LA
NOVELA "EL CODIGO DA VINCI" Y LA FE CATÓLICA
|
Pbro. Luis
Heriberto Rivas (Profesor de Sagradas Escrituras de la Universidad
Católica Argentina, UCA). |
Hoy
se cuentan por millones los lectores que en todo el mundo devoran
la novela "El Código da Vinci". Para algunos no es más que una novela,
otros descubren que bajo la apariencia de una novela se esconde un
ataque dirigido contra la iglesia católica, pero hay otros que ingenuamente
la leen como si se tratara de una investigación científica, y se asombran
por la cantidad de verdades que antes no les habían dicho y que permanecían
ocultas.
Para la gran mayoría de la gente la novela resulta atractiva, porque
siempre fascina lo que aparece como misterioso, y sobre todo cuando
presenta una versión diferente de lo que siempre se ha creído de otra
forma. Así sucede, por ejemplo, con los libros que con apariencia
científica pretenden documentar contactos con Ovnis o con personajes
extra-terrestres. Los libros de historia, por más bien documentados
que estén, no suelen ser tan exitosos en las librerías, como aquellos
que ofrecen una historia cambiada o intenta destruir a una persona
que hasta ahora era tenida por héroe.
Ejercen gran atracción sobre la gente, y tienen venta asegurada, los
libros que prometen revelar documentos que alguna autoridad mantiene
en riguroso secreto. Se vendieron en cantidad los libros que daban
diferentes versiones de lo que contenían los manuscritos del Mar Muerto
(que el Vaticano mantenía ocultos, según se decía), a pesar de que
se pueden leer en traducciones que se consiguen fácilmente en las
librerías.
Cuando se trata de cuestiones científicas, es natural que los seres
humanos tengan sus limitaciones. Nadie puede ser experto en todos
los campos de la ciencia, y todas las personas tienen desconocimientos
o ignorancias. Estos flancos débiles pueden ser aprovechados por algunos
que inescrupulosamente se presentan como bien informados y hablando
"como quien tiene autoridad", hacen creer a los otros las cosas más
inverosímiles. Algo así sucede con "El Código da Vinci": la gente
tiene, por lo general, fe en Jesucristo como verdadero Dios y verdadero
hombre. Pero no todos manejan los datos históricos referentes a los
comienzos del cristianismo, o al origen de los evangelios, o al papel
que le tocó al emperador Constantino en la historia de la Iglesia.
Se presenta entonces alguien como el autor de esta novela, que hablando
como persona bien informada, socava la fe de la gente modificando
y deformando la historia con argumentos que no tienen el más mínimo
fundamento científico. Muchos quedarán confundidos, creyendo que le
han presentado la verdad de las cosas. Otros, lamentablemente los
menos, mirarán con escepticismo y preguntarán "¿Será así como dice
este señor?".
La novela gira en torno a unos investigadores que van tras secretos
antiguos que la Iglesia Católica trata de ocultar, y para lo que recurre
a todos los medios, sin excluir los crímenes que se cometen por instigación
de un obispo y por medio del Opus Dei. El argumento se alarga y se
complica con disquisiciones sobre símbolos esotéricos, evangelios
apócrifos, historias sobre los Templarios, los Rosacruces y los Masones.
El secreto, objeto de la novela, consiste en que la Iglesia Católica
sostiene una versión falsificada de los orígenes del cristianismo,
a la vez que oculta la verdad sobre la fe y el culto de la iglesia
primitiva y también la existencia de descendientes de una pareja constituida
por Jesús y María Magdalena. Una sociedad secreta custodia este secreto,
y Leonardo da Vinci, que habría pertenecido a ella, los dejó consignados
en sus cuadros. Los personajes de la novela se lanzan a descifrar
las claves ocultas en esas pinturas.
