La consolidación de la sociedad
mediática y las consecuencias del desarrollo tecnológico en el campo
de la información ha obligado a los partidos a replantearse radicalmente
la comunicación política, intensificando la racionalización y control
de sus procesos.
La comunicación política responde en la actualidad, a una doble situación
de complejidad. Por un lado, los partidos políticos necesitan rentabilizar
de forma óptima tanto sus planteamientos ideológicos generales o programáticos
como sus posicionamientos y actuaciones cotidianas, a través de una
presencia continuada en los medios de comunicación que les aporte
conocimiento y notoriedad. Por otro lado, es cada vez más evidente
la necesidad de plantearse la comunicación teniendo en cuenta no sólo
los mensajes del propio partido, sino también el contexto de mensajes
complementarios, concurrentes y/o contrapuestos que llegan a la opinión
pública y, por supuesto, las características formales y de contenido
del discurso de los medios, con el fin de adaptar el mensaje propio
a las reglas y condiciones del relato informativo.
En suma, en expresión de Swanson, el papel a desempeñar por líderes,
candidatos y partidos políticos como "empaquetadores de sus ideas
y personalidades para el consumo de los medios" (Swanson, David L.
"El campo de la comunicación política. La democracia centrada en los
medios", en Muñoz-Alonso, com. Política, Madrid, Universitas, 1995,
pp. 3-24), lo que implica el recurso a especialistas en materia de
sondeos y a consultores en comunicación. La creación de departamentos
dedicados por un lado a la valoración de los climas de opinión y expectativas
de voto, y por otro al asesoramiento en comunicación, ha adquirido
un rigor y una estabilidad crecientes; si acaso, adolece todavía de
una cierta falta de integración entre ambas tareas, que finalmente
comparten como objetivo común el análisis y condicionamiento de la
opinión pública.
La apertura de un nuevo ciclo democrático que se iniciara hacia comienzos
de la década de los 80 enfrentó a los partidos políticos con un contexto
cultural para ellos novedoso, marcado por la hegemonía de la televisión.
Aunque a regañadientes, la mayoría de ellos debieron aceptar que para
comunicarse con sus potenciales electores debían ingresar en aquello
que Giovanni Sartori denominara la "videopolítica", es decir, al marketing
y al advertising político.
Los efectos de la videopolítica tiene un amplio alcance. Uno de estos
efectos es, seguramente, que la televisión personaliza las elecciones.
En la pantalla vemos personas y no programas de partido; y personas
constreñidas a hablar con cuentagotas. En definitiva, la televisión
nos propone personas (que algunas veces hablan) en lugar de discursos
(sin personas). Damos por hecho que el máximo líder, puede emerger
de todos modos, incluso sin televisión. En sus tiempos, Hitler, Mussolini
y Perón se las arreglaron perfectamente con la radio, los noticiarios
proyectados en los cines y los comicios. Cuando hablamos de personalización
de las elecciones queremos decir que lo más importante son los "rostros"
(si son telegénicos, si llenan la pantalla o no) y que la personalización
llega a generalizarse, desde el momento en que la política "en imágenes"
se fundamenta en la exhibición de personas. Lo que también quiere
decir que la personalización de la política se despliega a todos los
niveles, incluyendo a los líderes locales, especialmente si el voto
tiene lugar en circunscripciones uninominales". (Sartori, 1998, pág.
108).
La cuestión es que la carrera presidencial se convierte en un espectáculo
(incluida también en el show business) en el que el espectáculo es
lo esencial, y la información es un residuo". (Sartori, 1998, pág.
109). No solo se trata de que la televisión sea un instrumento de
y para candidatos antes que un medio de y para partidos; sino que
además el rastreo de votos ya no requiere una organización capilar
de sedes y activistas. Berlusconi ha conseguido una cuarta parte de
los votos italianos sin ningún partido organizado a sus espaldas (pero
con su propio imperio televisivo). El caso del presidente Collor en
Brasil, es parecido, contaba con un partido improvisado, pero con
un fuerte apoyo televisivo. (Sartori, 1998, pág.110).
La política pone en juego lo imaginario, las imágenes y la dramatización.
Hoy se impone considerar entonces los efectos de la comunicación y
de la mediatización, los efectos de la cultura de la mirada. Los distintos
aspectos que podemos destacar son: las elecciones, la construcción
del acontecimiento, la función del ciudadano-espectador y la democracia
mediatizada.
Sobre unas elecciones: En menos de medio siglo, hemos perdido la capacidad
de representarnos claramente lo que sería el universo político en
ausencia de las imágenes que nos ofrecen los medios de comunicación.
Hoy se conoce menos a la figura política por la presencia inmediata
(la proximidad efectiva) que por la presencia-imagen (la proximidad
mediática). Esta "representación", cuyo lugar es la pantalla, progresivamente
cobra mayor importancia que aquello que constituye al representante
como tal: el ejercicio democrático y el vínculo creado por las elecciones.
Los partidos confrontados seleccionan a sus candidatos y organizan
la presentación de cada uno de los contendientes transformándolos
en "vedettes". El candidato ocupa una posición de estrella principal,
rodeado de famosos profesionales del mundo del espectáculo y de notables,
y es anunciado mediante desfiles folklóricos; el escenario en el que
se efectúa la presentación se levanta en un gran recinto donde los
juegos de luces, la música electrónica, los decorados, los símbolos
y las insignias más populares, los eslóganes, las proyecciones en
pantalla gigante, ponen al público en situación emocional. Todo está
preparado para que se lleve a cabo la liturgia televisiva, cuyos oficiantes
son los comentaristas y periodistas encargados de recoger testimonios
y declaraciones.
El montaje dramático no compromete tan sólo a las personalidades enfrentadas,
sino también a su entorno familiar; este es un importante componente
de su imagen política. Sus esposas se convierten bien sea en modelos,
bien sea en anti-modelos. Ellas encarnan, en la confrontación puesta
en escena, los valores y los contravalores.
El resultado de las elecciones ha revelado la posibilidad de acceder
a la capacidad política, de nacer políticamente, por la sola eficacia
de la comunicación de los medios (este es el aspecto negativo); y
también ha mostrado la posibilidad que tienen muchos ciudadanos de
tomar una cierta distancia, de mantener su interés por el "espectáculo"
y de expresar sin embargo una opción política más razonada (es el
aspecto positivo).
Sobre unos acontecimientos: La figura política se construye; también
se construye el acontecimiento. La comunicación y sus medios pertrechados
de juegos de palabras e imágenes, son ahora los principales artífices
de la presentación de la realidad. Lo que actualmente se impone es
la capacidad incesantemente acrecentada de hacer "existir" a las apariencias
y simulaciones, de manifestar el acontecimiento según las conveniencias
y la oportunidad.
Sobre unos ciudadanos-espectadores: Maquiavelo destacaba en sus consejos
al Príncipe, que el juicio de los sujetos se forma según lo que se
les da a ver, y que conviene que las apariencias correspondan a lo
que éstos esperan de él. En una cultura visual, la tecnología de las
apariencias contribuye a adquirir, incluso a pervertir, una parte
del poder. La comunicación entre gobernantes y gobernados está sometida
a esta imposición. La potencia del aparentar se impone, y con ella
la de los medios de comunicación. El hombre político mantiene su imagen,
en lugar de correr el riesgo del enfrentamiento doctrinal, de la confrontación
de los programas. Forzando la fórmula podríamos decir que la oposición
imagen contra imagen prevalece sobre la oposición de las ideas. Lo
cual contribuye a debilitar el pensamiento político, a limitar su
capacidad innovadora y a crear la impresión de un relativo consenso
en cuanto a la gestión de los asuntos políticos. Ciertas emisiones
políticas televisadas durante los últimos años han constituido su
audiencia sobre esta mezcla de información, debate y show. Se entiende
entonces que el hombre político así solicitado pueda acompañar a artistas
a un entretenimiento pueda conducir un debate sobre "problemas de
sociedad". La mediatización política sufre sus consecuencias. Convierte
en vedettes a las figuras, preferentemente gubernamentales, que concuerdan
con la imagen del éxito, de la performance o de lo excepcional, con
su cortejo de riesgos.
La mediapolítica afecta al mismo tiempo a gobernantes y gobernados.
Los primeros tienen escasa existencia independientemente de la imagen:
por ella adquieren la presencia en la escena política nacional, la
influencia, la capacidad de conseguir la adhesión. La relación que
así se establece es paradójicamente fuerte y vulnerable; tiene la
fragilidad de las imágenes que la modelan; se mantiene bajo la amenaza
de la versatilidad, de las variaciones del crédito y del descrédito.
Todo poder, en todos los tiempos, ha sabido que podía perder la base
y ser entonces sacrificado; en múltiples sociedades tradicionales,
el soberano debilitado era conducido ritualmente al eclipsamiento
o aún con mayor frecuencia a la desaparición. Hoy en día el sacrificio
se cumple en la pantalla: se produce por eclipsamiento mediático con
una intensidad dramática tanto más fuerte cuanto permiten las circunstancias.
El olvido en el silencio y la oscuridad, la no-palabra y la no-imagen
es el sacrificio en tiempos de la política mediatizada. Fuera de los
medios de comunicación, el actor político desaparece; éste no recupera
la existencia más que a partir del momento en que éstos vuelven a
darle una presencia.
El gobernado, por su parte, se vuelve un ciudadano-espectador. Accede
ocasionalmente a la existencia mediática, cuando se solicita su intervención,
cuando está presente en algún modo por delegación, en la situación
de identificarse con los panelistas que intervienen en un debate,
o con los invitados comunes mezclados con personajes políticos, periodistas
e intelectuales televisivos.
Sobre la democracia mediatizada: La forma democrática de lo político
gana en expansión tras la caída o el debilitamiento de los regímenes
totalitarios, pero al mismo tiempo, la práctica de la democracia es
contrariada, allí mismo donde participa de una larga historia de emancipación
política y social.
La crítica constante se refiere a la televisión, al poder que dan
la producción de imágenes y su explotación espectacular. Por ella
se revela la servidumbre de lo político respecto de lo mediático,
su sumisión a las coacciones del efecto catódico.
