LA COMUNICACIÓN ORGANIZADA
Palabra, Oratoria y Retórica
 
Todo es comunicación... Sí, suena a verdad de Perogrullo, pero... ¿Nos preguntamos qué quiere expresar esta frase, tantas veces escuchada?...¿Por qué podemos afirmar esto?... Porque es imposible no comunicar, como imposible es que dejemos de tener conductas.
Ahora bien, ¿cuál es la razón por la que relacionamos la comunicación con la conducta? Para explicar esto, y para comprender por qué "todo comunica", veamos cómo lo esclarece Paul Watzlawick.

"Hay una propiedad de la conducta que no podría ser más básica por lo cual suele pasársela por alto: no hay nada que sea lo contrario de conducta. En otras palabras, no hay no- conducta, o, para expresarlo de modo aún más simple, es imposible no comportarse. Ahora bien, si se acepta que toda conducta en una situación de interacción tiene un valor de mensaje, es decir, es comunicación, se deduce que por mucho que uno lo intente, no puede dejar de comunicar. Actividad o inactividad, palabras o silencio, tienen siempre valor de mensaje: influyen sobre los demás, quienes, a su vez, no pueden dejar de responder a tales comunicaciones y, por ende, también comunican". (Watzlawick, P.; Beavin Bavelas, J.; Jackson, D., 1997: 50).

Claro que hay modos y modos de comunicarse, podemos emitir mensajes concientemente o sin reparar en lo que estamos comunicando. A veces podemos tener un propósito y, comunicando equivocadamente el mensaje, conseguir exactamente lo contrario.
Para evitar esta situación, lo que el emisor debe realizar previamente a la emisión del mensaje es un plan de comunicación. Es claro que, por supuesto, deberá elegir un código adecuado que permita la rápida decodificación del mensaje por parte del receptor. Porque, recordemos aquí que...

"La comunicación humana es un proceso cultural: el lenguaje es un conjunto de convenciones culturales. Es decir, el lenguaje de una sociedad es un conjunto de posturas, gestos, símbolos y la disposición entre todos ellos, que poseen interpretaciones convenidas". (De Fleur, M.; Ball-Rokeach, S.: 1991)

Esto implica que el emisor tendrá que conocer a su receptor, a fin de evitar lo que se conoce como "ruido" de comunicación.
Pero, sobre todo, quien tenga asignada la tarea de elaborar un discurso tendrá que tener muy en claro las respuestas a las siguientes preguntas:
1. ¿Qué quiere decir? (Naturaleza del discurso).
2. ¿Por qué se lo quiere decir? (Origen y fundamentación del discurso).
3. ¿Para qué se lo quiere decir? (Propósitos del discurso).
4. ¿Cuánto se quiere lograr con la enunciación del discurso? (Metas a alcanzar).
5. ¿Dónde se lo va a decir? O ¿Por qué canal se lo va a difundir?
6. ¿Cómo se lo va a decir? (Estilo del discurso).
7. ¿Cuándo se lo va a decir? (Duración del discurso).
8. ¿A quiénes se lo va a decir? (Público, auditorio, target).
9. ¿Quién lo va a decir? (Personalidad del emisor).
10. ¿Con qué se lo va a decir? (Recursos materiales y financieros que sostendrán el discurso).

Discurso: el orden en la Comunicación.

Hablamos de discurso, pero definamos claramente a qué nos referimos cuando decimos discurso.
"... el discurso, a la vez que se define como una serie de elecciones - y de exclusiones - sobre el cuerpo estructurado del (de los) código (s), se manifiesta a su vez, como cuerpo estructurado, dotado de una estructura autónoma con respecto a la del (de los) código (s) que lo sustentan (...) porque entre una y otra estructura, como efecto de ese proceso de elecciones y exclusiones que generan el discurso, se dibuja el lugar (...) del sujeto". (González Requena, 1995: 18).

Para decirlo más claramente, el discurso es un conjunto de contenidos expresados con un orden lógico con el fin de enseñar o persuadir. Por ello, como señalamos antes, el emisor debe conocer al público al que quiere afectar con su discurso.
Conociendo al público, teniendo una prefiguración de sus oyentes o lectores, el emisor aplicará los signos y códigos que sean bien recibidos y socialmente aceptados por el público al que se dirige.
Una vez hecha la elección de los signos, estos serán ordenados de manera tal que el discurso presente una sólida coherencia estructural.
La búsqueda de coherencia es causada por la necesidad de minimizar las posibles malas interpretaciones ("ruidos"), o "decodificaciones aberrantes", como diría Umberto Eco, del mensaje que se quiere transmitir.
La elección de uno u otro signo, el orden en que esos signos serán presentados (la estructura), el mayor o menor tiempo de exposición que cada uno de esos signos tenga nos permitirá conocer la naturaleza del discurso. Pero no sólo eso.
Analizando un discurso, podemos conocer a su autor, por el reconocimiento de un estilo argumentativo determinado, y también porque conoceremos la intencionalidad de la fuente (los propósitos de la comunicación). Además, como el emisor elegirá los códigos y símbolos que aceptará su público, resulta que el discurso es el resultado de la interacción entre emisor y receptor. Por lo tanto: conocer el discurso es conocer a quienes participan en dicho proceso de comunicación; porque tanto el emisor como el receptor dejan sus marcas en él.

