poder, olvidándose de sus gobernados y de todos los derechos
que a ellos deben asistirlos? ¿Cuáles son los parámetros para medir
el éxito de la Política?
La buena Política tiene por meta a alcanzar el bien común. Afirmamos
esto porque la razón nos lleva a responder que un gobierno es exitoso
cuando su política y sus obras satisfacen las necesidades de sus gobernados,
cuando ellas les permiten vivir en paz y gozar de la justicia y la
libertad, lo que implica el bienestar y progreso que toda Nación,
sana e independiente, necesita para desarrollarse... Estamos hablando
entonces de Derechos Humanos.
¿Y qué rol cumple la Información y los Medios de Comunicación en un
planteo sobre la Ética y la Política?
Para poder responder este interrogante, antes hay que formularse otro:
¿cuál es la función principal de los Medios de Comunicación y, particularmente,
del Periodismo?
Todo medio de comunicación que se precie de brindar información "periodística",
deberá acercarle a su público (otro modo de llamar al ciudadano) los
hechos noticiosos de manera precisa que le permitan conocer la realidad
en la que está inmerso, para que así pueda evaluar, entre otras cosas,
el proceder de sus gobernantes... Pero, como lamentablemente todos
sabemos, los medios de comunicación no siempre cumplen con este principio
de la ética periodística.
Dijimos ya que la Política es comprendida por muchos desde las máximas
de Maquiavelo, por las que el bien a alcanzar por el político es meramente
conseguir el Poder y perpetuarse en él, olvidándose del bien común
para con sus gobernados. Es entonces cuando, muchas veces, la Política
convierte a los Medios de Comunicación en órganos de propaganda que,
ya sea mediante la censura o la demagogia, ayuden al gobierno a seguir
en el ejercicio del Poder.
Cuando los Medios, por intereses económicos y políticos, dejan de
controlar, mediante la difusión de la información, al poder político,
están cometiendo una violación contra los Derechos Humanos. Sabemos
ya que la vieja teoría de la comunicación que proclamaba que los medios
de difusión tenían poder absoluto para moldear el pensamiento de sus
lectores, oyentes o televidentes es obsoleta. Los medios no pueden
hacer que la gente piense de tal o cual modo... Pero sí pueden hacer
algo igualmente peligroso: los medios pueden decidir sobre qué va
a pensar su público. Es la vigente teoría de la Fijación de Agenda
de los Medios.
Entonces, cuando los Medios de Información, influenciados por el poder
político y económico de turno, cercenan la difusión de los hechos
de la realidad, especialmente la que atañe al comportamiento de sus
gobernantes, está privando a la gente de su derecho a la libertad
de pensamiento y de expresión, que comprende el derecho a la libertad
de buscar, recibir y difundir informaciones e ideas de toda índole.
¿Cómo el ciudadano va a acceder al total de la información si la misma
está fijada por la Agenda mediática? Tendrá libertad para pensar lo
que quiera, sí, pero sólo sobre aquello que los medios le permitan
conocer. Dicho de otro modo: la Agenda de los Medios es una forma
más de dictadura.
Pero otra realidad hay que tener presente cuando analizamos a los
Medios hoy. Lipovetsky, en su obra El crepúsculo del deber, la ética
indolora de los nuevos tiempos democráticos, señala un aspecto a tener
en cuenta también... Se ha abierto un espacio para una nueva ética,
en la que entran a tallar tanto los Medios como sus espectadores:
una ética no sacrificial, auge del imperativo narcisista propio de
nuestra época.
"La era de los medios sobreexpone la desdicha de los hombres pero
desdramatiza el sentido de la falta, la velocidad de la información
crea la emoción y la diluye al mismo tiempo"1, de tal manera que los
que consumen la información que les llega de mano de los medios pueden
ver a través de la pantalla la más atroz guerra y conmoverse con las
imágenes. Pero la indignación y el dolor no durarán demasiado.. Es
que la imagen tampoco estará mucho tiempo en pantalla... Esta será
suplantada, probablemente, por un comercial, y el televidente olvidará
el dolor para darle paso a la gratificación sensorial... Hete aquí
el imperativo narcisista.
Cuando el mal político conoce esta necesidad narcisista de sus ciudadanos,
la explota en su propio beneficio para perpetuarse en el poder, gratificando
a su pueblo devenido en público, dándole a través de los medios de
comunicación puestos a su servicio aquello que su pueblo quiere ver.
Es que el pueblo, acosado por problemas cotidianos, muchas veces,
recurre a los medios de comunicación buscando entretenimiento más
que información, aunque con ello ponga en riesgo su propia libertad,
de expresión y de pensamiento. De hecho, la información netamente
política no alcanza muchos puntos de rating: la gente se aburre y
prefiere la imagen espectacular antes que un "aburrido" debate político.
Se han mirado con más fruición las imágenes de la caída de las Torres
Gemelas que leídos con interés los textos en los que se intentó explicar
lo que ese hecho significaba y desencadenaba a nivel mundial. Se ha
comentado más cualquier cámara oculta que mostrara a un político en
situaciones comprometidas, o claramente corruptas, que las sanciones
que dicho político tuviera por su desliz... La información, política
o de cualquier índole, en nuestra época narcisista, es más importante
que sea divertida que real. Es que, como dice un tema de Soda Stereo
""No podrás cenar sin tu not iciero, ¡no podrás hacer tu digestión...sin
sobresaltos!"2
Cuando el político en el poder intenta aprovecharse de esta debilidad
de sus ciudadanos es cuando el buen periodismo debe erigirse en protector
de la libertad de prensa, como alternativa para proteger los derechos
del público / ciudadano. Pregonar la verdad contra viento y marea,
incluso a riesgo de perder la vida, para salvaguardar la democracia
y defender los Derechos Inalienables del Hombre. El profesional de
la información deberá ocuparse de concientizar al público, narcotizado
por la desinformación y la mala política, que olvida que su meta última
es conseguir el bien común. De lo contrario, el periodista se convertirá
en cómplice del fraude que los políticos ambiciosos de poder cometen
para con su pueblo, transformándose en el triste personaje de Fahrenheit
451, quien con total desparpajo declaraba:
"Dale a la gente concursos que puedan ganar recordando la letra de
las canciones más populares, o los nombres de las capitales de Estado
o cuánto maíz produjo Iowa el año pasado. Atibórralos de datos no
combustibles, lánzales encima tantos "hechos" que se sientan abrumados,
pero totalmente al día en cuanto a información. Entonces tendrán la
sensación de que piensan, tendrán la impresión de que se mueven sin
moverse. Y serán felices...".3
Lic. Flavia Lorena Vecellio Reane.
Analista en Medios de Comunicación.
Docente. Periodista.
1 Lipovetsky, Gilles. El crepúsculo del deber, la ética indolora de
los nuevos tiempos democráticos. Barcelona. Anagrama, 1994. Pág. 57.
2 Soda Stereo. Signos. "Sin sobresaltos" 1986. 3 Bradbury, Ray. Fahrenheit
451. Plaza y Janés. Barcelona, 1998. Pág. 71. |
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