El sociólogo Dominique Wolton, a través de su libro una teoría crítica
de la televisión: elogio del gran público, convierte a la televisión
pública no en un freno, sino en el instrumento necesario para el funcionamiento
de la "democracia de masas". También da crédito a su capacidad de
establecer un vínculo social, mientras que muchos de los cambios sociales
y culturales multiplican las "situaciones de soledad". Lleva su argumentación
positiva hasta el punto de que la televisión crea igualdad (es la
misma para todos) y favorece la democracia (reduce el número de excluidos
de la información y del conocimiento del debate público).
La transformación de la esfera política, la construcción de un imaginario
político basado esencialmente en los mensajes de los medios de comunicación
de masas o la crisis de los partidos políticos y de los mecanismos
tradicionales de representación de intereses, han dado lugar a una
extensa bibliografía sobre la naturaleza de las relaciones entre comunicación
y política. Así por ejemplo, Giovanni Sartori avanza la tesis de que
la televisión, que ya habría transformado al hombre, estaría transformando
ahora la política, que sería más propiamente video política.
George Balandier en su libro "El poder en escena: de la representación
del poder al poder de la representación" Paidós. Barcelona, 1994,
describe con particular minuciosidad la transformación del proceso
de representación, de puesta en escena, empleado por el poder político
en distintas sociedades. El "drama", como forma institucionalizada
de representación política, adquiere rasgos peculiares en las distintas
sociedades, pero en todas ellas su justificación última se deriva
de la naturaleza del poder político y de la necesidad de éste de encontrar
mecanismos que aseguren su reproducción en un marco de relativa estabilidad.
Así según Balandier "los poderes gozan de un lugar de privilegio en
los medios, en las pantallas sobre las que se proyectan las imágenes
políticas. La ciudad, la calle continúan siendo los escenarios sobre
los que la protesta despliega sus dramatizaciones; y cuando éstas
adoptan una amplitud suficiente, pueden llegar a forzar su existencia
mediática".
Imagen y liderazgo
Liderazgo se denomina al proceso mediante el cual una persona o institución
hace avanzar una organización, de un estado de existencia a otro futuro,
a través de una visión estratégica espontánea acertada, una comunicación
fluida que identifica y motiva tanto a sus agentes como a sus seguidores,
un adecuado desarrollo de acciones que le permiten conseguir el objetivo
deseado.
Hablar de la imagen de alguien es referirse a la percepción que se
obtiene sobre esa persona, a través de las sensaciones que generó
con los mensajes que emitió. Es decir, con lo que comunicó y con cómo
lo hizo: gestos, movimientos, palabras, acciones. Todo esto constituye
la imagen, además de lo que terceros hayan expresado sobre ese alguien,
en el contexto de la realidad que se percibe.
La imagen que otro tiene de nosotros, es la percepción que tiene a
través de la cantidad de sensaciones generadas con nuestros mensajes.
Por eso, que la imagen es la percepción, es comunicación, es la acción.
El conjunto de percepción sobre alguien conforma la idea sobre él.
La idea de ese alguien y la compatibilidad con las necesidades de
la gente conforma la opinión, el carácter de la credibilidad y de
la adhesión a él. Lo mismo ocurre en sentido inverso. Por tal motivo
la forma en que se ejerce la comunicación es un instrumento fundamental
para la relación con los demás en función del logro de los objetivos.
Cuando las acciones que se muestran no se condicen con el rol esperado,
no hay espacios mediáticos que conduzcan hacia el objetivo. Son las
actitudes las que lo hacen.
La imagen y el liderazgo se encuentran en el desarrollo de la acción
que los candidatos generan espontáneamente de acuerdo con el rol que
ejercen o desean ejercer. El desarrollo de liderazgo es una carrera
de regularidad. Esto es, sostener la acción en el tiempo exacto, en
el lugar oportuno, dirigida a los destinatarios que la Constitución
Nacional designa como "todos los habitantes".
Esto también significa que liderar una Presidencia de la Nación es
dar, cumplir, rendir cuentas, es entregarse a la opinión pública:
exponerse, arriesgarse, controlar para cuidar algo así como "jugarse"
por un pueblo entero.
Los líderes no son víctimas de ningún contexto. Esta es una ley del
comportamiento desde que la especie humana existe. Las estrategias
están para optimizar la condición natural de un candidato. Lo peor
que sucede es que se están construyendo contextos para que los candidatos
se muestren. Los candidatos no están. Los contextos lideran. Sólo
gobiernan esfinges, sólo se pelea por el poder de las palabras. La
expresividad -eso que comúnmente se llama el brillo de la mirada,
los gestos, el movimiento del cuerpo- ha desaparecido. Cuando las
palabras quedan sin la expresividad que les da la fuerza del sentimiento,
se genera descreimiento. Cuando la discordancia entre los gestos,
la calidad expresiva y las palabras se reitera, se repite y se vuelve
a repetir, el descreimiento va armando unas huellas hasta generar
violencia y confusión. Así es como la expresividad plena que sostienen
las acciones en cohesión con las palabras constituyen uno de los factores
determinantes en el lazo entre los candidatos y sus semejantes, los
electores.
Al renovarse en forma permanente las expectativas de la sociedad y
los desafíos que deben enfrentar, los políticos tienen que reciclarse
en forma constante o resignarse a tener una vida útil muy corta. A
nuevas demandas, nuevas ofertas. La sociedad es hoy demasiado exigente
para la baja capacidad de respuestas de las organizaciones políticas.
La crisis a veces es tan grande -violencia, desocupación, corrupción,
etc.- y está tan expuesta en los medios, que pocos son los que sobreviven.
Frente al desinterés por la política y a la dificultad de "estar en
los medios", los partidos han llevado su mensaje desde los clásicos
actos y locales partidarios al lugar por donde pasa la mayor atención
del electorado. Así es como los candidatos aparecen en lugares insólitos
para la política tradicional: programas de interés general, de entretenimientos,
cómicos, etc. O la realización de caravanas y caminatas. Todo lugar
es bueno para comunicar un mensaje de campaña.
El timing de la campaña, es decir, la administración del ritmo, no
es un tema menor. Una de las características del electorado desregulado
es que, al no estar muy politizado, pone atención en las campañas
sólo en las últimas semanas. Sin embargo, la instalación de la imagen
de un candidato debe empezar mucho tiempo antes.
La consigna principal es no saturar al electorado. Por eso las apariciones
públicas deben tener picos de intensidad, ciertos hitos, que jalonen
la campaña. Si un candidato se mantiene a lo largo de tres meses con
un alto nivel de exposición, salvo que crezca paulatinamente y se
dirija hacia el triunfo, lo más probable es que termine agotando al
electorado. Sobre todo si no existe una adecuada renovación del discurso
cada veinte días. Tanto el electorado como el candidato deben tomar
un poco de aire de vez en cuando, para que las presencias despierten
cierta expectativa. Si un candidato aparece " hasta en la sopa", tarde
o temprano hará decrecer la atención sobre él. Aparecer mucho o poco
depende de tres circunstancias. Una es la posición relativa de un
candidato al comienzo de su campaña, la segunda es la personalidad
de aquel y la tercera es el contexto dinámico.
La personalidad del candidato influye mucho en esto. Algunos dirigentes
son considerados excelentes "tiempistas". Palito Ortega, en su campaña
por la gobernación de Tucumán, respondía "yo conozco mis tiempos"
cuando desde su entorno se le exigía mayor celeridad, siempre sostuvo
"la elección la voy a ganar en los últimos 20 días, lo que importa
es la arremetida final". Por lo tanto, no existe un traje a medida
y en esto la experiencia dicta que lo mejor es respetar la intuición
del candidato. Una campaña es también un proceso interno para sus
protagonistas.
Cabe destacar que si a un candidato le está faltando captar votos
de clase media o baja, o sectores de poder económico. En general se
piensa que cuantos más apoyen, mejor, para dar la sensación de que
existe una corriente de opinión mayoritariamente favorable hacia una
lista determinada.
Dado el desgaste de la clase política, ya se ha convertido en un rito
las solicitadas de apoyo de simples ciudadanos, o de personalidades
extra políticas. Es infaltable una cena con empresarios, un cóctel
con la gente de la cultura, o del deporte, etc. La idea es mostrar
que se está sumando poder. Todas estas manifestaciones empiezan a
formar parte del folclore de las campañas. Desde Barbara Streissand
cantando para Clinton hasta Mercedes Sosa apoyando a Palito Ortega,
en todas partes se estila.
Es más fácil para un partido de clase baja captar referentes de la
clase media o alta, que a la inversa. Un partido de clase media no
tiene muchas opciones de sumar referentes de los sectores populares,
sobre todo porque causan rechazo en el electorado de origen. Un sindicalista,
en los ´90, no es una buena referencia para nadie, salvo en muy contadas
ocasiones. Quizá el representante de un sindicato de la administración
pública, o del sector docente, o del sector médico. Pero estos son
los grandes sindicatos industriales. La importancia de los sindicatos
reside fundamentalmente en su capacidad de movilización para actos,
en su estructura de cuadros, en su organización y en los recursos
monetarios que manejan.
El contexto social en el que se desarrolla la campaña también condiciona
las reglas al respecto. En medios rurales o de pocos habitantes, en
donde todavía predomina cierta estructura social tradicional, no se
puede desconocer la influencia que ejercen ciertos personajes (el
patrón de la estancia, el sacerdote, el doctor, el juez, etc.). Ser
amigo del padre, del juez, del policía, etc. puede, no dar muchos
votos. Pero no ser amigo de ellos, le puede costar una elección.
La farandulización de la política es una mezcla muy poderosa entre
posmodernidad y menemismo, es una cultura de la época. Los políticos
se han subido a ella a partir de la caída del discurso político clásico
-no es un fenómeno argentino sino mundial- y desde la presencia arrasadora
de los medios.
Menem es la exacerbación de la farandulización y de la ostentación.
Es el tipo que le gusta posar con su traje nuevo y que va recostado
en su última limusina. Es un personaje que ama las luces, que le gusta
la imagen y la maneja muy bien. Entonces el menemismo se prende detrás
de eso. A veces de manera patética, apareciendo en lugares que pasa
a un programa de TV, en una temporada tiene muy buen rating y en otra
cae. Duró lo que se dura cuando se ingresa tan débilmente a la política.