Según la novela, la verdad sobre los orígenes del cristianismo es
la siguiente:
Jesús no es Dios. Los cristianos de los primeros siglos no veía a
Jesús como Dios, sino que adoraban "lo divino femenino". La afirmación
de la divinidad de Jesucristo proviene del emperador Constantino,
que la impuso a los obispos reunidos en el Concilio de Nicea en el
año 325. Este emperador, que adoraba al Sol Invicto (masculino), hizo
de Jesús un héroe-dios solar. Al mismo tiempo prohibió el culto a
"la diosa" y destruyó todos los evangelios (¡más de ochenta!) que
favorecían su culto. Finalmente, dejó sólo los cuatro evangelios que
hoy se conocen, después de haberlos sometido a una cuidadosa corrección.
Comenzó así el cristianismo "machista", enemigo de todo lo femenino.
Jesús y María Magdalena estuvieron casados, y ella estaba embarazada
cuando murió Jesús. El Santo Grial se interpretaría: "Sangre Real",
y no es la copa de la última cena, sino la descendencia que lleva
la sangre de Jesús. Los descendientes de la hija de Jesús y de María
Magdalena serían los fundadores de la dinastía Merovingia en Francia.
Además, Jesús y María Magdalena representan una dualidad masculina-femenina,
de la misma manera que Marte y Atenea, o que Isis y Osiris. Los primeros
cristianos adoraban "el sagrado femenino". Las formas de las catedrales
medievales, que según la novela fueron construidas por los Templarios,
con su nave larga y hueca conservan el simbolismo del vientre femenino.
Pero después que Constantino suprimió la adoración de lo femenino,
la Iglesia Católica adoptó una posición marcadamente misógina y persiguió
a los que se mantenían fieles a la antigua divinidad femenina. Para
eso mató a millones de brujas durante la Edad Media y el Renacimiento.
La novela presenta todo esto como el resultado de una rigurosa investigación
histórica debidamente documentada. Pero el material sobre el que se
ha hecho la investigación no es tan digno de fe, porque son los libros
apócrifos, o novelas de apariencia histórica, o en simples afirmaciones
sin ninguna documentación que las respalde.
¿Es verdad que los primeros cristianos no creían en la divinidad de
Jesucristo?
Según la novela, como se ha dicho más arriba, esto fue impuesto por
el emperador Constantino en el año 325. Sin embargo, existen documentos
originados siglos antes de Constantino que dicen lo contrario. Uno
de ellos proviene de los mismos paganos. Plinio (llamado "Plinio el
joven"), que entre los años 111 y 113 era gobernador de Bitinia (en
la actual Turquía), escribió una carta al emperador Trajano pidiéndole
normas concretas sobre el procedimiento que tenía que observar con
los cristianos (eran los tiempos de las persecuciones). En esa carta
dice, entre otras cosas:
"....ellos (los cristianos) afirmaban que toda su culpa y error consistía
en reunirse en un día fijo antes del alba y cantar a coros alternativos
un himno a Cristo como a un dios..." (Carta 10, 96).
Pero además de esta carta existe el testimonio del Nuevo Testamento
y de los escritores cristianos de esos primeros siglos. El primer
testimonio es el de san Pablo, que escribiendo a los Filipenses (en
torno al año 55) introduce el himno que dice:
"Cristo, que era de condición divina, no consideró esta igualdad con
Dios como algo que debía guardar celosamente..." (Fil 2, 6).
La Segunda Carta de Pedro (existe una copia del siglo III) comienza
con un saludo que dice: "saludo a todos aquellos que por la justicia
de nuestro Dios y Salvador Jesucristo..." (2Pe 1, 1). Un texto semejante
se encuentra en la carta a Tito: "...nuestro Dios y Salvador Jesucristo"
(Tit 2, 13).
El evangelio de Juan (del que se conservan copias de una fecha en
torno al año 200, que tienen el texto completo ¡no fue modificado
en tiempos de Constantino!) fue escrito para mostrar que Jesús es
Hijo de Dios "igual al Padre" (5, 18; 10,33). En este evangelio Jesús
afirma que quien lo ve a Él está viendo al Padre (12, 45; 14, 9).