Oratoria: El Discurso Hablado

Comprendemos a la Oratoria como "el arte del bien decir". Otros le llamarán "el arte de persuadir", pero esa denominación la desarrollaremos más adelante. Digamos por ahora que la Oratoria entraña la noción de elocuencia.

Orígenes de la Oratoria:
Como tantas otras cosas, la Oratoria tiene su cuna en la antigua Grecia. Hace más de 2400 años cuando en Grecia se celebraban las asambleas en las que se trataban temas de guerra, causas económicas o legislativas, el orador podía, en el ágora, inclinar las decisiones de sus oyentes, gracias a la buena estructura de su discurso, hacia los propósitos pro él preferidos.
Los oradores griegos se subían a alguna piedra, y desde allí arengaban a su público, para seducirlo y convencerlo de que lo que él decía era la verdad... O al menos, conseguir alguna modificación en la conducta de sus oyentes.1
La Oratoria era furor en Grecia. A tal punto llegaba el entusiasmo por este arte que no era raro encontrar por las calles de la Acrópolis grandes polémicas... Era la forma de ejercitarse en Oratoria, porque, también se competía para ver quién era el mejor orador.
Incluso, la Oratoria se dividía en cuatro escuelas: la Espartana, la de Rodas, la Ateniense, y la de Macedonia.
Por esa época pululaban los sofistas, quienes se especializaban en convencer a sus oyentes de alguna cosa para, inmediatamente después, convencerlos de precisamente lo contrario.
Platón, que detestaba esta práctica, critica duramente este ejercicio de la oratoria en su Gorgias (uno de sus famosos Diálogos), y también en el relato del juicio a Sócrates, Apología, donde se dice repetidamente que si lo que el orador debe decir en su discurso es la verdad, éste no necesitará recurrir al arte de la Oratoria para convencer a su auditorio, porque la verdad se basta a sí misma para ello. Sin embargo, el discurso de Sócrates, que conocemos gracias a los escritos de su discípulo Platón, no fue suficiente y tuvo por resultado su condena a muerte.
Platón, quien se enfrentaba duramente con los sofistas (especialistas en la Oratoria), sin embargo, a pesar de ello, es acusado de sofista también.
"Los sofistas griegos antiguos fueron tan severamente acusados de acrobacias intelectuales deshonrosas, que el término "sofistería" llegó a significar, como todavía significa, "ardid a base de palabras". Aún Grote, el gran defensor de los sofistas, describe el ataque a Platón contra ellos como "sofistería". John Stuart Mill, el famoso filósofo británico del siglo diecinueve, dijo que los sofistas han permanecido como objeto de burla a través de los siglos, debido a la acusación de que corrompían a la juventud de la Grecia antigua, lo cual, según declaró Mill, puede decirse también de Sócrates, Platón, Aristóteles y todos los grandes maestros que han existido desde entonces. "Cualquier cosa que estimule a los jóvenes a pensar por sí mismos", ha dicho Mill, "los lleva a criticar las leyes de su país; sacude efectivamente la fe que tienen en la infalibilidad de sus padres". Naturalmente, los padres se oponen a ello". (Maccoby, Nathan en Scramm, Wilbur, 1972: 52).

De hecho, el tema en este párrafo señalado respecto a las acusaciones sobre corrupción de la juventud en la Grecia antigua puede leerse en la comedia Las Nubes, de Aristófanes. En ella se narra en tono muy entretenido cómo un joven discípulo de Sócrates deja la senda del bien por seguir las enseñanzas de su maestro en lo que hace "al arte del bien decir".
Sin embargo, Aristóteles no debió enfrentar, a lo largo de la historia, el descrédito de ser acusado de "sofista". Mas sobre este tema volveremos luego de interiorizarnos un poco más sobre los fundamentos de la Oratoria.

El Arte de la Elocuencia.
Es el ser humano el único ser vivo que se expresa mediante la palabra, y la palabra es para el hombre uno de los más altos dones que ha recibido... Es gracias a la palabra que el hombre puede comunicarse claramente y establecer comunicaciones fluidas con sus semejantes, de "corazón a corazón".
Por supuesto que no todos los hombres están capacitados para hacer uso correcto, elegante y fecundo del don de la palabra. Sucede que la palabra y la capacidad de comunicarse oralmente necesita, como cualquier otro don o facultad humana, del cultivo y ejercicio, de la educación en la palabra.
Para que la palabra llegue correctamente a los corazones de los demás, necesita el hombre de la elocuencia.
Según el máximo orador de la Roma antigua, Cicerón, la elocuencia es un movimiento continuo del alma. Dionisio de Halicarnaso, en cambio, la define como el arte de hacerse creer. Nosotros podemos decir que la elocuencia hace posible que la profundidad de la belleza del alma del orador sea conocida a través de la belleza de su discurso.
Así como la Oratoria es el "arte del bien decir", y la elocuencia es el "arte de hacerse creer", la Gramática (fundamental para el orden lógico del discurso) es definida tradicionalmente como "el arte de hablar y escribir correctamente". Pero el correcto dominio de la Gramática no es suficiente, aunque sí necesario, para proporcionar al orador una capacidad expresiva que le aseguré el éxito discursivo. En otras palabras: conocer las reglas de la Gramática no concede el beneficio de acceder a la Elocuencia.2

