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Desde hace tiempo existe la opinión de que la ciencia y al religión
están en conflicto. Algunos se dedicaron a propagar con fuerza ese
mensaje y, en cierto sentido, el tópico se extendió más de lo debido,
con lo cual de hecho se creó el conflicto. Ahora, sin embargo, esto
está cambiando. En un principio la religión proclamó que tenía textos
científicos sobre el origen de la vida, el origen físico del universo
y cosas de ese tipo. A medida que la ciencia progresó, la religión
tuvo que retroceder y evitar afirmaciones históricas respecto de
la evaluación de la vida o la historia del universo. Desde entonces
la ciencia reclama cada vez más territorio y brinda explicaciones
de base científica de aspectos cada vez más amplios del mundo y
del universo. Algunos científicos proclaman hoy que la ciencia lo
explica todo y que, de hecho, proporcionará todas las explicaciones
necesarias para vivir; por supuesto, se equivocan. También tendrán
que retroceder.
La idea de que la religión tiene su lugar en el ámbito del significado,
la ética y los temas metafísicos, mientras que la ciencia tiene
su propio lugar en el ámbito de los mecanismos -cómo funcionan las
cosas-, no es nueva. Así analizadas las cosas, no existe mayor conflicto
entre ambas: actúan en ámbitos separados. Algunos sostienen que
como tienen ámbitos tan diferentes, simplemente no hay lugar para
conflictos. Eso no es del todo correcto. Hay puntos -el origen de
la vida, la naturaleza de la existencia, la cuestión ética- donde
existen por lo menos conflictos posibles.
Es muy fácil desafiar a los biólogos evolutivos que siguen afirmando
que su ciencia puede proporcionar una base para la ética . Si un
científico dice: "La ciencia puede manejar la ética", hay que contestarle:
"¿Qué dice la ciencia que habría que hacer en la actualidad en Irak?
¿Y qué dice la ciencia en términos éticos sobre Israel y Palestina?"
Obtendremos silencia total, porque la ciencia no puede manejar cuestiones
éticas. Los valores, cruciales para nuestra vida individual y social,
tienen que proceder de una posición filosófica basada en valores
o una posición religiosa que dé sentido. No se los puede justificar
sólo mediante la racionalidad, y mucho menos por medio de la ciencia.
La racionalidad puede ayudar a decidir qué curso de acción tiene
más probabilidades de impulsar objetivos éticos específicos una
vez que hacemos tales elecciones de valor, pero las propias elecciones,
el sistema ético, no deben proceder de la pura racionalidad de la
prueba rigurosa, y sin duda tampoco de la ciencia. La ciencia no
puede ser la base de la ética. En este punto, una concepción profundamente
religiosa del mundo tiene central importancia. Es esencial para
nuestro bienestar y realización, dado que la ética y el significado
están estrechamente entrelazados. Los seres humanos anhelan significados
y guía nuestros actos de acuerdo con éstos. Aquí presentaré una
visión muy cuáquera: que es necesario incorporar la ética al diálogo
entre ciencia y religión. Sin ética, la discusión está incompleta
por muchas razones.
Ética y realismo moral
Adopto la posición del realismo moral, que sostiene que no se inventa
la ética, sino que la descubre. Una escuela sociológica sugiere
que la ética se inventa, que es creación de una sociedad. Esa vía
culmina en un completo relativismo en el que es imposible decir
que un acto es malo porque es un hecho que los distintos grupos
sociales tienen distintas convicciones éticas. Todo lo que puede
decirse desde ese punto de vista es que algunos tienen socialmente
determinados diferentes de los de otros. Nada puede calificarse
de bueno o malo. Es sólo que las madres de Hitler y Churchill les
dijeron a éstos cosas diferentes. Ninguno de los dos hizo nada malo,
ya que "malo" no tiene un significado universal. Si, en cambio,
se cree que en verdad hay actos buenos y malos, hay que reconocer
la capacidad de distinguir unos de otros, y ésa es una afirmación
de realismo ético. Eso significa que la ética no se inventa sino
que se la descubre, como se descubren las matemáticas, que tienen
carácter universal, el mismo en todo el universo. Mi propuesta es
que la ética también tiene un carácter universal invariable en tiempo
y espacio.