Por eso hay una gran diferencia entre Berlusconi y Menem: Menem tiene
40 años de político y de historia política y de formación de identidades
políticas y de partidos políticos y de movimiento político y de gobernaciones.
Cuando llega lo hace con todo eso atrás. Llega con mucha historia.
Menem no dice "Olvídense de la historia" sino "Yo soy la continuación
de esa historia que ustedes reconocen como propia". Ese es el éxito
de Menem. En cambio, Berlusconi dice "yo soy el empresario exitoso,
déjenme hacer una Italia exitosa" y dura lo que creencia: tres meses.
Figuras famosas en la política
Las figuras famosas participan como formadores de opinión, desarrollando
la función de periodistas y utilizan su imagen sobredimensionada por
los medios de comunicación. Para ser ídolo se requieren diferentes
condiciones que posibiliten la adoración desmedida de un grupo. Los
medios de comunicación a menudo utilizan la imagen de una figura por
la credibilidad que reviste (cuando se generan vacíos en el interior,
como para dejar en claro que también estamos con la gente y nos ocupamos
de temas que les interesan y que para el grueso del público no reviste
de mayor importancia). Del mismo modo que los medios se ocupan de
los ídolos, así también lo hacen los partidos políticos cuando en
busca de mayor crédito electoral, se escudan detrás de alguna figura
popular, por ejemplo deportiva. Ahora bien ¿la idea de que un deportista
es una persona sana, esforzada y perseverante, ayuda a la confirmación
de una imagen política? ¿Por qué no? El aficionado está expuesto a
los medios absolutamente por voluntad propia. Ha construido su imagen
en los medios con algo muy novedoso que es la exposición absoluta.
Tal es así que los medios de comunicación necesitan usufructuar figuras
superlativas que con su sólo nombre les alcance para aumentar las
ventas y en el mundo político se trataría de acrecentar los votos.
Los ídolos argentinos son ídolos destruidos, calcinados, agotados,
pasados por encima, ídolos a contrapelo. En otros lugares del planeta
los ídolos equivalen a ejemplos recientes e incuestionables de cómo
se hace una cosa de la mejor forma posible. El golfista Tiger Woods,
joven, insuperable, con precisión de submarino nuclear. Madonna siempre
con el magnetismo renovado de su música. Naturalmente están en actividad.
Vale aclarar que un ídolo se corresponde apenas con su habilidad.
No es omnipotente, ni omnipresente. No se le puede pedir a un ídolo
que además de su destacada área (ya sea deportiva, cultural, musical,
etc.) sepa de política económica, o de estrategias de ajedrez, o sea
una buena persona. Pero más allá de eso espanta e inquieta a la vez,
la desactualización de los ídolos locales. Maradona, Charly García
por citar solo algunos de los que aun hoy seguimos reverenciando a
pesar de que han traspasado la barrera de los genios consolidados,
pueden rotularse como personajes reventados. Por qué habremos de seguir
esperando algo de ellos, un milagro, un centelleo que nos devuelva
la sensación de que son lo que eran. ¿Por qué no apostar a los ídolos
del momento?
Parece que en Argentina para recibirse de estrella hay que desfallecer.
Estar malherido, o con problemas de adicción a las drogas o tener
dificultades para superar la voracidad de vivir a bordo del vértigo.
Sin embargo, es injusto responsabilizar a las estrellas locales por
no llegar hoy día ni a los talones de su estatura de idolatría.
Cuando dicen que una imagen vale por mil palabras esto es reflejado
en los programas políticos y el desafío de ilustrar el discurso con
algo más que un monólogo. En este sentido, un conductor, una mesa
y varios invitados fueron, durante décadas, la definición por excelencia
en los programas políticos en televisión. Las cosas cambiaron se percibe
la búsqueda de recursos que le den imagen a la información o al debate
político, tiene su máxima expresión en Día D, el programa que conduce
Jorge Lanata. En el otro extremo, Bernardo Neustadt hizo un programa
donde su imagen (sentado o parado detrás del escritorio) ocupaba el
noventa por ciento del tiempo que duraba el programa. La demostración
más cabal de esta fórmula: fue cuando (en una oportunidad) el periodista,
que no tenía invitados, prolongó su monólogo inicial hasta el final
del programa, sólo interrumpido por algunas imágenes de películas,
otras de archivos y carteles sobreimpresos. El resto fue Neustadt,
intercalado con tres tandas comerciales. Pero como todo cambia, Jorge
Lanata utilizó una hora de su programa para hablar frente a cámara
del caso Coppola, usando como fondo un compacto de imágenes. Queda
en evidencia que es la información lo que se prioriza en estos programas,
y luego se trata de trabajarla.
Entre uno y otro ciclo se encuentran Hora Clave, El primero de la
semana, Punto límite y Dos en la noticia, que intentan recursos que
hagan menos estática la pantalla. La mayoría tiene un monitor que
repite la imagen hasta el infinito. Grondona utiliza una pantalla
"gigante" como monitor, mientras el resto "se conforma" con un televisor.
Los recursos escenográficos de Día D pueden dividirse entre los habituales
-como letras que forman la palabra domingo que sirven, además de mostrador
o escritorio- y el trabajo de puesta en escena que se piensa para
cada tema. Así un peine pintado en diversos colores sirve para que
un tema económico (la evasión fiscal) tenga anclaje visual. Para hablar
del lavado de dinero, la producción preparó una soga con dólares colgados
y un jabón blanco envueltos también en moneda extranjera. Aunque la
explicación del tema fue larga, la cámara no sólo se detenía en el
periodista y la entrevistada, sino que paneaba por los elementos escenográficos.
La edición es el otro gran recurso televisivo de Día D, ya que cada
tema es presentado por una interferencia, que es el segmento de un
informativo emitido durante una semana. La mayoría de los reportajes
realizados en exteriores apuestan al primer plano del entrevistado,
recurso que utilizaba mucho Lanata, aunque últimamente prefiere llevar
los invitados al estudio. La suma de elementos escenográficos y la
utilización de la edición sirven para darle ritmo al programa.
Por otro lado, cabe destacar que Grondona innovó el espacio escenográfico
a comienzos del ´96 incorporando una tribuna de opinadores anónimos.
La utilización de este recurso depende del tema del día: en algunos
casos (como después del apagón) tienen relevancia y en otros quedan
en segundo plano. Grondona sigue apostando a su cierre, pero alejando
su figura del centro de la escena durante el programa. Así, los invitados
deciden quién habla primero o quién cierra. Sin embargo, sigue ocupando
el centro de la mesa y es por lo tanto el componedor.
Como recursos visuales, Grondona apuesta a la síntesis de los informativos,
no sólo de Canal 9. Cuando considera que el tema lo vale, no se priva
del viejo pizarrón, donde refuerza el discurso pedagógico -resonancias
de su otra actividad, la de profesor universitario- que marca el tono
del programa. Hora Clave sigue la tradición de los programas políticos:
la palabra pesa más que la imagen, aunque haya intentos aislados de
darle a esta mayor relevancia.
En la misma línea se inscribe Marcelo Longobardi, quien ilustra su
editorial con tapes sin abandonar su escritorio. El monólogo se prolonga
casi veinte minutos y después del corte viene la mesa con invitados,
que debaten los temas propuestos por el conductor. En Punto límite
es prácticamente nula la utilización de recursos ligados a la imagen,
podríamos decir que "hace radio por televisión". Pareciera que todavía
no se pensó un programa periodístico político con lenguaje televisivo.
Parece un vicio que viene de lo político, esto de priorizar el discurso,
eso hace que terminen haciendo radio por televisión. En general, en
el programa hay ideas de producción, pero el tiempo no alcanza y se
termina priorizando la "cosa caliente": la discusión entre invitados
y opinadores que se da en el programa, que va en vivo. Entonces la
imagen queda relegada a un lugar de absoluta desidia.
Se innovó el ciclo con una sección interesante llamada "sin comentarios",
eran dos minutos y medio de imágenes editadas con música, mostrando
los hechos fuertes que marcaron la semana. Se trataba de editorializar
sin usar palabras, algo totalmente novedoso en este tipo de programas.
Esto se dejó de hacer porque en la televisión "el tiempo es tirano"
y se buscaba priorizar lo que el conductor tiene para decir y lo que
invitados y opinadores quieren debatir. Las imágenes se usan únicamente
para ilustrar aquello que se está diciendo, o se muestra una foto
de la persona a la que se nombra para que "no queden dudas", forzando
lo que hay que mostrar, nunca se piensa desde la imagen, y de parte
del conductor ni siquiera existe la inquietud.
En el caso de Dos en la noticia parte del concepto de que los periodistas
salen del estudio a buscar la noticia. Pero es precisamente en los
reportajes que hacen Magdalena Ruiz Guiñazú y Joaquín Morales Solá
donde esta idea no queda plasmada visualmente porque para cada entrevista
se "reconstruye" un estudio dentro de la oficina del entrevistado.
En cambio en los informes especiales se advierte un cuidado en el
uso de la imagen, relacionada en este caso a la técnica del documental
(voz en off de los periodistas y compaginación) mixtura con reportajes
realizados para cada tema. En el caso de los informes especiales,
la realización visual del mismo está directamente relacionado con
las posibilidades temáticas.
De diferentes maneras, Dos en la noticia y El primero de la semana
comparten la preocupación por incorporar la imagen como elemento definitorio
del programa. Ambos programas, juntos con el de Lanata, constituyen
la "vanguardia" en lo que se refiere a la utilización de los recursos
propiamente televisivos para realizar programas políticos.
En El primero de la semana se editorializa con imágenes. A diferencia
de Grondona o Longobardi, que utilizan las imágenes de archivo para
informar, Hadad las organiza de forma que cobren otro sentido y formen
opinión. La producción primero se encarga del tema periodístico y
luego elabora cómo "llevarlo a imagen". Sin duda el desafío es no
quedar afuera de la actualidad y a la vez hacer un producto atractivo
porque la televisión es mostrar y para eso hay que traducir a imagen
un concepto. La imagen es vital, no sólo una ayuda. Se percibe que
no hay mesas con encuestadores o economistas. Prefieren ofrecer al
televidente una nota atractiva. Sin embargo el sociólogo Quevedo sostiene
que Hadad " Está años luz de Neustadt y de Grondona". Hadad hace un
programa de radio, puramente de radio, da lo mismo que esté frente
a la cámara o que yo lo escuche por radio: no tiene nada de audiovisual.