Retórica, la obra de Aristóteles.
Platón era un acérrimo detractor de los sofistas, como ya dijimos. Sin embargo, indicamos también que esto no evitó que tanto a él como a su maestro Sócrates se los acusara de sofistas. Pero dijimos a su vez que el discípulo de Platón escapó a esta suerte... ¿Por qué?...
"Quizá debido a su gran reputación en otros campos del conocimiento, Aristóteles no sufrió el sino de los sofistas y generalmente se le considera el fundador de la retórica como una disciplina académica. Su tratado lleva el título El Arte de la Retórica. Platón, maestro de Aristóteles, definía la retórica como "la conquista de las mentes de los hombres, por medio de las palabras". Para Aristóteles, la retórica era "la facultad de discernir los medios posibles de persuasión en cada caso particular". Según ambos, el método de emplear la retórica era por medio de la psicología - para ellos, la ciencia del pensamiento. Aristóteles - y en este punto difería de su maestro Platón, así como de sus demás predecesores de la Gracia antigua - divorciaba la ética de la ciencia. Se ocupaba en el arte de la persuasión, en la forma en que trabajaba la mente. Buscaba un análisis objetivo de este proceso, que no estuviera cubierto por el velo de las consideraciones del bien y del mal. Tenía, por otra parte, que apoyarse en la toscamente primitiva psicología del su tiempo". (Maccoby, Nathan en Scramm, Wilbur, 1972: 52).

Nace con Aristóteles, entonces, La Retórica: "el arte del persuadir". Vamos a ver ahora una brevísima reseña del contenido de su obra.
Retórica: es la facultad de conocer en cada caso aquello que puede persuadir. No posee un conjunto de reglas que se refiera a un género propio y determinado.
La Retórica es como una ramificación de la Dialéctica y del estudio de las costumbres, al cual se puede llamar política.
Dialéctica y Retórica son ciertas facultades necesarias para preparar los argumentos.
Para que el arte de persuadir cumpla con su objetivo (la persuasión misma) puede el orador presentar pruebas que corroboren la veracidad de su discurso.
Las pruebas las hay de dos clases:

( Extratécnicas: Las que ya existían antes de la declamación del discurso; testigos, confesiones, documentos, etc.
( Técnicas: Las que pueden ser preparadas con método y por el mismo orador. Según sea el discurso son de tres clases: carácter moral del orador, disponer de algún modo del oyente, que el discurso demuestre ( o parezca demostrar).

Los tres géneros del discurso oratorio según Aristóteles:
1. Deliberativo: apunta a un tiempo por venir; exhorta o persuade.
2. Judicial: su tiempo es el pasado, pues se defiende o acusa algo ya hecho.
3. Demostrativo: tiempo presente, porque acusa hechos actuales, elogiando o vituperando.
El orador debe tener un estado de ánimo propicio para ejecutar su oratoria delante de determinado público.
El oyente según su estado anímico juzgará el discurso, o lo que el discurso le dice.
En síntesis, tanto el orador como el oyente deben estar bien predispuestos.
En los juicios es conveniente que el oyente esté de algún modo afectado, y en las deliberaciones se aconseja que el orador presente un claro estado anímico.
La credibilidad del orador reside en la prudencia, benevolencia y virtud que debe ostentar para poder dar sanos consejos.
El discurso demostrativo se dirige al espectador como a un árbitro. Arbitro es el que en los debates políticos decide respecto de aquello que se está considerando.

Pruebas a los tres géneros
El ejemplo tiene dos modalidades: el orador podrá utilizar hechos del pasado como tales o crearlos para la ocasión.
Este tipo de prueba (el ejemplo) se asemeja a una inducción. Los creados para la ocasión pueden ser fábulas o parábolas.
El orador podrá ser irónico (señalará lo ridículo por su propio placer) o bufón (señalará lo ridículo para producir el placer ajeno).