Me refiero aquí a la ética profunda, diferente de la ética superficial
en la que todos coinciden y que la sociobiología puede explicar.
¿Qué es la ética profunda? Es autovaciamiento, o renuncia, o autosacrificio,
algo que está profundamente arraigado en todas las tradiciones religiosas
del mundo. Es el núcleo de la cristiandad: el sufrimiento en la
cruz es una renuncia kenótica, autoinmolatoria en nombre de la humanidad.
Ella está muy arraigada en la concepción cuáquera de la guerra y
la paz. En Christian Faith and Practice (Práctica y fe cristiana,
el texto que los cuáqueros consideran como guía de la conducta religiosa)
hay un pasaje que dice lo siguiente:
"El testimonio cuáquero respecto de la guerra no establece como
norma de valor la consecución de la seguridad individual o nacional,
ni se basa en la iniquidad de acabar con vidas humanas, por más
importante que sea ese aspecto de la cuestión. Se basa en la concepción
de que Dios está en todo hombre, por la cual, en presencia del mal,
se convoca al cristiano a seguir una línea de pensamiento y conducta
que, aunque pueda comprender sufrimiento, es, a largo plazo, la
que más probabilidades tiene de llegar al testigo interior y trocar
así una mente mala en una mente buena. Ese resultado no se consigue
mediante la guerra" (A. Neave Brayshaw, 1921).
El cambio de un corazón endurecido no se puede obtener por la fuerza
militar ni comprando gente ni a través de la persuasión intelectual.
Es algo que se consigue tratando a las personas como seres humanos,
como algo valioso. Sobre todo mediante el sacrificio en nombre de
otros, como lo ejemplificaron con su vida y su trabajo Martin Luther
King, Mahatma Gandhi y Desmond Tutu. La actitud ética profunda no
supone que se esté siempre autosacrificando en nombre de otros,
sino que uno está preparado para hacerlo cuando suponga una diferencia
estratégica. A veces es lo único que se puede constituir una verdadera
diferencia. Se trata de kenosis cuando uno está dispuesto a sacrificarse
en el momento y el lugar adecuados si ello puede ser algo transformador,
sobre todo cuando puede convertir a un enemigo en amigo, pues ésa
es la base de la verdadera seguridad. Muchos sugirieron que la kenosis
es una buena idea pero impracticable. Para responderles, transcribo
un documento notable que recibí hace poco de un hombre llamado David
Christie.
"En 1967 -escribe Christie- yo era un joven oficial de un batallón
escocés que cumplía tareas de mantenimiento de la paz en Aden, en
lo que actualmente es Yemen. La situación era similar a la de Irak,
y moría gente todos los días. Como siempre, los que más sufrían
eran los inocentes que pertenecían a la población local. No sólo
éramos duros, sino que contábamos con la fuerza necesaria para destruir
por completo la ciudad si hubiéramos querido hacerlo. Pero teníamos
un comandante que entendía cómo se lograba la paz, y nos llevó a
hacer algo muy poco común, a no reaccionar cuando nos atacaban.
Sólo se nos permitía abrir fuego si teníamos la completa certeza
de que una persona en particular había lanzado una granada o disparado
contra nosotros. Mientras prestamos servicio nos lanzaron 102 granadas
y, en respuesta, el batallón disparó el gran total de dos balas,
dando muerte al que había lanzado una granada. El saldo fue de más
de cien heridos entre nuestros hombres y, gracias a Dios, sólo un
muerto. Cuando nos arrojaban piedras, aguantábamos; cuando nos lanzaban
granadas, nos tirábamos al suelo y, tras la explosión, nos poníamos
de pie y aguantábamos. No reaccionábamos con furia ni de manera
indiscriminada. No era la reacción esperada. Lentamente, muy lentamente,
la población local empezó a confiar en nosotros y aclaró a los terroristas
locales que no eran bienvenidos en esa zona. En un momento, los
demás batallones sufrían un ataque tras otro. Nosotros jugábamos
al fútbol con la población local. De hecho, habíamos llevado la
paz a nuestra zona al costo de nuestra propia sangre. ¿Cómo se había
logrado? Principalmente, porque nos comandaba un hombre que estaba
dispuesto a morir por cualquiera de los soldados del batallón, y
ellos lo sabían. Cada uno de los soldados llegó a estar dispuesto
a sacrificarse por ese hombre. Mucha gente puede decir que no hacíamos
más que obedecer órdenes, pero no era así. Nuestro comandante gozaba
entre sus soldados de mayor respeto que el general. Lo adoraba.