El sociólogo Luis Alberto Quevedo cree que "lo visual nos rige en
este mundo finisecular". La televisión, los medios de comunicación
y la política mediatizada han establecido una nueva interrelación
social, familiar y política.
Al respecto se destaca que hace quince años atrás, en el Tiempo Nuevo
de Neustadt y Grondona se hacía un programa en el que la escenografía
era una pobreza inmensa, la retórica era absolutamente clásica, la
manera de articular el escenario televisivo era el de la mesa redonda,
lo que hoy vemos en cable. ¿Cómo es hoy Tiempo Nuevo? Tiene un set
de TV mucho más dinámico, por el que Neustadt se desplaza como si
estuviese en un espacio público. No sólo se ha sacado los lentes,
se ha operado los ojos, sino que ha aprendido formas del lenguaje
que tiene que ver con la imagen, con la manera de utilizar las cámaras.
Utiliza sus propios programas por cable, hace conexiones internacionales,
usa pantallas partidas en dos. Neustadt tal vez merezca ese lugar
de padre inventor de un tipo de comunicación política. Por otro lado
Grondona sigue manteniendo fuerte su estampa de profesor universitario,
profundizada aún más desde que incluyó el pizarrón. En el momento
que se producen imágenes virtuales, con esto retrocedió 40 años. Retrocedió
40 años en la estructura del aula que él siempre amó pero no lo hizo
en los lenguajes, en la ideología, en la manera de entrevistar, en
lo agudo que es, o en llevar a la sociedad al set de la TV. El 80%
de los invitados al programa de Neustadt están de acuerdo con su ideología
y con su visión del mundo. Otro 20% es crítico. Y lleva todos los
invitados que tienen que ver con el poder. Grondona lleva a los que
tienen que ver con el poder, a quienes no tiene que ver con el poder,
a los que son famosos y a los que no lo son. Y lleva a la sociedad:
a los que acaban de despedir de una fábrica, a los que echan de un
barrio, a los que hicieron kilómetros de marcha para venir a Buenos
Aires a protestar. Y los pone ahí, los pone como un cuadro, ni siquiera
como entrevistados. Los pone como diciendo "de esta sociedad nos tenemos
que hacer cargo".
Por último hay dos estilos diferentes Las patas de la mentira repitieron
parte de esa joyita de la construcción de la realidad que puede hacer
un medio de comunicación. En el programa, Lalo Mir recorre los acontecimientos
más importantes de la semana a través de una ágil edición de lo emitido
por televisión. Opina y bucea en el tema de la justicia a través de
distintas entrevistas. Si no se define totalmente como programa político
de actualidad, es porque otra buena parte del programa está destinado
a refrescar la memoria, con imágenes de archivo editadas.
Caiga quien caiga completa la nómina de envíos que tienen al quehacer
político como base del programa. En este caso es el humor y no el
debate el que actúa como disparador de la crítica.
Parte de la sociedad se aleja de los políticos, pero se acerca al
televoto que propone Mariano Grondona, que se ha convertido en un
reflejo de las contradicciones argentinas. Este método de consulta
telefónica desnuda una paradoja "Por un lado, está la queja de los
políticos y los politólogos que dicen que la gente está cada vez más
retraída de la esfera pública. Por el otro, cada jueves a la noche,
decenas de miles de personas se vuelcan a la esfera pública a través
del medio electrónico, discando un número de teléfono.
La TV ofrece una cuota de protagonismo que la vida no proporciona.
En una época en que la vida margina, echa, expulsa, la televisión
aparentemente te incluye. El televoto te dice: "Queremos que nos digas
tu opinión". Y aunque la gente sabe que no va a figurar su nombre,
se entusiasma con la ilusión de estar participando. Sin embargo, todos
admiten las debilidades del novedoso sistema, si se lo compara con
las clásicas encuestas de opinión domiciliaria. Tanto Rosendo Fraga,
Marita Carballo como Graciela Römer, expertos en la práctica de sondear
el pensamiento colectivo, puntualizan las diferencias entre una encuesta
científicamente elaborada e instrumentada y el llamado televoto. Con
este sistema de consulta sólo se conoce la opinión de quienes son
espectadores de un ciclo televisivo, tienen teléfono, toman la decisión
de llamar y consiguen comunicarse. El propio Grondona hace estas salvedades
al aire.
Mariano Grondona reconoce que "En la televisión uno tiene acceso a
mucha gente, pero esa gente casi no tiene acceso a uno, salvo la posibilidad
de enviar cartas con sus opiniones o de pasar un mensaje telefónico.
Pero es evidente que la cantidad de televidentes que puede participar
en cada programa por estos métodos es ínfima, comparada con los que
pueden hacerlo a través del televoto, que es una forma de participación
válida, pero limitada". El acepta que siempre tuvo el deseo de conseguir
algún modo de participación masiva.
Se podría decir que el televoto es el voto espectáculo y que responde
a un momento en que todo puede hacerse sin comprometerse. La televisión
despolitiza todo. El televoto es como decir finalmente convertimos
todo en objeto de entretenimiento. También el voto. El televoto es
parte de la estrategia de banalización de la TV.
Beatriz Sarlo destaca que vivimos en una cultura que tiene en la comunicación
instantánea uno de los mitos de base. Como imagen de futuro circula
la idea de la TV interactiva. Se trata de que el espectador, con un
aparato semejante al control remoto, pueda intervenir de algún modo
en los programas. El primer dato de la TV interactiva es el zaping.
Pero, el mensaje del zapping no llega sino a través del rating. Una
segunda etapa es la del surgimiento de los números telefónicos con
diversos prefijos. Estos elementos tecnológicos permiten acercarse
a la imagen mítica de la interactividad e instalarse en el horizonte
de la simetría que alguien me hable desde la pantalla y yo le responda
desde mi casa. Eso es muy difícil de alcanzar, pero muy atractivo,
porque parecería ser un horizonte extremadamente democrático. Dentro
de este mito de la simetría comunicativa es donde hay que colocar
las votaciones que ha introducido Grondona en su programa. Asimismo,
el televoto mide la popularidad del programa y además captura a quienes
lo están mirando porque reafirma el efecto de su propia popularidad.
Podemos vincular el fenómeno de la irrupción de "estrellas" en las
nóminas de candidatos a la renuncia a las utopías, ideologías y a
las ideas mismas por parte de políticos y comunicadores hiperrealistas,
que dejó vacante un lugar muy significativo de cualquier sociedad,
el de los paradigmas y los proyectos, y junto con ello el de la utopía,
las fantasías, los sueños colectivos y los grandes ideales.
Artistas, deportistas, científicos, pioneros y pensadores aparecen
como depositarios de sueños y utopías, aun cuando sean con frecuencia
idílicas o pueriles. Lo que es de mayor valor estratégico es que el
fenómeno se relaciona, en gran medida, con el hecho de que la sociedad
fue reemplazada por algunos medios en el escenario de la política.
La declinación de la profesionalidad en todos los campos del quehacer
en la Argentina favorece también esta anárquica irrupción estelar.
Con las estrellas se da, en algún modo, lo que falta en la relación
con los políticos en el plano de la credibilidad. A su manera, las
estrellas creen en la gente, lo cual contribuye a la reciprocidad.
Pero hay una diferencia sustancial entre los políticos y las estrellas:
los políticos se hacen cargo (o debieran) de la función de conducción
o de gestión. Las estrellas se hacen cargo de la función de representación:
una estrella brilla en cuanto simboliza un interprete colectivo. Las
estrellas se corresponden con un plano mítico: aquél en el cual los
problemas se resuelven en el registro de la ilusión, donde además,
el problema es seguido por la felicidad ("...y comieron perdices").
"La política no se mantiene apartada de la seducción. La personalización
impuesta de la imagen de los líderes occidentales: con simplicidad
ostentosa, el hombre político se presenta en tejanos o jersey, reconoce
humildemente sus límites o debilidades, exhibe su familia, sus partes
médicos, su juventud". (Lipovetsky, 1998, pág. 25). En cuanto el impacto
real de la personalización programada, podemos preguntarnos si no
ha sido sobrevalorado considerablemente por los publicistas y los
políticos, ampliamente seducidos a su vez por los mecanismos de la
seducción del star system: en la medida en que todos los líderes se
someten a ella en mayor o menor grado, el efecto se anula por difusión
y saturación mediática, la seducción se presenta como un ambiente
soft, imperativo y sin sorpresas, que distrae epidérmicamente a un
público que dista de ser tan ingenuo y pasivo como imaginan nuestros
actuales detractores del "espectáculo".
El cortejo de solicitudes y cuidados que rodean hoy al cuerpo, promovido
por ello al rango de verdadero objeto de culto. Inversión narcisista
del cuerpo visible directamente a través de mil palabras cotidianas:
angustia de la edad y de las arrugas, obsesión por la salud, por la
"línea", por la higiene; rituales de control (chequeo) y de mantenimiento
(masajes, sauna, deportes, regímenes); cultos solares y terapéuticos
(superconsumo de los cuidados médicos y de productos farmacéuticos),
etc. (Lipovetsky, 1998, pág. 60-61).
Los casos criollos
Carlos Alberto "Lole" Reutemann (57) senador nacional (PJ) por Santa
Fe y candidato presidencial para 1999. Antes fue gobernador de esa
provincia durante el período 1991-95. Corredor de autos de Fórmula
1 durante la década del 70 y el 80. Es hincha de River y un claro
exponente de una figura famosa que se interesó por la política.
"¨Yo voto por Ustedes¨, Pinky Partido de La Matanza", de esta manera
rezaban los afiches que empapelaron el partido bonaerense. La flamante
precandidata a intendente de La Matanza, Lidia Elsa Satragno, conocida
como Pinky decidió incursionar en el campo político acompañando a
la Alianza en las elecciones.
Conocida su trayectoria en radio y televisión como animadora y periodista
y en gráfica haciendo avisos publicitarios, Pinky se destacó como
la única figura de la televisión local de la década del ´70 y apareció
en el libro Guinness de los Récords como la mujer que más horas estuvo
frente a una cámara. Entre los títulos de sus programas se recuerda
"Nosotros", "Buenas noches, Pinky", "El pueblo quiere saber" y "La
década".
