UNA ÉTICA DEL SACRIFICIO PERSONAL (1) Por George Ellis (2)


Desde hace tiempo existe la opinión de que la ciencia y al religión están en conflicto. Algunos se dedicaron a propagar con fuerza ese mensaje y, en cierto sentido, el tópico se extendió más de lo debido, con lo cual de hecho se creó el conflicto. Ahora, sin embargo, esto está cambiando. En un principio la religión proclamó que tenía textos científicos sobre el origen de la vida, el origen físico del universo y cosas de ese tipo. A medida que la ciencia progresó, la religión tuvo que retroceder y evitar afirmaciones históricas respecto de la evaluación de la vida o la historia del universo. Desde entonces la ciencia reclama cada vez más territorio y brinda explicaciones de base científica de aspectos cada vez más amplios del mundo y del universo. Algunos científicos proclaman hoy que la ciencia lo explica todo y que, de hecho, proporcionará todas las explicaciones necesarias para vivir; por supuesto, se equivocan. También tendrán que retroceder.
La idea de que la religión tiene su lugar en el ámbito del significado, la ética y los temas metafísicos, mientras que la ciencia tiene su propio lugar en el ámbito de los mecanismos -cómo funcionan las cosas-, no es nueva. Así analizadas las cosas, no existe mayor conflicto entre ambas: actúan en ámbitos separados. Algunos sostienen que como tienen ámbitos tan diferentes, simplemente no hay lugar para conflictos. Eso no es del todo correcto. Hay puntos -el origen de la vida, la naturaleza de la existencia, la cuestión ética- donde existen por lo menos conflictos posibles.
Es muy fácil desafiar a los biólogos evolutivos que siguen afirmando que su ciencia puede proporcionar una base para la ética . Si un científico dice: "La ciencia puede manejar la ética", hay que contestarle: "¿Qué dice la ciencia que habría que hacer en la actualidad en Irak? ¿Y qué dice la ciencia en términos éticos sobre Israel y Palestina?" Obtendremos silencia total, porque la ciencia no puede manejar cuestiones éticas. Los valores, cruciales para nuestra vida individual y social, tienen que proceder de una posición filosófica basada en valores o una posición religiosa que dé sentido. No se los puede justificar sólo mediante la racionalidad, y mucho menos por medio de la ciencia. La racionalidad puede ayudar a decidir qué curso de acción tiene más probabilidades de impulsar objetivos éticos específicos una vez que hacemos tales elecciones de valor, pero las propias elecciones, el sistema ético, no deben proceder de la pura racionalidad de la prueba rigurosa, y sin duda tampoco de la ciencia. La ciencia no puede ser la base de la ética. En este punto, una concepción profundamente religiosa del mundo tiene central importancia. Es esencial para nuestro bienestar y realización, dado que la ética y el significado están estrechamente entrelazados. Los seres humanos anhelan significados y guía nuestros actos de acuerdo con éstos. Aquí presentaré una visión muy cuáquera: que es necesario incorporar la ética al diálogo entre ciencia y religión. Sin ética, la discusión está incompleta por muchas razones.