Poco a poco, en cada hombre empezó a desarrollarse un artífice de
la paz, alguien decidido a tener éxito a cualquier costo. Es probable
que, como yo, la mayor parte de los soldados sólo haya tomado conciencia
años después de lo que se había logrado".
Me reuní con David Christie. Es un típico soldado: está dispuesto
a matar, pero cree en la paz. Decidí ponerlo en contacto con Nosizwe
Madlala- Routledge, integrante de nuestra reunión de Cabo Occidental
y hasta hace poco viceministra de Defensa de Sudáfrica, con la esperanza
de que pueda ayudar a entrenar a la Fuerza de Defensa Sudafricana.
La paz es algo del orden de la interacción. No voy a decir que sé
esto más de lo que sé, pero creo que el punto clave es que si finalmente
tenemos que usar métodos coercitivos para evitar la muerte de inocentes,
todo el tiempo debemos ofrecer una salida al otro. Hay que darle
su completa humanidad, no debemos decir Ustedes son irredimibles.
Creo que eso es lo más importante. Esa persona debe tener siempre
claro lo siguiente: "Voy a hacer todo lo que deba hacer para detenerte,
pero no te trataré como si fueras subhumano". Tiene que existir
esa oportunidad. Hay todo un espectro de posiciones que comprende
la negociación, la resolución del conflicto y al empatía, pasando
por la naturaleza y el costo del perdón, hasta la ética profunda
del autosacrificio kenótico. El perdón es un gran paso. No es todo
el camino, pero es parte del mismo. La clave es la capacidad de
ver a los otros como seres humanos íntegros en lugar de verlos según
la base del enemigo, que nos permite tratarlos como subhumanos.
Comprender el sacrificio en nombre de nuestros enemigos, incluso
la muerte, es un objetivo casi imposible. De todas formas, esta
ética de autosacrificio es la verdadera naturaleza de la ética profunda,
que descubrimos en lugar de inventar. Aparece en las tradiciones
espirituales profundas de todos los credos religiosos.
Cuando hablé sobre esto hace unos años en California, un hombre
se me acercó muy emocionado y me dijo: "Fue una charla increíble.
Habló como un verdadero musulmán". Me sentí asombrado. Era el director
del Centro de Estudios Musulmanes de Londres. En Nueva York escuché
las palabras del Gran Rabino de Gran Bretaña, que manifestaban exactamente
el mismo espíritu, y le dije: "Usted habla como un cuáquero". Me
contestó: "Voy a tomarlo como un cumplido". Lo mismo está profundamente
arraigado, por ejemplo, en la tradición hindú en la que creció Gandhi.
Por eso pienso que todas las grandes religiones del mundo tienen
una tradición espiritual que cree con seriedad en una ética kenótica.
La verdadera división no se da en esta esfera ética sino entre los
fundamentalistas y los no fundamentalistas, independientemente de
si pertenecen o no al mismo grupo religioso. Los no fundamentalistas
pueden relacionarse entre sí sin importar su fe y también coincidir
en la naturaleza profunda de la ética.