La "Señora televisión" -así la llamaban- convencida de que "el pueblo
está harto de la corrupción" decidió que es el momento de que ella
entre en acción.
Se ha presentado en diversos programas televisivos contando sus expectativas
en estos primeros pasos que está comenzando a dar en el mundo de la
política. Pero no está sola en el arduo camino que ha de peregrinar:
trabajar para encontrar soluciones en educación, salida laboral, corrupción
y seguridad, sino que también la Alianza cuenta con el apoyo de Luis
Brandoni que también ha optado por abandonar su carrera artística
para deslizarse bajo el ala del poder político.
En el caso de Palito Ortega la gente compra la imagen del changuito
cañero, el canilla campeón. Otro caso que no debemos dejar de mencionar
es el de Pietro de Benedictis (Piero, para todo el mundo). Hace treinta
años cantaba, luego propuso aquello de "buenas ondas" y estar "manso
y tranquilo". Más tarde se puso a trabajar con chicos de la calle
y finalmente aceptó un cargo durante el gobierno de Eduardo Duhalde
para dedicarse a la cultura.
La sociedad está totalmente desconcertada y decidida a vagar entre
las diferentes alternativas que pueden seleccionar, como si elegir
al presidente del país o a un funcionario fuera un gran menú con diversas
posibilidades de combinar sabores. Este parece ser el fenómeno de
los tiempos políticos, elegir como presidente de la Nación a un dios
olímpico. La suerte y la oferta ya esta echada, tenemos desde cantantes
y actores hasta directores de cine y deportistas. (Piero, Ramón "Palito"
Ortega, Sandro, Luis Brandoni, Irma Roy, "Pinky", Pino Solanas, Reutemann,
Scioli, Maradona, etc.).
Todos los partidos políticos cuentan entre sus filas con algún personaje
del mundo del espectáculo, porque claro como dice el eslogan del programa
de Mariano Grondona, es "un espectáculo para pensar". Pero el espectáculo
para ellos es el de gobernar.
Estos pseudopolíticos al igual que los sofistas en Grecia creen que
tienen la verdad absoluta y que gobernar un país son cosas que bien
pueden equipararse a la fórmula uno, a filmar una película, a cantar
ante un público masivo o correr en lancha.
Estos personajes que están empecinados en colarse para obtener un
reconocimiento en las elecciones del ´99 o en las venideras, sin lugar
a dudas pasan a ser ídolos de la gente y por consiguiente los candidatos
más votados. ¿Por qué no pensar que bien podría tratarse de una estrategia
para obtener más votos? Poco a poco aparecen más candidatos a presidente,
a intendente, etc.
Los ídolos son la proyección de deseos inconscientes. Nos evadimos
de la realidad llenando vacíos con los ídolos. A la caída de uno necesitamos
otro, por eso buscamos líderes. En la política, tal vez, ya cayeron
todos, por eso la habilidad de recurrir a los que todavía no caen.
Es difícil entender como puede seguir en carrera Susana Giménez, luego
de los juicios que tuvo anteriormente y ahora las sospechas de honestidad
que recaen sobre su programa y la empresa Hard Comunication. Tal vez
la explicación este en que La Giménez es símbolo de éxito.
Evidentemente, para ser ídolo se requieren diferentes condiciones
que posibiliten la adoración desmedida de un grupo. Los medios de
comunicación a menudo utilizan la imagen de una figura por la credibilidad
que reviste (cuando se generan vacíos al interior, como para dejar
en claro que también estamos con la gente y nos ocupamos de temas
que les interesan y que para el grueso del público no reviste de mayor
importancia).
Del mismo modo que los medios se ocupan de los ídolos, así también
lo hacen los partidos políticos cuando en busca de mayor crédito electoral,
se escudan detrás de alguna figura popular, por ejemplo deportiva.
La idea de que un deportista es una persona sana, esforzada y perseverante,
ayuda a la confirmación de una imagen política. El aficionado está
expuesto a los medios absolutamente por voluntad propia. Ha construido
su imagen en los medios con algo muy novedoso que es la exposición
absoluta.
Los medios de comunicación necesitan usufructuar figuras superlativas
que con su sólo nombre les alcance para aumentar las ventas.
En la política, en tanto, se espera que los resultados sean los mismos
que en los medios de comunicación y si dan las cuentas, ellos también
necesitan aprovechar figuras olímpicas pero no para vender, sino para
ganar.
La propaganda dispone de toda clase de recursos para crear ilusión
de unanimidad. Siguiendo a Domenach enumeraremos las modalidades de
uso más frecuente:
– La utilización de líderes científicos, artísticos, deportivos, etcétera,
que desempeñan el papel de "personalidades-piloto". El público que
los admira puede dejarse influir por las predisposiciones políticas
de estos líderes.
– El uso de manifestaciones de masas, como mítines, desfiles, multitudinarias
reuniones en plazas y estadios deportivos, todos ellos elementos simbólicos.
"La unanimidad es, al mismo tiempo, una demostración de fuerza. Uno
de los fines esenciales de la propaganda es manifestar la omnipresencia
de los adeptos y su superioridad frente al adversario. Los símbolos,
las insignias, las banderas, los uniformes, los cantos, forman un
clima de fuerza indispensable para la propaganda. Se trata de mostrar
que "uno está allí" y que "se es el más fuerte". (Domenach, 1986,
pág. 80).
La política, un reality show
Marcelo Tinelli estrenó un reality show humorístico pero, en lugar
de protagonizarlo por ciudadanos anónimos, un grupo de actores imita
a los políticos y el público vota la expulsión de alguno, el sketch
se llama "El Gran Cuñado".
El Gobierno sigue padeciendo a la hora de construir su imagen pública.
Aquellos tiempos de la campaña electoral que catapultó a Fernando
De la Rúa a la presidencia quedaron muy lejos, cuando cada spot publicitario
se convertía en un nuevo acierto y ayudaba al entonces candidato a
ocultar sus flancos débiles para potenciar sus virtudes.
Pero sorprendentemente desde el Gobierno están preocupados por el
fenómeno de la "tinellización de la política" con este nombre explican
la caída de la imagen del gobierno como producto del perjuicio que
le causan las sátiras sobre el Presidente en televisión.
Cabe destacar que el conductor y empresario televisivo es desde hace
años la figura que mayor audiencia tiene en la TV argentina. El subsecretario
de comunicación Juan Pablo Baylac propuso el debate porque en el programa
de Tinelli aparece una caricaturización del Presidente, que lo muestra
como una persona que todo el tiempo es presa de confusiones. La discusión
se profundizó cuando comenzó a emitirse un sketch llamado "El Gran
Cuñado", donde se satiriza a los principales dirigentes de la política
argentina. Al tiempo que sostuvo "Es cierto que los dirigentes políticos
estamos en desventaja, al discutir con personas de la popularidad
de Tinelli; pero esta batalla hay que darla porque hay que proteger
la investidura presidencial". Mientas tanto el secretario de Cultura,
Darío Lopérfido acusó a la TV argentina de estar "falta de ideas"
a lo que Tinelli respondió "¿pero para qué queremos ideas, si las
ideas nos las dan ellos? El animador utilizó su programa televisivo
y radial para editorializar contra quienes lo acusaban de ser el responsable
de los males del Gobierno.
En una oportunidad el Presidente De la Rúa asistió al programa de
Tinelli para intentar contrarrestar las primeras críticas que empezaba
a hacerle su imitador. El resultado no pudo ser peor. Un militante
de los Derechos humanos vulneró la seguridad presidencial y logró
acercársele para zamarrearlo en medio de un reclamo a los gritos.
Tinelli quedó paralizado, al igual que De la Rúa, quién después del
sofocón terminó equivocando el nombre de la esposa del conductor y
confundiendo la puerta de salida. Esos gestos confusos luego serían
exagerados hasta el hartazgo en su caricaturización, para terminar
en la saga humorística de "El Gran Cuñado". La teoría de los asesores
de De la Rúa es que los chistes y las imitaciones perjudican la imagen
presidencial. Y que el perjuicio alcanza a toda la clase política.
La sátira y la parodia de los políticos nacionales y del doctor De
la Rúa que podemos ver en la televisión y en diversas publicaciones
periodísticas, ejercen géneros de humor de larga tradición en la vida
pública nacional.
Esas parodias son imágenes, imitaciones, que no funcionan bien entre
los públicos si no expresan -de manera exagerado o caricaturesca-
rasgos de un "original" presente en la escena y en la percepción popular.
Parecería que el juego lo inició el propio presidente de la Nación,
Fernando De la Rúa, en aquel spot televisivo con el que comenzó su
campaña electoral como candidato presidencial por la Alianza, con
el famoso "Dicen que soy aburrido...".
Este humor no pone de por sí en riesgo el sistema político, no se
refiere a la democracia sino a personajes públicos. Incluso, podría
llegar a funcionar como válvula de escape, como forma de metabolizar
la adversidad y la distancia que se siente respecto a los dirigentes
políticos de la Argentina en la actualidad. Depende de que el Gobierno
de la Nación sea realmente un buen Gobierno. Entonces, el humor lo
acompañará más a distancia y de un modo más suave.
La televisión es espectáculo porque selecciona aquella porción de
la realidad que responde mejor a las exigencias espectaculares. La
política forma parte del espectáculo de manera que ello favorece la
puesta en escena y entonces cada dirigente se exhibe y juega el papel
de vedette. Es decir que se da una personalización del poder, así
lo explica Ferrés.
La imagen es lo que cuenta
La televisión tiende a potenciar un mundo de apariencias, el look.
Lo que cuenta de los ideólogos es la imagen, la capacidad de seducción.
Los prototipos del triunfo social son los atletas y deportistas, las
mujeres hermosas, los artistas y cantantes, los ejecutivos jóvenes.
Triunfa el parecer sobre el ser. Ejemplo John F. Kennedy fue quien
inaugura en EE.UU. las conferencias de prensa televisadas en directo.