Ética y realismo moral

Adopto la posición del realismo moral, que sostiene que no se inventa la ética, sino que la descubre. Una escuela sociológica sugiere que la ética se inventa, que es creación de una sociedad. Esa vía culmina en un completo relativismo en el que es imposible decir que un acto es malo porque es un hecho que los distintos grupos sociales tienen distintas convicciones éticas. Todo lo que puede decirse desde ese punto de vista es que algunos tienen socialmente determinados diferentes de los de otros. Nada puede calificarse de bueno o malo. Es sólo que las madres de Hitler y Churchill les dijeron a éstos cosas diferentes. Ninguno de los dos hizo nada malo, ya que "malo" no tiene un significado universal. Si, en cambio, se cree que en verdad hay actos buenos y malos, hay que reconocer la capacidad de distinguir unos de otros, y ésa es una afirmación de realismo ético. Eso significa que la ética no se inventa sino que se la descubre, como se descubren las matemáticas, que tienen carácter universal, el mismo en todo el universo. Mi propuesta es que la ética también tiene un carácter universal invariable en tiempo y espacio.
Me refiero aquí a la ética profunda, diferente de la ética superficial en la que todos coinciden y que la sociobiología puede explicar. ¿Qué es la ética profunda? Es autovaciamiento, o renuncia, o autosacrificio, algo que está profundamente arraigado en todas las tradiciones religiosas del mundo. Es el núcleo de la cristiandad: el sufrimiento en la cruz es una renuncia kenótica, autoinmolatoria en nombre de la humanidad. Ella está muy arraigada en la concepción cuáquera de la guerra y la paz. En Christian Faith and Practice (Práctica y fe cristiana, el texto que los cuáqueros consideran como guía de la conducta religiosa) hay un pasaje que dice lo siguiente:

"El testimonio cuáquero respecto de la guerra no establece como norma de valor la consecución de la seguridad individual o nacional, ni se basa en la iniquidad de acabar con vidas humanas, por más importante que sea ese aspecto de la cuestión. Se basa en la concepción de que Dios está en todo hombre, por la cual, en presencia del mal, se convoca al cristiano a seguir una línea de pensamiento y conducta que, aunque pueda comprender sufrimiento, es, a largo plazo, la que más probabilidades tiene de llegar al testigo interior y trocar así una mente mala en una mente buena. Ese resultado no se consigue mediante la guerra" (A. Neave Brayshaw, 1921).
El cambio de un corazón endurecido no se puede obtener por la fuerza militar ni comprando gente ni a través de la persuasión intelectual. Es algo que se consigue tratando a las personas como seres humanos, como algo valioso. Sobre todo mediante el sacrificio en nombre de otros, como lo ejemplificaron con su vida y su trabajo Martin Luther King, Mahatma Gandhi y Desmond Tutu. La actitud ética profunda no supone que se esté siempre autosacrificando en nombre de otros, sino que uno está preparado para hacerlo cuando suponga una diferencia estratégica. A veces es lo único que se puede constituir una verdadera diferencia. Se trata de kenosis cuando uno está dispuesto a sacrificarse en el momento y el lugar adecuados si ello puede ser algo transformador, sobre todo cuando puede convertir a un enemigo en amigo, pues ésa es la base de la verdadera seguridad. Muchos sugirieron que la kenosis es una buena idea pero impracticable. Para responderles, transcribo un documento notable que recibí hace poco de un hombre llamado David Christie.
"En 1967 -escribe Christie- yo era un joven oficial de un batallón escocés que cumplía tareas de mantenimiento de la paz en Aden, en lo que actualmente es Yemen. La situación era similar a la de Irak, y moría gente todos los días. Como siempre, los que más sufrían eran los inocentes que pertenecían a la población local. No sólo éramos duros, sino que contábamos con la fuerza necesaria para destruir por completo la ciudad si hubiéramos querido hacerlo. Pero teníamos un comandante que entendía cómo se lograba la paz, y nos llevó a hacer algo muy poco común, a no reaccionar cuando nos atacaban. Sólo se nos permitía abrir fuego si teníamos la completa certeza de que una persona en particular había lanzado una granada o disparado contra nosotros. Mientras prestamos servicio nos lanzaron 102 granadas y, en respuesta, el batallón disparó el gran total de dos balas, dando muerte al que había lanzado una granada. El saldo fue de más de cien heridos entre nuestros hombres y, gracias a Dios, sólo un muerto. Cuando nos arrojaban piedras, aguantábamos; cuando nos lanzaban granadas, nos tirábamos al suelo y, tras la explosión, nos poníamos de pie y aguantábamos. No reaccionábamos con furia ni de manera indiscriminada. No era la reacción esperada. Lentamente, muy lentamente, la población local empezó a confiar en nosotros y aclaró a los terroristas locales que no eran bienvenidos en esa zona. En un momento, los demás batallones sufrían un ataque tras otro. Nosotros jugábamos al fútbol con la población local. De hecho, habíamos llevado la paz a nuestra zona al costo de nuestra propia sangre. ¿Cómo se había logrado? Principalmente, porque nos comandaba un hombre que estaba dispuesto a morir por cualquiera de los soldados del batallón, y ellos lo sabían. Cada uno de los soldados llegó a estar dispuesto a sacrificarse por ese hombre. Mucha gente puede decir que no hacíamos más que obedecer órdenes, pero no era así. Nuestro comandante gozaba entre sus soldados de mayor respeto que el general. Lo adoraba. Poco a poco, en cada hombre empezó a desarrollarse un artífice de la paz, alguien decidido a tener éxito a cualquier costo. Es probable que, como yo, la mayor parte de los soldados sólo haya tomado conciencia años después de lo que se había logrado".
Me reuní con David Christie. Es un típico soldado: está dispuesto a matar, pero cree en la paz. Decidí ponerlo en contacto con Nosizwe Madlala- Routledge, integrante de nuestra reunión de Cabo Occidental y hasta hace poco viceministra de Defensa de Sudáfrica, con la esperanza de que pueda ayudar a entrenar a la Fuerza de Defensa Sudafricana.
La paz es algo del orden de la interacción. No voy a decir que sé esto más de lo que sé, pero creo que el punto clave es que si finalmente tenemos que usar métodos coercitivos para evitar la muerte de inocentes, todo el tiempo debemos ofrecer una salida al otro. Hay que darle su completa humanidad, no debemos decir Ustedes son irredimibles. Creo que eso es lo más importante. Esa persona debe tener siempre claro lo siguiente: "Voy a hacer todo lo que deba hacer para detenerte, pero no te trataré como si fueras subhumano". Tiene que existir esa oportunidad. Hay todo un espectro de posiciones que comprende la negociación, la resolución del conflicto y al empatía, pasando por la naturaleza y el costo del perdón, hasta la ética profunda del autosacrificio kenótico. El perdón es un gran paso. No es todo el camino, pero es parte del mismo. La clave es la capacidad de ver a los otros como seres humanos íntegros en lugar de verlos según la base del enemigo, que nos permite tratarlos como subhumanos. Comprender el sacrificio en nombre de nuestros enemigos, incluso la muerte, es un objetivo casi imposible. De todas formas, esta ética de autosacrificio es la verdadera naturaleza de la ética profunda, que descubrimos en lugar de inventar. Aparece en las tradiciones espirituales profundas de todos los credos religiosos.
Cuando hablé sobre esto hace unos años en California, un hombre se me acercó muy emocionado y me dijo: "Fue una charla increíble. Habló como un verdadero musulmán". Me sentí asombrado. Era el director del Centro de Estudios Musulmanes de Londres. En Nueva York escuché las palabras del Gran Rabino de Gran Bretaña, que manifestaban exactamente el mismo espíritu, y le dije: "Usted habla como un cuáquero". Me contestó: "Voy a tomarlo como un cumplido". Lo mismo está profundamente arraigado, por ejemplo, en la tradición hindú en la que creció Gandhi. Por eso pienso que todas las grandes religiones del mundo tienen una tradición espiritual que cree con seriedad en una ética kenótica. La verdadera división no se da en esta esfera ética sino entre los fundamentalistas y los no fundamentalistas, independientemente de si pertenecen o no al mismo grupo religioso. Los no fundamentalistas pueden relacionarse entre sí sin importar su fe y también coincidir en la naturaleza profunda de la ética.
La lucha sudafricana ejerció una gran influencia sobre mí para entender esto. Creo que la fuerza de mi convicción en la realidad de los temas morales parte de haber confrontado el mal en ese contexto, y del convencimiento de que era malo realmente. No había ningún relativismo capaz de minimizarlo. Y los grupos de oposición a los que yo pertenecía en Sudáfrica, como muchos otros, tenían principios extraordinarios. Su forma de trabajar encarnaba mucho de la ética del autosacrificio. En esa situación de Sudáfrica, ante lo malo del gobierno nacionalista, la tensión consistía en demonizar al gobierno. En muchos casos me resultó muy difícil resistirme a la tentación. Era difícil ver la luz de Dios en el Ministro de Justicia, que era el responsable de muertes y detenciones. Es tremendamente fácil demonizar a los otros. Pero se trata de una pendiente resbalosa: una vez que un empieza a deslizarse pronto está dispuesto a tratar a los otros de maneras intolerables. Buena parte de la oposición fue muy cuidadosa en ese sentido, en especial, claro, Tutu y Mandela.
El proceso de la Comisión de Reconciliación y Verdad encarnó mucho de eso. Se acordó que se perdonaría a pesar de que la furia estuviera muy justificada y de que pudieran exigirse terribles compensaciones. La paz política que siguió fue posible mediante el perdón del pueblo negro, que siguió el ejemplo de Tutu, Mandela y otros. Steve Biko fue una persona de la misma talla. Hubo caso en que el proceso funcionó de manera sorprendente. En otros, fue un fracaso total. A pesar de ello, fue un proceso político de perdón y no de venganza. Sin eso, nos habríamos sumido en una cruenta guerra civil.
En nuestra interacción con el mundo, todo depende de nuestra comprensión del contexto. Si el contexto cambia, cambia el significado de todo. El perdón es un ejemplo interesante. Nunca se pueden cambiar los hechos pasados, pero se puede cambiar su significado cambiando su interpretación, alterando el contexto en el que se los entiende. Así es como puede ser efectiva la kenosis a pesar de su naturaleza paradójica ("El que salve su vida la perderá: el que pierda la vida la salvará..."). La imagen de un enemigo odiado se convierte en la imagen de un ser humano que sufre. Las cosas, entonces, pasan a ser completamente distintas. El contexto es crucial. Eso es lo que el fundamentalismo ignora.