Una forma de segmentación de mercados:
El orador deberá, para un mejor desempeño en su labor, conocer en profundidad al público al que se dirigirá su discurso. De esa manera tendrá mayores posibilidades de lograr la persuasión buscada.
Aristóteles simplifica en gran forma la tarea de reconocimiento del público al dejarnos sus observaciones descriptas en varias categorías que siguen siendo válidas en nuestros días...
Juventud: los que caben dentro de esta nomenclatura tienden a actuar con excesos, no miden las consecuencias de sus actos. Son inocentes y vehementes. Como aún no han cometido grandes errores éticos ni morales, ostentan una firmeza extrema cuando juzgan los errores ajenos. Son crueles, dicen la verdad aunque duela. Son esperanzados y ardientes.
Vejez: como contrapartida para la categoría anterior, esta la integran personas temerosas, pusilánimes. Egoístas, mezquinas, impúdicas y desesperanzadas. Han vivido mucho y conocen ya las bajezas de la humanidad, están cansados y por ello piensan sólo en su propio bienestar.
Edad Madura: "Moderados con valentía y valientes con moderación".
Todo va en el modo de vida, obviamente. No tiene nada que ver con la edad.
Claro que los auditorios no se dividen sólo por edades, también se los identifica por pertenecer a distintas clases sociales, como por ejemplo...
Los nobles: amantes de los honores menosprecian a los que no son semejantes a sus antepasados. Noble es aquel de acuerdo con la calidad del linaje y bien nacido al que no se degenera.
Ricos: suelen ser insensatos felices, afeminados fastuosos, mal educados y mandones.
Nuevos ricos: se acrecientan en ellos los errores de los anteriores, no poseen la cultura de la riqueza. Insolentes e intemperantes, adúlteros, pueden utilizar malos tratos.

Epílogo
Establece Aristóteles que consta de cuatro partes:
Se debe disponer bien del oyente con respecto a uno mismo y mal con respecto al adversario.
Se amplifica y se atenúa el tema. Se excitan las pasiones en el oyente y recordarles los argumentos que corroboran la exactitud de nuestro discurso.
Una vez que se ha demostrado que se dice la verdad y que el adversario miente se procederá a elogiar, vituperar y dar el último golpe persuasivo.
En la recapitulación se expondrán los hechos y las razones, pueden confrontarse argumentos propios con los argumentos contrarios. El orador puede hacer uso de la ironía, si esta es, según su criterio, beneficiosa para su discurso.

La Persuasión Hoy
Vimos ya cómo se abordaba a la Retórica en los tiempos aristotélicos. Hoy, indudablemente con la obra de Aristóteles como no de los pilares fundamentales, la técnica en el arte de persuadir ha crecido mucho, tanto en el campo de la comunicación oral como en el de la comunicación gráfica, radial, televisiva, cinematográfica y multimedial.

"La nueva retórica se ocupa también en el proceso de la persuasión. Igual que la retórica de Aristóteles, trata de la descripción objetiva y del análisis de los procesos de la persuasión y, como la de Aristóteles, se basa en la psicología. Pero, a diferencia de la retórica aristotélica, dispone de un cuerpo sustancial de información sobre el comportamiento humano proporcionado por la ciencia moderna de la psicología al cual recurrir. De hecho, podría decirse con más propiedad que una parte sustancial del conocimiento psicológico presente sobre el comportamiento social humano consiste en el conocimiento acumulado acerca de los efectos de las comunicaciones persuasivas". (Maccoby, Nathan en Scramm, Wilbur, 1972: 52 - 53).

Es claro que en la actualidad, los avances en materia de psicología hacen mucho más fácil la tarea de persuadir a un público determinado. Y estos avances, útiles para la retórica y, por supuesto, para el marketing, la publicidad y la comunicación social toda, sirven también para determinar cuáles serán las características apropiadas para aquel que dirá el discurso, cualquiera sea la naturaleza y el estilo que este tenga.
Pero, como la comunicación se nutre de un sin número de disciplinas. De allí que para el buen resultado de un discurso no sólo de la psicología se valerá el orador. La semiología, por ejemplo, única ciencia que nace del seno del estudio de la Comunicación Social, deberá ser conocida por aquel que organice el discurso, por los aportes sumamente ricos que ella dará para la buena estructuración del texto, ya sea oral, escrito o actuado.
Una de las definiciones que encontramos de la Semiología dice que es la ciencia que estudia los sistemas de signos, lenguas y señalaciones Según Ferdinand de Saussure se puede decir que: "La Semiología es la ciencia que estudia la vida del signo en el seno de la vida social".
Ahora bien: ¿qué es el signo?

Discurso: una sumatoria de signos y códigos
Vamos ahora a manejar algunas nociones de semiología. El signo, unidad mínima de un código, tiene una doble naturaleza. Es al mismo tiempo soporte y contenido.
El significado y el significante son los componentes del signo. El plano de los significantes constituye el plano de expresión y el de los significados el plano de los contenidos. Puede decirse entonces que: El significante es el soporte del contenido del significado.
Entendemos con ello que el soporte del signo es el significante, que oficiará de mediador del significado. El contenido del signo es el significado.
Definamos ahora qué es la Significación. Ella puede concebirse como un proceso. Se trata del acto que une el significante con el contenido, cuyo producto, como ya hemos dicho, es el signo. Si tuviéramos que expresarlo de manera matemática, diríamos:

Significante + Significado = Significación

Cabe agregar que no se debe confundir valor con significación. El símbolo es un signo que a través de pautas de comportamiento transmite valores que les han sido asignados.
Partiendo de la noción de signo, comprendemos la importancia que tiene la elección del signo adecuado para comunicar un significado determinado. Cada sigo expresará mejor o pero una idea, de allí la fuerte atención que el orador deberá poner en la selección de los signos que compongan su discurso.
La elección de un signo, supone la elección de un código, pero un discurso oral, gráfico, radial, televisivo o multimedial en general, se compone con varios códigos que se yuxtaponen.
Por ello, vamos a definir código y repasar una clasificación de códigos que Pierre Guiraud propone en su libro La Semiología.
Cuando hablamos de códigos nos referíamos a un sistema de convenciones explícitas y socializadas; son los códigos lógicos. Pero existen otros sistemas de signos, implícitos, latentes, puramente contingentes. Esto no quiere decir que no estén socializados, convencionalizados, sino que lo están, pero de manera más débil, oscura, frecuentemente inconsciente; son los códigos estéticos, sociales, afectivos.

C
Ó
D
I
G
O
S
 
L
Ó
G
I
C
O
S

Paralingüisticos:
Que se dividen, a su vez, en tres:
1. Relevos del Lenguaje: Por ejemplo el Morse, el Braile. Los diferentes alfabetos.
2. Sustitutos del Lenguaje: Señales de humo, jeroglíficos...
3. Auxiliares del Lenguaje:
* Prosódico: Entonación.
* Kinésico: Gestos y mímicas.
* Proxémico: El espacio entre el emisor y el receptor.
Prácticos: Estos son dos:
1. Señales:
permiten dirigir la circulación o movimientos de conjunto, como las señales de tránsito.
2. Programas: Sistemas de instrucciones para efectuar trabajos diversos. Un ejemplo puede ser un molde de costura.
Epistemológicos:
Que llamamos científicos, y que se dividen en dos también:
1. Arbitrarios: El Numérico, utilizado por la Matemática, entre otras ciencias.
2. Figurados: Son las figuras, utilizadas por la Geometría.
Artes Adivinatorias:
¡Son muchos!
El Tarot, el I- Ching, la Numerología, la Quiromancia, las Runas, los Horóscopos...
CÓDIGOS ESTÉTICOS Como la Pintura, la Música, a Literatura...
CÓDIGOS SOCIALES Tatuajes, Modas, Peinados, Maquillaje...
Se verá, simplemente al repasar la clasificación que acabamos de presentar, que tanto en un discurso oral, como en uno publicitario ( comunicado por el medio / canal que sea) el orador o autor del discurso manejará simultáneamente varios códigos. Comunicará distintas cosas según sean sus gestos, su ropa, su tono de voz... Si es un discurso gráfico, cambiará la significación del mismo según sea la tipografía, el papel, los colores de la tinta que se haya elegido.
Hay que tener presente que los elementos no verbales de un mensaje pueden ser tan importantes como las palabras en la transmisión del discurso.
Reiteramos, una vez más, que la elección de cada signo y cada código estará pautada por el tipo de público al que dirijamos el discurso.