El autor del evangelio comienza su obra con el himno a la Palabra
de Dios, que proclama: "En el principio estaba la Palabra, la Palabra
estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios (entendiendo esto último
como: Era de la misma condición que Dios)" (1, 1), y esa Palabra se
hizo carne (1, 14) y es Jesucristo. El evangelio concluye cuando el
discípulo Tomás confiesa a Jesús como: "¡Señor mío y Dios mío!" (20,
28).
Entre los escritores de los primeros tiempos basta recodar que el
primero que usó la expresión "Dios-Hombre" referida a Jesús fue Orígenes,
que murió en el año 253.
No hay duda que desde los primeros días los cristianos han considerado
a Jesús como el Hijo de Dios igual al Padre, y que no hay espacio
para una divinidad femenina, ni documento que lo pruebe.
Entonces ¿qué hizo el emperador Constantino en el Concilio de Nicea?
Cuando Constantino asumió el poder como emperador, quiso consolidar
la unidad del imperio. Uno de los problemas que debió resolver era
el de la unidad de la iglesia cristiana. En ese momento se había producido
una división por causa del presbítero Arrio, de Alejandría, que en
el año 319 dijo que Jesucristo era una creatura de Dios, inferior
al Padre. Amonestado por el obispo de Alejandría, Arrio se mantuvo
en su posición y fue excomulgado, pero la disputa llegó a la calle,
produciendo división entre los fieles y entre los obispos. En mayo/
junio del año 325, el emperador Constantino convocó a 318 obispos
a su palacio de verano en Nicea. La gran mayoría de estos obispos
venían de las persecuciones romanas, y muchos de ellos llevaban cicatrices
de lo que habían padecido por Jesucristo. No se puede pensar que se
hubieran dejado imponer una nueva fe, distinta de aquella por la que
habían sufrido. En este Concilio se aprobó el "Credo" que básicamente
se recita hoy en las iglesias cristianas, y Constantino lo puso como
ley del imperio. En él se confiesa que Jesucristo es: "... de la misma
sustancia que el Padre, Dios de Dios, Dios verdadero de Dios verdadero,
engendrado, no creado...". De los 318 obispos presentes, sólo dos
se negaron a firmarlo.
Todos estos datos, que constan porque lo testimonian los historiadores
y escritores de la época, muestran claramente que la confesión de
fe en Jesucristo como Dios no es creación e imposición de Constantino,
sino que era la confesión de la Iglesia hasta ese momento, y que la
aceptación no fue "ajustada", sino casi unánime.
Es completamente falso que la cacería y quema de brujas durante la
edad media y el renacimiento estuviera relacionada con la persecución
del culto a la divinidad femenina originada después de Constantino.
Además esa horrible práctica no se limitó a la edad media y al renacimiento,
sino que en algunos lugares llegó hasta el siglo XIX. Basta con buscar
el dato en cualquier libro de historia. También es falsa la información
de que millones de brujas fueron quemadas. El número no fue tan elevado,
porque los documentos históricos dicen que eran miles (No por eso
deja de ser una práctica reprobable desde todo punto de vista). Tampoco
eran sólo brujas, sino que también había brujos. Pero de esos miles
de brujas y brujos hay que descontar los que fueron quemados después
de muertos, o "en efigie" (es decir, quemando un muñeco que los representaba),
o los que fueron quemados por autoridades no-eclesiásticas, o en países
no católicos... El caso que inspiró el drama teatral y la película
"Las brujas de Salem" no sucedió precisamente en un país católico.
¿Los símbolos y el culto cristiano fueron tomados del paganismo?
El culto cristiano tuvo siempre como punto de referencia el culto
de Israel en el Antiguo Testamento. Ahí se encuentra el origen de
las celebraciones y de las fiestas (Pascua, Pentecostés...). El principal
acto de la liturgia cristiana, que es la celebración de la Eucaristía,
tiene su origen en la cena de la Pascua de los judíos. El domingo
- el primer día de la semana - fue el día en que se reunían los cristianos
desde los primeros años, como consta por varios textos del Nuevo Testamento
y en documentos de la iglesia primitiva, mucho antes que el cristianismo
se impusiera en el imperio por imposición de Constantino.