Fundamentalismo

Me gustaría decir algo más sobre el fundamentalismo en relación con la pregunta de qué es lo que nos hace humanos. Cada vez tomo mayor conciencia de que es esto lo que estoy combatiendo. ¿A qué me refiero con fundamentalismo? Me refiero a la proclamación de una verdad parcial como toda la verdad. Esa es la naturaleza esencial del problema. El poder del fundamentalismo deriva de que la verdad parcial que se proclama es en realidad una verdad. El peligro es que niega cualquier otra parte de la verdad también verdadera. Hay fundamentalismos en todos los grandes movimientos religiosos, entre ellos, el ateísmo fundamentalista. Pero también hay fundamentalismos en todas las áreas del pensamiento humano, como el arte y la literatura, las ciencias sociales y humanas. Y hay en particular fundamentalistas científicos en las ciencias duras, que proclaman que esas ciencias son lo único que importa y desprecian todo intento de afirmar que hay otras cosas en la vida. El cientificismo -la afirmación de que la ciencia es el acceso único y perfecto a toda la verdad- es una religión fundamentalista atea que tiene su credo: "La ciencia es la única senda hacia el conocimiento verdadero, completo y perfecto" (Peter Atkins, Galileo's Finger -El dedo de Galileo-, pág. 237), y también las reliquias de su santo (los restos morbosos del dedo de Galileo, que aparecen en ese libro inmediatamente después del título). Esa posición avanza por declamación ("tiene que ser así") más que por una argumentación legítima, ya que ni la ciencia ni la filosofía pueden establecer sus principales afirmaciones; pero es un sistema de creencias tan cerrado y dogmático como el de cualquier religión. Y eso sucede en física, química, bilogía y neurociencia; y procede mediante la proscripción de lo que puede considerarse legítimamente el objetivo de la investigación, sus métodos, los datos admitidos y los tipos de explicación. Va más allá de una simple antirreligiosidad: niega la mayor parte de lo que hace que la civilización valga la pena.

 
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