Cualidades del Orador:
Para no aburrir al auditorio, el orador deberá tener un buen manejo de la voz, saber manejar el silencio y el tiempo de su alocución. Evitará siempre cualquier énfasis innecesario: a la palabra hay que recalcarla, no "golpearla". Pero el volumen debe ser alto, para darle autoridad a la voz.
La dicción debe ser perfecta, para facilitar el entendimiento por parte del público. De la misma manera, el orador no utilizará palabras largas si puede usar otras más cortas. No usará tampoco demasiadas palabras si con unas pocas puede decir lo mismo.
La cadencia deberá ser agradable, y no tender a la monotonía ni al "cantito" cuando habla el orador. Pero no hablará muy rápido, porque esto impediría que su público pueda seguir el hilo argumentativo.
Logra un buen efecto que tenga un pie delante, y podrá colocar sus brazos a los costados, lo que se conoce como postura militar, o bien entrelazará sus manos por detrás de su cuerpo (postura del maestro). Las manos hacia delante hacen la posición propia del sacerdote. La elección de una u otra posición será según la naturaleza del discurso.
Deberá dominar con total seguridad el tema sobre el que verse el discurso, de lo contrario pueden presentársele problemas de argumentación, o sucederse situaciones incómodas ante preguntas del auditorio.
También es ampliamente recomendable que el orador sea creativo, para poder salvar los problemas que puedan presentarse en medio de su disertación. La originalidad en su discurso, también, sumará puntos al momento de captar la atención de los oyentes.
El momento de inicio de la disertación es medular: hay que ganarse al auditorio en el primer instante. Tenderá un puente entre él y su público, mostrándose bien predispuesto y accesible. El orador es uno de ellos, pero al mismo tiempo es un poquito más, porque sabe más sobre el tema del que va a hablar (al menos, deberá convencerlos de ello).
El orador no deberá apoyarse en elementos, como en micrófonos, mesas, sillas... Mucho menos aferrarse a ellos. Esta actitud le daría imagen de inseguridad frente a la situación de enfrentar al público. Y ¡Cuidado con llevarse los muebles por delante! La risa del público sería el resultado.
No es agradable que el orador señale a su público con el dedo, salvo, tal vez, en el discurso de un fiscal. Pero la actitud de "tribuno" no suele ser bien recibida. El uso de las manos es fundamental, ellas deben acompañar a la palabra, y no distraer o enojar.
Conviene evitar llenar de citas el discurso, porque le quitan naturalidad, al tiempo que le dan el aspecto de erudición "prefabricada". Pero sí puede usarse alguna cita de autor para dar inicio o cerrar el discurso.
No balanceará su cuerpo, porque esto suele distraer a su público, lo mismo el uso de muletillas verbales, que además, son IMPERDONABLES en un orador. Sí, en cambio, es recomendable que repita algunos términos que quiera fijar en la memoria de sus oyentes.
No se presentará rígido, porque esto tensionará al público, quien tiende a imitar la postura de quien tienen enfrente.
Pésima impresión provocaría que el orador no establezca contacto visual con sus oyentes: la ausencia de ella da sensación de faltas a la verdad, de intento de engaños, o, en el mejor de los casos, de timidez extrema y ¿cómo vamos a aceptar timidez en un orador?
Jamás el disertante tendrá monedas u otros elementos en los bolsillos que hagan ruido cuando él se mueva, como tampoco accesorios que tintineen en demasía... El público le prestaría más atención a esos sonidos que al contenido del discurso.
Vestirá el orador de acuerdo a la ocasión. Esto es de importancia capital para ganarse la aceptación del público. Pensemos ¿Qué efecto tendría el discurso de un ministro de economía que se presente a conferenciar vestido como un arlequín? ¿Qué tipo de atención lograría de sus alumnos una maestra que dicte la clase vestida como una vedette? ¿Tomaríamos el remedio que un médico nos recete vistiendo una musculosa rota y un jean gastado, peinado a lo "punk" y con un aro en la nariz?
El orador deberá ser sensible, a fin de detectar cualquier cambio de actitud en el auditorio. No puede permitir que el público se disperse, por lo que, si es necesario, improvisará algo que le devuelva la atención de los oyentes. Al mismo tiempo, el orador debe contar con el respeto moral de su auditorio: nada le creerán si no confían en él como persona, aunque aquello que el orador diga sea la más absoluta verdad.

Tipos de Discurso
Ya sabemos cómo debemos actuar al momento de decir o comunicar un discurso. Ahora vamos a enterarnos cuáles son los tipos de discurso que podemos hacer.
Una de las categorías en las que podemos dividir al discurso es la que contempla los discursos...
1. Improvisados.
2. Preparados por escrito.
3. Manejado a través de una guía que establece los grandes ítems a tratar.
4. Memorizados. (Podría ser un papel dentro de un obra teatral).
5. Mixtos (con una primera parte escrita y el cierre improvisado).
Otra, mucho más detallada, es la que vemos a continuación en un nuevo cuadro.
Políticos
Pedagógicos o Culturales
Celebratorios
Informativos
Familiares
1. Agitativo: Comprende una arenga. Es encendido y apasionado.
2. Doctrinario: Es ideológico y, es útil a un movimiento. Tanto este como el anterior trata de despertar actitudes en el oyente.
3. Parlamentario: Se presta a la discusión y al debate. Da lugar a respuestas del contrario.
1. Cátedra: Tiene una continuidad en el tiempo.
2. Conferencia: Única exposición del orador.
3. Cursillo: Serie de conferencias.
4. Coloquio: Varios oradores abordan un tema determinado, y puede que no todos sean especialistas.
5. Convención: Varios oradores, todos especialistas.
6. Simposio: Varios especialistas tratan un único tema.
7. Mesa Redonda: Sobre un mismo tema, varios oradores exponen diferentes posturas. El público no participa.
8. Foro: Discusión abierta a todo el público.
9. Debate: Dos o más personas discuten sobre uno o varios temas determinados.
10. Discusión Abierta: Único tema predeterminado con participación de todos los presentes.
1. Brindis: Pocas Palabras antes de levantar la copa.
2. Discurso de ocasión: Palabras en acto público, con motivo determinado.
3. Conmemorativo: Evocan un suceso dado.
4. Inaugural: Buenos augurios para lo que sea que se inicia.
5. Sermón: Desde el púlpito, en la Iglesia.
6. Prédica: Discurso expuesto en manifestación pública o en una plaza.
7. Oración fúnebre: Palabras sentidas, pero no lacrimógenas, frente a ocasión de duelo.
1. Reunión de Prensa: Se convoca a los periodistas para que escuchen una información que queremos darles. Puede ser... Abierta: Los periodistas, en ellas, pueden hacer preguntas. O Cerrada: Es un discurso pautado, no se dialoga con la Prensa ni se admiten preguntas.
2. Entrevista periodística: Diálogo con los periodistas.
3. Comunicado: Texto expuesto sin posibilidad de diálogo.
4. Discursos radiales o televisivos: Se exponen conceptos varios.
1. De Bienvenida.
2. De Augurios.
3. De Sobremesa.
4. De Despedida.
Vista ya esta clasificación, veamos ahora algunas recomendaciones para la estructuración de ellos.