Fue el primer presidente del país elegido por la televisión. Durante
el debate televisivo que lo enfrentó a su oponente, el republicano
Richard Nixon, se imponía el look de Kennedy, su imagen joven, dinámica,
frente a un Nixon inhibido y nervioso. Algunos especialistas argumentaron
que la ventaja obtenida por el candidato demócrata había contribuido
el poseer un rostro juvenil de rasgos suaves, concordantes con la
imagen prevaleciente en los medios que privilegiaban el arquetipo
del joven norteamericano, sonriente y victorioso. Frente a él, aparecía
en contraposición negativa el rostro de Nixon, de rasgos severos,
tajantes, similar a la del "villano de las películas de cowboys".
Urgente: se busca asesor de imagen
Es lógico que durante las últimas décadas haya aparecido en la escena
política la figura del asesor de imagen. Su finalidad consiste precisamente
en modificar la realidad para adecuarla a la imagen ideal que conviene
imponer.
"Cualquier experto en relaciones públicas puede lograr que una historia
aparezca en televisión", dice Robert Irving, antiguo director de noticias
del equipo Eyewitness News de la estación KABC-TV de Los Angeles.
En el pasado los reporteros eran más expertos en la creación y presentación
de historias para los medios informativos que los representantes de
grupos de intereses especiales. Ya no. Las empresas importantes y
otros grupos de intereses especiales (como por ejemplo políticos)
están entrenando a su personal en cómo tratar a los medios informativos,
de manera específica y formal. El prototipo de esta nueva sofisticación
es la Standard Oil Company con su seminario de entrenamiento en televisión,
un programa intensivo de educación en dos días para los principales
ejecutivos de la compañía, que consiste en aprender a manejar los
medios informativos. Los ejecutivos son llevados a un estudio de televisión
alquilado, ahí son entrevistados por un reportero contratado, y después
son "criticados". Cuando los participantes se "gradúan" están preparados
para enfrentarse a cualquier reportero de radio o televisión de cualquier
mercado de noticias del país. Numerosas corporaciones han copiado
el seminario de televisión de Standard Oil, el cual a su vez fue hecho
a semejanza de un exitoso programa creado por la J. Walter Thompson
Company a principios de la década de 1970. Especialistas universitarios
fueron invitados por Standard Oil para participar en el "Seminario
de entrenamiento en televisión", la idea era preparar a los ejecutivos
de la empresa a enfrentarse fácilmente a reporteros que nunca han
recibido un entrenamiento tan extenso. Tal es así que enseñaban a
esos gerentes y administradores, principales representantes de Standard
Oil, cómo sobreponerse al nerviosismo (antes de ser presentado "Haga
una aspiración profunda, retenga el aire cerca de tres segundos y
luego exhale despacio..."); cómo estar de pie y relajarse ("Yérgase
con naturalidad con los pies abiertos más o menos a la altura de sus
hombros; deje que sus brazos caigan con naturalidad. Afloje sus dedos.
Después haga vibrar sus dedos y muñecas con la mayor rapidez que le
sea posible. Luego deje que esa vibración fluya a través de su cuerpo
para liberar sus músculos de la tensión"). Les explicaban cómo librarse
de las mariposas en el estómago y como humedecer una "boca seca":
"Una boca seca puede dificultar el habla. Antes de continuar, deje
que se forme un poco de saliva en su boca y trague. Humectará su boca
y garganta y le será más fácil hablar". Qué hacer si bajo presión,
la voz adapta un tono agudo: "No hable desde la garganta, sino desde
el diafragma. Use sus pulmones y pecho como un resonador. De esa manera
tendrá que gritar. Mejora el tono de autoridad de su voz".
Enfatizaban que los ejecutivos deben hablar claramente, no en murmullos;
deben ser agresivos, no pasivos. Después de varios procedimientos
para entrenar la voz, les mostraban como proyectar una buena imagen
por medio de los ojos e insistían en la importancia de una buena presentación:
Vista ropa cómoda; use colores firmes; evite prendas provocativas
o llamativas así como joyería ostentosa. Aféitese antes de una aparición,
la televisión acentúa la barba. Use calcetines largos; evite calcetines
cortos o a cuadros, y ligas; si no tiene calcetines largos, use botas.
Esos eran sólo los preliminares. El evento principal era enfrentarse
a los reporteros en televisión. La primera parte de la lección fue
cómo prepararse para la entrevista. Después de este arduo aleccionamiento
los ejecutivos regresarían a casa sintiéndose confiados, sabiendo
bastante más acerca de técnicas de entrevista que la mayoría de los
reporteros a los que alguna vez tendrían que enfrentarse.
Los ejecutivos realizaron un riguroso programa de entrevistas. Introducidos
en frío a un estudio de televisión, eran entrevistados por un avezado
reportero especialmente contratado para hacer que el ejecutivo se
sintiese incómodo. Se hacía uso de todas las artimañas, desde preguntas
conflictivas y personales, a tomas de mal gusto y a dejar caer latas
de película fuera de cámara. La grabación era reproducida más tarde
mientras dos expertos en medios informativos -con una crítica cuidadosamente
ensayada- los rompían en pedazos. Después el ejecutivo era de nuevo
entrevistado y se evaluaba esas grabaciones.
Evitar "trampas" y aprender cómo controlar una entrevista eran las
partes más importantes de la lección. Insistían en que los ejecutivos
estuviesen preparados, que tuviesen objetivos específicos en mente
al ser entrevistados y estuviesen listos para hablar de ellos, siempre
que les fuese posible, haciéndose cargo de la entrevista. La técnica
más importante es conocida como "puentear". Además de esta técnica
mostraban a los ejecutivos cómo enfrentar todo tipo de preguntas.
Una de ellas era "la pregunta preliminar cargada", que "marca la baraja
y da color a cualquier respuesta". Implica acusaciones y culpabilidad
y "lo arrincona antes de que usted tenga oportunidad de abrir la boca".
Cuando el entrevistador lanza su lista de acusaciones, enseñaban al
ejecutivo a tratar de no recordarlas todas y a tratar de no contestarlas
todas. Los instruían desde cero en un caso del que estuvieran seguros
de tener las respuestas y por implicación desacreditar las demás.
Se enseñó al ejecutivo a decir: "Esa es una lista muy larga de acusaciones
y dudo que tengamos tiempo suficiente en este programa para responderlas
todas. Puedo asegurarle que todos sus cargos carecen de base. Por
ejemplo, permítame referirme a uno de ellos". Se hacía comprender
también a los ejecutivos que no podían emitir opiniones personales.
"Todo lo que usted diga en radio, en televisión o a un reportero,
se tomará como una declaración de un representante de la compañía.
Será interpretado como una declaración oficial. Aun cuando diga: Bueno,
no puedo hablar en nombre de mi compañía, pero personalmente pienso
que...", aparecerá como un representante de tal corporación dice esto
y aquello. "Se advirtió al ejecutivo: usted no puede expresar una
opinión personal. Sólo exponga la versión oficial. No ponga de manifiesto
sus sentimientos particulares".
Se previene a los funcionarios contra caer en preguntas que tengan
opciones múltiples. También fueron advertidos contra preguntas "categóricas".
Se les enseñó a no hacer una lista, sino elegir un punto, tratarlo
y luego "puentear" a su propio punto. Se informo a los ejecutivos
que en ocasiones se encontrarían con reporteros que cortan respuestas,
interrumpen los "puentes" más cuidadosamente elaboradas, hacen comentarios
malintencionados y son francamente groseros. "Si sucede esto trate
de sobrellevarlo e intente capturar la simpatía del público con expresiones
faciales y lenguaje corporal. Si se enfrasca en una batalla verbal
con el entrevistador, saldrá perdiendo. El periodista está en su terreno
y está familiarizado con las técnicas de las transmisiones. El ganará
la batalla. No es posible que usted, un aficionado, pueda triunfar
sobre un profesional". Además se indica a los ejecutivos a mantenerse
siempre serenos, ser amistosos y caballerosos. Nada de luchas personales.
"Si se vuelve hostil, probablemente perderá la simpatía del público
y terminará en una mala situación". Otras sugerencias incluían escuchar
siempre con cuidado las preguntas, nunca dejar que las acusaciones
permanezcan, contestar sólo preguntas con las que estén familiarizados
y no relativas a temas de controversia, y "puentear" con frecuencia
hacia lo que ellos desean manifestar, no lo que el reportero quiere
que digan. Pueden haber ocasiones en las que el ejecutivo no quiera
responder una pregunta, pero se le insistió en evitar decir "sin comentarios"
a toda costa. Eso suena evasivo, como si tuviese algo que ocultar.
Si el ejecutivo no puede o no quiere responder a una pregunta, se
le insta a manifestarlo y explicar el porqué. Una forma de evadir
la respuesta a una pregunta es planteando otra que ellos prefieran.
Recomendaron a los ejecutivos nunca mentir -nunca inventar, ocultar
o distorsionar los hechos-. "Lo más probable que tarde o temprano
sea descubierto si no habló con la verdad. Perderá su credibilidad.
No tendrá oportunidad de recobrarla. Nadie creerá en usted nunca juegue
con la verdad". Se les enseñó lo importante que es la brevedad en
las respuestas. "La meta es 20 a 30 segundos: hágala lúcida y breve".
Un discurso de 20 o 30 segundos bien elaborado facilitará la labor
del director, e incrementará las probabilidades de que la declaración
del ejecutivo sea utilizada. Se les insistió en evitar el empleo de
palabras vulgares, apoyar generalidades, valerse de una autoridad
-un experto que comparta el mismo punto de vista-, utilizar estadísticas
para ilustrar una afirmación, usar analogías para apoyar respuestas.
(Schrank, Jeffrey, 1989,págs. 151-152).
Existir o no existir
El mito de la objetividad de la imagen televisiva alcanza tales dimensiones
que se convierte en autentificadora de la realidad. Se considera mucho
más real aquello que se ha visto en TV. Solo existe aquello que ha
aparecido en la TV, según Eco "Si apareces en la TV, existes".
Políticos, artistas y personajes del jet set dedican buena parte de
su tiempo y de sus esfuerzos a convertirse en noticia televisiva.
En la política es la realidad la que se acomoda a la imagen. Cada
vez son más numerosos los acontecimientos que se producen porque la
televisión necesita material, no porque lo necesite la realidad. La
televisión no se limita a reproducir la realidad. Con frecuencia la
produce y la crea.