La lucha sudafricana ejerció una gran influencia sobre mí para entender
esto. Creo que la fuerza de mi convicción en la realidad de los
temas morales parte de haber confrontado el mal en ese contexto,
y del convencimiento de que era malo realmente. No había ningún
relativismo capaz de minimizarlo. Y los grupos de oposición a los
que yo pertenecía en Sudáfrica, como muchos otros, tenían principios
extraordinarios. Su forma de trabajar encarnaba mucho de la ética
del autosacrificio. En esa situación de Sudáfrica, ante lo malo
del gobierno nacionalista, la tensión consistía en demonizar al
gobierno. En muchos casos me resultó muy difícil resistirme a la
tentación. Era difícil ver la luz de Dios en el Ministro de Justicia,
que era el responsable de muertes y detenciones. Es tremendamente
fácil demonizar a los otros. Pero se trata de una pendiente resbalosa:
una vez que un empieza a deslizarse pronto está dispuesto a tratar
a los otros de maneras intolerables. Buena parte de la oposición
fue muy cuidadosa en ese sentido, en especial, claro, Tutu y Mandela.
El proceso de la Comisión de Reconciliación y Verdad encarnó mucho
de eso. Se acordó que se perdonaría a pesar de que la furia estuviera
muy justificada y de que pudieran exigirse terribles compensaciones.
La paz política que siguió fue posible mediante el perdón del pueblo
negro, que siguió el ejemplo de Tutu, Mandela y otros. Steve Biko
fue una persona de la misma talla. Hubo caso en que el proceso funcionó
de manera sorprendente. En otros, fue un fracaso total. A pesar
de ello, fue un proceso político de perdón y no de venganza. Sin
eso, nos habríamos sumido en una cruenta guerra civil.
En nuestra interacción con el mundo, todo depende de nuestra comprensión
del contexto. Si el contexto cambia, cambia el significado de todo.
El perdón es un ejemplo interesante. Nunca se pueden cambiar los
hechos pasados, pero se puede cambiar su significado cambiando su
interpretación, alterando el contexto en el que se los entiende.
Así es como puede ser efectiva la kenosis a pesar de su naturaleza
paradójica ("El que salve su vida la perderá: el que pierda la vida
la salvará..."). La imagen de un enemigo odiado se convierte en
la imagen de un ser humano que sufre. Las cosas, entonces, pasan
a ser completamente distintas. El contexto es crucial. Eso es lo
que el fundamentalismo ignora.
Fundamentalismo
Me gustaría decir algo más sobre el fundamentalismo en relación
con la pregunta de qué es lo que nos hace humanos. Cada vez tomo
mayor conciencia de que es esto lo que estoy combatiendo. ¿A qué
me refiero con fundamentalismo? Me refiero a la proclamación de
una verdad parcial como toda la verdad. Esa es la naturaleza esencial
del problema. El poder del fundamentalismo deriva de que la verdad
parcial que se proclama es en realidad una verdad. El peligro es
que niega cualquier otra parte de la verdad también verdadera. Hay
fundamentalismos en todos los grandes movimientos religiosos, entre
ellos, el ateísmo fundamentalista. Pero también hay fundamentalismos
en todas las áreas del pensamiento humano, como el arte y la literatura,
las ciencias sociales y humanas. Y hay en particular fundamentalistas
científicos en las ciencias duras, que proclaman que esas ciencias
son lo único que importa y desprecian todo intento de afirmar que
hay otras cosas en la vida. El cientificismo -la afirmación de que
la ciencia es el acceso único y perfecto a toda la verdad- es una
religión fundamentalista atea que tiene su credo: "La ciencia es
la única senda hacia el conocimiento verdadero, completo y perfecto"
(Peter Atkins, Galileo's Finger -El dedo de Galileo-, pág. 237),
y también las reliquias de su santo (los restos morbosos del dedo
de Galileo, que aparecen en ese libro inmediatamente después del
título). Esa posición avanza por declamación ("tiene que ser así")
más que por una argumentación legítima, ya que ni la ciencia ni
la filosofía pueden establecer sus principales afirmaciones; pero
es un sistema de creencias tan cerrado y dogmático como el de cualquier
religión. Y eso sucede en física, química, bilogía y neurociencia;
y procede mediante la proscripción de lo que puede considerarse
legítimamente el objetivo de la investigación, sus métodos, los
datos admitidos y los tipos de explicación. Va más allá de una simple
antirreligiosidad: niega la mayor parte de lo que hace que la civilización
valga la pena.
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