El Orden del Discurso

Como todo tipo de texto o narración, el discurso tiene su Introducción, su Desarrollo y el Cierre o Desenlace.
Introducción: El momento de inicio es de importancia capital: HAY QUE CAPTAR LA ATENCIÓN DEL OYENTE. El orador anticipará el tema de manera tal que el Desarrollo sea escuchado con interés. Para ello el orador apelará a la credibilidad con la que cuenta, a las cualidades que tiene para el "bien decir".
Un buen recurso es la utilización de frases que causen impacto, lo que facilitará el logro de la curiosidad en el auditorio, que así estará mejor predispuesto a escucharnos. (En el caso de que el discurso sea escrito, por ejemplo, la frase impactante podrá ser el título, si se trata de un libro. Si es un texto periodístico, el titular será el encargado de causar impacto. En una publicidad gráfica, será la palabra que más preponderancia visual tenga dentro de la organización del discurso).
Algo que debe quedar bien claro es el tema que se va a tratar, por ello el anticipo debe ser preciso y no dejar lugar a dudas. También será propicio que esclarezca el por qué de la charla: ¿para qué vamos a decir lo que estamos anticipando? Tirar preguntas al aire, que llenen de incógnitas a los oyentes, y generen en ellos las ganas de "saber de qué se trata", es una modalidad que suele dar buenos resultados.
Desarrollo: Ahora se abordan directamente los puntos principales a tratar. Para esto se resumirá la información que se ha reunido para el caso, señalando aquellos ítems que merecen mayor atención para el orador y, por ende, para el público.
Los puntos serán expuestos con la mayor claridad posible, de manera clara y sencilla. Pero, para "apuntalar" la credibilidad del discurso, podemos hacer uso de lo que Aristóteles llama pruebas Extratécnicas: testimonios de expertos precedentes referidos a nuestro tema, estadísticas que apoyen lo que estamos diciendo (estas presentan la ventaja de ser muy difíciles de refutar). También en el Desarrollo podemos contar anécdotas que ilustren lo que estamos queriendo transmitir, como también es aconsejable que, para el fácil entendimiento por parte de la audiencia, el orador haga analogías que aclaren aún más el tema.
El orador constantemente realizarará relaciones y/o conexiones entre lo que está diciendo: EL OBJETIVO ES QUE EL OYENTE INCORPORE LAS IDEAS PRINCIPALES DEL DISCURSO. Por ello, cuidando que el discurso no tenga el aspecto de ser reiterativo, el resumen sobre lo ya expuesto deberá ser hecho a medida que se va avanzando en el relato. La meta es dejar en claro periódicamente dónde hemos estado antes (en el desarrollo del discurso, claro está) y hacia dónde vamos. La anticipación también es recomendada para un buen orador.
Cierre: Al llegar al final, resumiremos los puntos que hemos tratado, repetiremos las recomendaciones ya dadas y explicaremos las acciones que, según nuestro discurso, hay que emprender.

Dicho de modo mucho más sintético, todo lo anterior puede resumirse así: "Dí lo que vas a decirles, dilo, y luego diles lo que les dijiste". Porque cuando hablamos de exposiciones orales, no podemos dejar de señalar una verdad muy útil de saber para el buen desempeño del orador: La gente siempre recuerda mejor lo que oyó al principio y lo que oyó al final... Aproveche el orador, por tanto, el tiempo que le queda.
Apuntamos que la Introducción deberá llevarse un 15 por ciento del total del tiempo de exposición. El Desarrollo consumirá un 75 por ciento del tiempo, y el 10 por ciento restante será lo que lleve el Cierre del discurso.
Palabras Impactantes: Palabras Talismán
Dijimos antes que es bueno que el orador utilice frases o palabras impactantes para ganarse el beneplácito del público. Estas palabras impactantes podemos llamarlas palabras talismán, que es un modo de denominarlas inventado por el filósofo español Alfonso López Quintás.
Cuenta López Quintás el éxito que la palabra "CAMBIO" puede ocasionar en una campaña electoral. La gente quiere un cambio, pues entonces eso es lo que el candidato va a ofrecer: UN CAMBIO. No necesitará explicar qué tipo de cambio, porque lo que importa es el cambio en sí. Hay tanta necesidad de cambio, que la gente no pedirá más explicaciones... Como podemos imaginarnos, el uso de las palabras talismán seguramente será beneficioso para el orador, pero puede ser muy peligroso para la audiencia, si el orador no tiene una sólida formación moral.
Varias son las palabras que ofician como talismanes, tanto en campañas de comunicación política, como en el mundo de la Publicidad, en el de la Prensa, en el de la Ley y en el de la Propaganda.
Términos como "LIBERTAD", "JUSTICIA", "IGUALDAD", "PROFUNDIDAD", "VERDAD", "DERECHOS HUMANOS", "SOLIDARIDAD" son ampliamente utilizados por los oradores que quieren ganar la aprobación de sus oyentes, sin que estos profundicen mucho en el análisis de sus discursos. Así vemos como los discursos de dictadores de todos los tiempos, de derecha y de izquierda, van a estar llenos de estas palabras, aunque sus gobiernos no las conviertan en hechos.
Es que las palabras talismán tienen la capacidad de teñir a las palabras que las circundan con su aura de claridad, con su "rico perfume"... El candidato promete el CAMBIO: no importa nada más, aunque corramos el riesgo de que el cambio nos perjudique.