Por otro lado, la televisión puede ser reductora de tensiones por
catarsis, puede ser también inductora de conductas por mimesis. El
niño aprende por observación y por imitación. La televisión es un
eficaz instrumento de penetración cultural al potenciar el aprendizaje
de conocimientos y de comportamientos. Las reacciones de adhesión
o de rechazo respecto a los personajes tienden a producirse más por
implicaciones emotivas que por consideraciones ideológicas o éticas.
Nuestra imagen de la realidad es básicamente lo que nos ofrecen los
media y sobre todo la televisión. De ahí la importancia de su control
social. La televisión basa en buena medida su poder como instrumento
de penetración cultural en su capacidad para la creación y la potenciación
de estereotipos sociales. El estereotipo es un recurso eficaz para
conseguir el éxito fácil, porque supone una simplificación de la realidad
y para el espectador es más cómodo decodificar lo simple que lo complejo.
El estereotipo es uno de los recursos más eficaces de manipulación.
Publicidad y política, forman un eslogan
La publicidad alimenta las campañas electorales por implementación
de conocimientos derivados del análisis del mensaje publicitario,
por conocimientos a través de la investigación motivacional y los
derivados de técnicas publicitarias.
Con respecto al conocimiento derivado del análisis del mensaje publicitario,
la composición del mensaje político oral u escrito debe poseer: estructuras
con frases cortas que expresen ideas asociadas a necesidades del receptor.
Presentación auxiliada por factores que estimulen atención. Lenguaje
de fácil comprensión y pronunciación. Recurso de asociación y repetición
para memorizar mensajes. El núcleo del mensaje debe asentarse en la
faz emocional. La efectividad del mensaje se eleva cuando se implica
al receptor.
Con respecto a los conocimientos por investigación motivacional, sobre
persuasión política se destaca: el recurso del psicoanálisis para
penetrar en estratos subconscientes e inconscientes a efectos de descubrir
el mecanismo del consenso. La importancia de las motivaciones en la
decisión política. Importancia de lo emotivo y racional en la decisión
humana. El papel que juega el simbolismo en la existencia del ser
humano. Proyección de los electores en la personalidad del candidato.
La utilización de instrumentos psicológicos para descubrir actitudes
del electorado frente a un candidato o a una idea. Identificación
de los electores con una idea o candidato. El predominio de símbolos
no racionales.
Por último los conocimientos derivados de técnicas publicitarias,
para lograr conquista del consumidor. Propuesta Unica de Venta: se
señala al electorado las diferencias entre el candidato y sus rivales
y se selecciona un beneficio exclusivo que únicamente tiene el candidato
promocionado.
La Publicidad Testimonial: diversas personalidades ofrecerán testimonio
sobre el candidato. (Casos de Scioli y Pinky).
Imagen de Marca: por mecanismo simbólico se rodea al candidato de
una imagen distintiva a través de las significaciones psicológicas
que la promueve.
Utilización de humor: aumenta la credibilidad aparece tal como es
con virtudes y defectos. (Efecto tinellización).
Técnicas psicográficas permitió análisis cualitativo poblacional permitió
una ajustada segmentación del mismo.
Técnica posicionamiento: se trata de posicionar ventajosamente al
candidato en la mente de los electores a los que se aspira conquistar
a través de la manipulación de símbolos racionales o no racionales.
Los medios de Comunicación social equivalen al factor de poder por
incidir en la estructura sociocultural de la sociedad. La televisión
junto con la publicidad sustentan la propaganda contemporánea. El
factor televisivo fue vital en la propaganda.
Con respecto al predominio de la imagen en movimiento, con la difusión
de la TV el mensaje tiende a fincarse en sucesos más que en conceptos
y a acentuar las fórmulas verbales y las redundancias en desmedro
del análisis lógico, secuencial y racional. Por ello decimos que tanto
la televisión como la publicidad favorecen la aparición de la propaganda
Contemporánea.
En el mensaje televisivo encontramos dos tipos de comunicación, por
un lado el de la palabra (ya sea oral o escrita) y por otro la imagen.
En este sentido la palabra se comprende a través de un proceso lineal
secuencial y lógico y la imagen es comprendida de la captación instantánea
de un todo indiviso, de una aprehensión "en bloque" del significado
y los sentimientos. Además la palabra ofrece precisión al significado
su comunicación tenderá a cimentar un saber lógico. La imagen fomentará
un saber más intuitivo alógico. Asimismo la palabra promueve el nivel
conceptual en el proceso de captación de la realidad. En cambio la
imagen tiende a generar un filtro sensorial, a través del cual percibe
a los otros seres y cosas en un nivel emocional. En este sentido el
receptor tenderá a concentrarse más en la imagen, los gestos o el
estilo del emisor que en su mensaje. En el diálogo entre dos interlocutores
la concentración en el mensaje aumenta en relación con la distancia
que lo separa (a mayor distancia mayor concentración y viceversa).
Fenómeno de "Personificación de la política"
A raíz del privilegio otorgado a la comunicación visual del contenido
de la información en detrimento de la comunicación verbal tiende a
menguar el componente racional en la percepción y comprensión del
hecho político. Derivará en el ámbito del comportamiento político
de los televidentes en la movilización de una tendencia en la que
el citado componente ocupará un rol cada vez más alejado del protagonismo,
el cual se irá conformando por elementos no racionales y emotivos
de la personalidad.
La presentación del mundo político ante los televidentes privilegiará
la presencia de sus protagonistas en detrimento de las ideas y reflexiones
sobre las mismas. Fenómeno de "Personificación de la política" el
sentido de esta radica en la representación realizada por el personaje
y no en las ideas por él sustentadas.
La principal connotación estribará en el estilo de actuación y la
imagen resultante que el mismo se forje en la mente del telespectador.
La información sobre el mundo político a través de la televisión produce
un fenómeno "educación tele-política" que fomentará una determinada
percepción y comprensión del mundo político signadas por la preeminencia
de la forma de presentación de un suceso sobre el contenido del mismo,
el predominio de la actuación del personaje sobre las ideas que pretende
encarnar y la uniformación de los niveles de captación y actuación
sobre la realidad política.
A través de la televisión, la propaganda deberá conformar un mensaje
delineado por acentuarse más en sucesos que en conceptos. Resaltar
las fórmulas verbales, los lugares comunes sobre el análisis racional,
exaltar las emociones, darle preeminencia al interés visual por empleo
de cámaras, privilegiar valores de la atracción y novedad, incentivar
la comunicación a través de la imagen, ella posee mayor capacidad
para influenciar sobre el contenido del mensaje televisivo que la
comunicación a través de la palabra, adecuar ideas que se desean transmitir,
explotar la credibilidad que se le otorga al personaje y extenderla
al contenido de su mensaje, manejar la presentación del contenido
de la información, modelar la presentación ante las cámaras de las
personalidades políticas a las pautas devinientes del comportamiento
ante el medio de los personajes televisivos, explotar el efecto de
"establecimiento de agenda" para condicionar la percepción de la realidad
política; predominar la "personalización de la política", la política
encarnada en personas se privilegiarán aspectos que exalten el interés
visual; la propaganda tenderá a que la utilización del "efecto espectáculo"
se constituya en un reaseguro para lograr la adhesión a su mensaje.
En lo que a campañas electorales se refiere se debe tener en cuenta
que al candidato con poco brillo intelectual pero con soltura y precisión
de movimientos y gestos ante las cámaras, le será más favorable el
medio televisivo que el de la prensa gráfica, donde tanto el periodismo
como el lector otorgaran prioridad a las ideas sobre la impresión
causada por las personas que las sustentan. Además cuenta el estilo
de alocución del candidato con frases cortas y palabras entendibles.
Es importante la personalidad pública del candidato y en segundo plano
están los problemas de la comunidad.
Durante la campaña presidencial de los ´80 en EE.UU. donde obtiene
la victoria Ronald Reagan sobre Jimmy Carter marca la "espectacularización
de la política" ya que arriba a la Casa Blanca alguien destacado en
el mundo del espectáculo. El proceso de "espectacularización" tiene
su encarnación por así llamarla "perfecta" en la figura de un político
que retiene y perfecciona sus cualidades de ex actor.
Antes los políticos eran importantes por las ideas que sustentaban
por la televisión se da el fenómeno de la personalización de los políticos.
Beatriz Sarlo destaca siete hipótesis sobre la videopolítica. Primera:
La videopolítica es hoy la forma más visible del aspecto público de
la política. Se trata de una reconfiguración tecnológica y cultural
de la que ya no es posible imaginar un retroceso. Segunda: la videopolítica
ofrece formas aparentemente no mediadas de presentación de las cuestiones
públicas. Circula la idea de que todo puede ser mostrado de manera
inmediata y directa. Tercera: La videopolítica desacraliza la política.
Los políticos afectados en su imagen están obligados a desarrollar
doble estrategia, la de la máscara al hombre común y la del personaje.
El político se somete a pruebas de popularidad. Cuarta: La videopolítica
adopta una forma discursiva más sencilla y accesible que la de las
instituciones del sistema político. Videopolítica parece más persuasiva
y accesible que el discurso parlamentario. Quinta: Vive en un puro
presente y acepta el discurso televisivo. Sexta: Define un nuevo tipo
de acontecimiento público especialmente creado para integrarse en
su continuum. Séptima: Transforma la democracia representativa en
democracia de opinión. Es decir en videopolítica todos somos iguales.
La televisión constituye al campo de la mirada en el gran tema estratégico
del poder político; la lucha electrónica por ordenar y educar las
percepciones de la gente se convierte entonces en una de las claves
centrales de nuestra época. El formato televisivo impone reglas del
juego muy determinadas a partir de las cuales el político podrá innovar
o generar variaciones que lo distingan positivamente en el continuo
del flujo audiovisual.