La PNL para un discurso de éxito
La PNL surge gracias a las investigaciones de dos jóvenes estadounidenses: Richard Bandler (informático) y John Grinder (psicólogo y lingüista), quienes querían indagar por qué los tratamientos de los tres terapeutas de gran éxito en Estados Unidos (Virginia Satir, Eric Erickson y Fritz Perls) alcanzaban mayor eficacia que el de sus colegas.
Después de sus largas investigaciones, apoyándose en la observación sistemática, llegaron a la conclusión de que el procedimiento que empleaban con excelente resultado era la utilización de un patrón de comunicación muy particular.
PNL significa Programación Neurolingüística, Programación se refiere a nuestra aptitud para producir y aplicar programas de comportamiento. Neuro se refiere a las percepciones sensoriales que determinan nuestro estado emocional subjetivo. Lingüístico se refiere a los medios de comunicación humana, tanto verbal como no verbal.
Si se interpreta el concepto literalmente, enseguida se piensa en la informática y en los ordenadores (No olvidemos que uno de sus padres es, precisamente, un informático). Para comprender cómo se da el proceso de cambio, se puede imaginar a la persona introduciendo datos en la computadora (cerebro) quien los procesa, almacena y actualiza cuando las circunstancias lo requieren. Los datos son las experiencias sensoriales (lo que se oye, siente, palpa, saborea, ve). Esto es procesado y almacenado. Cuando se debe decidir sobre cómo actuar ante determinada situación, los datos se actualizan y se antepone el que decidirá cómo tomar la decisión. La PNL parte de una experiencia sensorial específica almacenada en el cerebro. Lo importante para trabajar con ella, es conocer la estructura y las condiciones en las que se procesó y almacenó la experiencia.
Pero algo que la PNL nos señala es que no actuamos directamente sobre lo que acostumbramos a denominar la realidad, sino sobre una representación de ella, que es nuestro mapa personal. Cada persona es diferente por lo tanto cada mapa de la realidad difiere del mapa del otro.
Muchos conflictos surgen porque partimos del principio de que el otro posee las mismas referencias que nosotros, usa los mismos itinerarios de pensamiento y debe saber lo queremos decir.
La construcción del recuerdo, la estructura de la experiencia se basan en nuestra elección de las informaciones que consideramos útiles o pertinentes en función del objetivo o acción en curso.
Cuando nos comunicamos con los demás, por lo general no tenemos en cuenta esta selección de información, tan aferrados como estamos a la creencia de actuar sobre la misma realidad que el otro, esto es fuente de incomprensión y malentendidos.
Otro punto importante que subraya la PNL es que el cerebro va a almacenar las órdenes que le demos en positivo, para así lograr lo que se quiere. Por ello decimos indicamos que hay que preferir las respuestas expresadas en términos concretos (este vestido me hace ver más delgada, en lugar de la ropa que uso me hace ver gorda; me gusta escuchar que me quieres, en lugar de tú nunca me has querido; podemos ir al cine, en lugar de nunca me llevas a ninguna parte y otros). De lo contrario, estaremos realizando profecías que se autocumplen.

Lic. Flavia L. Vecellio Reane.
Analista en Medios de Comunicación.
Docente. Periodista.



Bibliografía
De Fleur, Melvin; Ball-Rokeach, Sandra. Teorías de la Comunicación de Masas. Paidós Comunicación. México, 1991.
Loprete, Carlos Alberto. Introducción a la oratoria moderna. Plus Ultra. Buenos Aires, 1992.
Ribeiro, L. . La Comunicación Eficaz. Ediciones URANO. Venezuela, 1995.
Scramm, Wilbur. La Ciencia de la Comunicación Humana. Editorial Roble. México, 1972.
O'Connor, J. y Seymour, J. (1992). Introducción a la Programación Neurolingüística. Barcelona, España: Ediciones Urano.
Watzlawick, P.; Beavin Bavelas, J.; Jackson, D. Teoría de la Comunicación Humana Interacciones, patologías y paradojas. Editorial Herder. Barcelona, 1997.
Watzlawick, P y otros. La Realidad Inventada ¿Cómo sabemos los que creemos saber?. Gedisa. Barcelona, 1994.
 
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