Cabría distinguir dos aspectos distintos involucrados en el manejo
de la imagen del cuerpo político. Por una parte, supone el aprendizaje
del lenguaje del medio del mismo modo que se aprenden las reglas de
la conversación cotidiana, de una prueba escolar o de la señalización
puesta en juego al cruzar una avenida en una ciudad. Se trata de la
entrada en las reglas de un lenguaje, en este caso con un importante
componente gestual. Por otra parte, pone en funcionamiento diversas
estrategias de posicionamiento de los políticos y de construcción
deliberada de sus imágenes ante la opinión pública. Entre ambos aspectos
hay una zona borrosa, en la que no se sabe cuándo termina el respeto
por ciertas reglas del lenguaje del medio y cuándo empieza la producción
de un artificio destinado a ganar votos, como las operaciones publicitarias
destinadas a dar a conocer, consolidar, difundir, rectificar, sanear,
recrear, etc., la imagen de un político.
La política audiovisual activa en el televidente sus modos de desciframiento
de la imagen: un gesto de un político en un debate es la expresión
de ciertos atributos -por ejemplo, calma, sinceridad, miedo, agresividad,
comprensión, conocimiento o incompetencia- sólo porque el receptor
así lo considera. Especialmente en la época de caída de la credibilidad
en las palabras, el telespectador se va transformando, gracias a las
posibilidades de la imagen, en un lector de indicios. No quieren que
le mientan más, como votante se ha convertido es una especie de detective
que no le cree a ninguno de los personajes y busca -de modo indirecto-
señales de sinceridad, familiaridad cultural, honestidad del político.
La radio tiene menos recursos técnicos que la TV para construir o
mejorar el perfil de un político aunque, como contrapartida, lo expone
menos, no es tan riesgosa. Finalmente, tampoco en la política la imagen
puede prescindir de la palabra para definir el sentido de lo que se
quiere transmitir como mensaje. Toda imagen contiene potencialmente
una pluralidad de significados, entre los cuales la audiencia puede
elegir algunos e ignorar otros. Esta polivalencia de la imagen crea
siempre una especie de disfunción que la propaganda política busca
cancelar a través de las palabras. Roland Barthes postuló que las
formas para otorgar un sentido determinado a una imagen son básicamente
dos: el anclaje y el relevo. El anclaje es la operación por la cual
determinadas palabras definen qué es lo que la imagen quiere representar.
La función del relevo es más propia de los dibujos de historietas,
el cine y la publicidad electoral. Ella se produce a través de un
texto complementario de la imagen, que guía al lector entre sus diferentes
significados posibles. La primacía de la imagen que impone la TV a
la política no implica la cancelación de la función de la palabra
como la portadora del sentido sino, en todo caso, la emergencia de
lo que hoy podríamos llamar el debate entre "ideas electrónicas".
Mediante el estudio de la relación existente entre los medios y los
procesos electorales, se contempló la existencia de un conjunto de
efectos que no podían evaluarse como integrados en los procesos de
persuasión de las campañas pero sí en la previa distribución social
de la información. Desde este ángulo se ubica a los medios con más
precisión en la conformación de las culturas políticas presentes en
un país en un momento dado. Los efectos cognitivos se pueden agrupar
en tres grandes rubros:
a) El conjunto de las consecuencias de los medios de comunicación
de masas en los procesos de formación y funcionamiento de la opinión
pública. Es en este sentido que los medios orientan la atención pública,
la agenda de temas predominantes, la jerarquización de la relevancia
de dichos temas y la capacidad de discriminación temática que manifiestan
los individuos.
b) Los efectos que resultan de las características de la distribución
social de los conocimientos según la pertenencia de los individuos
a distintos sectores socioeconómicos, culturales o laborales.
c) Las formas de construcción simbólica de la realidad social que
va generando el flujo informativo diario.
Los programas televisivos pueden producir efectos con diferentes centro
de gravedad -orientación del voto, formación de climas de opinión
o de la agenda de temas- según qué géneros o componentes de géneros
pongan en funcionamiento. La entrevista, el noticioso, la mesa redonda,
el comentario, tienen un efecto decisivo en la constitución del conjunto
de preguntas que ordenan el debate político, supliendo a veces las
falencias de la dirigencia política en tal sentido. Por ello, una
buena aparición de un político en el flujo informativo diario y en
situaciones no electorales, es muy importante para la conquista de
cierta imagen y para la confiabilidad de la gente. Los diferentes
géneros, como el reportaje o el comentario, remiten a funciones periodísticas
e intelectuales revitalizadas dentro de las nuevas relaciones entre
poder y saber que se dan actualmente en nuestras sociedades.
En Argentina la prensa escrita mantiene la función de instalar las
temáticas y acontecimientos que durante el día se ampliarán y reciclarán
por la radio y la televisión. La TV en este país es más importante
en la exhibición visual de los hechos y en la circulación de ciertos
argumentos que en la instalación de noticias o temáticas nuevas.
El programa de opinión y el noticioso de TV impone al político sus
reglas pero le permite entrar en el eje de la mirada que vincula el
espacio público con la cotidianeidad de la gente. Pero también el
periodista, el comentarista político o la estrella de la TV, pueden
hacer entrar a un político en el circuito de confiabilidad y credibilidad
del público que ellos poseen. No es raro entonces que en una entrevista
o reportaje, el político manifieste gestos de familiaridad o amistad
con estas personas, llamándolas por su nombre de pila, connotando
sobreentendidos o explicitando una amistad de largos años entre ellos.
En estos casos, el político se acopla al prestigio del artista o a
la autoridad que otorga a un periodista una posición de autonomía
de criterios y la ausencia de compromisos fuertes con el poder político.
El político deberá adaptarse a los lenguajes y géneros prevalecientes
en los diferentes segmentos del electorado a los que quiere acceder.
La TV constituye en su lenguaje los espacios más propios de la política:
el debate parlamentario, el discurso presidencial, la conferencia
de prensa, el acto, la manifestación, etc. Pero en épocas de crisis
social, de debilitamiento de la representación y la credibilidad partidaria,
cuando el candidato debe enviar el mensaje de estar situado por fuera
del sistema y la clase dirigente, la TV captura la política desde
sus géneros propios como medio: el humor, el melodrama, la historia
del héroe deportivo, la parodia, el cuerpo explícito, las imitaciones,
diversos saberes, habilidades y astucias. La política se apoya entonces
en viejas complicidades y pactos narrativos de los medios con sus
públicos. Por ello los políticos que manejan estos repertorios son
o aparecen como personas de dentro de los medios y no como gente que
contrata espacios para la publicidad o a la que la cámara tiene que
ir a buscar a su escritorio o a su banca. Collor y Menem, cada uno
a su modo, cumplieron estos requisitos. Esta contaminación de la política
con géneros no tradicionalmente propios, impone un sesgo personalizado
a la imagen pública del dirigente al mostrarlo generalmente en su
vida cotidiana, en sus gustos, alternativas afectivas y recuerdos
familiares. Este es un fenómeno extendido que alude a las transformaciones
de época del carácter de la política.
Cuando la política aparece como una acción lejana de la gente y la
crisis erosiona las palabras y los discursos, las relaciones entre
el político y la población suele rehacerse en las claves de un contacto
cultural sostenido en un conjunto de géneros y entretenimientos disfrutados
por las personas en su tiempo libre, al que generalmente se lo considera
como un momento neutro o un espacio en blanco en el que nada importante
sucede.
El lenguaje televisivo es fragmentario, utiliza tiempos cortos y una
imagen borra la previa. Sus montajes pueden trabajar con secuencias
parciales, des y recontextualizar situaciones, discursos, gestos,
momentos de un debate o de un acto. Uno de los ejes de constitución
del discurso social es la relación que se establece dentro del mismo
entre el enunciador y sus destinatarios; a veces el destinatario real
de un discurso no es el que parece: dirigiéndose a los soldados en
una ceremonia en un cuartel, un mando militar puede estar, en realidad,
enviando un mensaje a los políticos; en un acto público el político
puede querer dirigirse principalmente a los afiliados del partido.
Por otra parte, en el camino aparecen destinatarios que no estaban
invitados y se autoconstituyen como tales afectando los cálculos del
orador. La identificación del destinatario real y del aparente de
los discursos es una tarea típica de la prensa interpretativa. Pero
actualmente el político puede (y debe) distinguir también entre la
parte de su discurso que está dirigida solo a los asistentes al acto
y aquellas que van a ser emitidas por televisión posteriormente: el
tono de su voz y la velocidad de su enunciación serán distintos, el
fragmento televisivo incluirá ideas centrales o remates emotivos,
según los aconsejen las circunstancias. Esto supone que el discurso
no sólo tiene destinatarios diferentes y simultáneos por cálculo electoral
o intención política, sino también respeta reglas distintas según
sean pasajes destinados a la comunicación personal directa o a la
mediatizada.
"La TV consumó la reproductibilidad técnica de la palabra política,
quitándole el aura originaria que habitaba en la relación directa
e irrepetible entre el orador y el público de otros tiempos. Sin embargo,
esta reproductibilidad técnica debe seleccionar los momentos más auténticos
o verosímiles para editar en la pantalla". (Landi Oscar, 1992, pág.
38).
La influencia de los líderes de opinión
Las relaciones sociales informales desempeñan una parte significativa
modificando la forma en que determinadas personas reaccionan frente
a un mensaje que les llegue a través de los medios de comunicación
de masas. Se descubrió, que existían, en realidad, muchas personas
cuyo contacto directo con los medios era bastante limitado. Estas
personas obtenían casi toda su información sobre la campaña electoral
a través de otras personas. La información pasaba de los medios a
aquellos individuos relativamente bien informados, que atendían con
frecuencia a la comunicación de masas. En segundo lugar, esos individuos
la transmitían, por canales interpersonales, a otros individuos que
tenían menor contacto con los medios y que dependían de los demás
para obtener su información. Este proceso de la comunicación fue conocido
como "flujo de la comunicación en dos escalones". Los individuos que
tenían más contacto con los medios fueron denominados "líderes de
opinión", porque se descubrió que jugaban un papel importante puesto
que contribuían a moldear las intenciones de voto de aquellas otras
personas a las que pasaban información. Desde luego, no sólo pasaban
información sino también su interpretación del contenido de las comunicaciones.
Esta "influencia personal" quedó inmediatamente reconocida como un
importante mecanismo interviniente, que operaba entre el mensaje de
la comunicación de masas y la respuesta dada a ese mensaje.
Lic.
Silvina Torre.
Analista en Medios de Comunicación. Periodista.
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