Es verdad que algunos elementos del culto cristiano fueron tomados
del paganismo, como puede ser la elección del día 25 de diciembre
para festejar el nacimiento de Jesús. Pero en este caso lo único que
se ha tomado es la determinación del día, porque lo que ahí se celebra
es un hecho consignado en el evangelio, aunque no se diga en qué día
sucedió.
Muchos gestos y signos del cristianismo pertenecen a la cultura universal,
y no es necesario buscar su origen en el paganismo. Es natural que
todas las religiones representen a las divinidades con rostros resplandencientes.
Eso no quiere decir que una religión dependa de la otra. Cuando los
cristianos pintaron una mujer con un niño en brazos lo hicieron para
presentar en imágenes una escena del Evangelio. No era necesario que
en ese caso estuvieran pensando en alguna diosa pagana con su hijo-dios
recién nacido.
En este punto, el autor de la novela confunde a los lectores porque
da como evidente que algunos signos religiosos cristianos tienen antecedentes
paganos, pero en realidad esos signos religiosos paganos no están
documentados en ninguna parte. Los que se han ocupado de este tema
ponen como ejemplo la infancia del dios Krishna: en la novela se dice
cuando nació le ofrecieron oro, incienso y mirra, pero en ningún libro
de la literatura hindú aparece este dato. Más bien, el texto del Nuevo
Testamento se refiere a textos del Antiguo (Is 60, 6 y Sal 72, 15).
¿Los cuatro evangelios se impusieron en época de Constantino?
En la novela se dice que en época de Constantino se eliminaron más
de ochenta evangelios que no favorecían la religión impuesta por el
emperador, y se dejaron solamente cuatro que previamente fueron retocados
y corregidos. Estos son los cuatro que hoy se conocen.
Pero la realidad es muy diferente. Los cuatro evangelios (Mateo -
Marcos - Lucas - Juan) ya eran conocidos en el siglo II, y si bien
circulaban otros libros que llevaban el nombre de "evangelios", cuando
los autores cristianos hablaban de los evangelios decían: "los cuatro
evangelios", y dejaban fuera todos los demás, que son llamados "apócrifos".
San Ireneo tenía esto muy claro cuando escribió hacia fines del siglo
II: "Los Evangelios no pueden ser ni menos ni más de cuatro (Juan
- Lucas - Mateo - Marcos)... un Evangelio en cuatro formas... Siendo
así las cosas, dan muestras de vanidad, ignorancia y atrevimiento,
aquellos que destrozan la forma del Evangelio, y que aumentan o disminuyen
el número de los Evangelios: algunos lo hacen para presumir de haber
encontrado algo más de la verdad, otros para condenar las Economías
de Dios". (Contra las Herejías, III, 11, 8-9).
Los Evangelios que leía san Ireneo eran exactamente iguales a los
que se leen hoy. No fueron cambiados ni corregidos. Esto se puede
saber porque se dispone de gran cantidad de copias, traducciones hechas
en la antigüedad y citas de autores de los primeros siglos que permiten
hacer comparaciones para constatar que nada ha sido modificado.
Fuera de lo que dicen esos cuatro evangelios ¿hay aspectos de la vida
de Jesús que fueron ocultados por la Iglesia?
La Iglesia transmitió lo mismo que recibió de los primeros testigos,
y que se encuentra consignado en los Evangelios y en los escritos
de los Apóstoles. No es posible ocultar nada, porque esos escritos
ya fueron conocidos y divulgados desde el principio.
Los que dicen que "la Iglesia oculta aspectos de su vida" se refieren
a hechos y palabras de Jesús que no son transmitidos por la Iglesia,
pero se encuentran en los evangelios llamados "apócrifos" o en algunos
escritos de la antigüedad. La Iglesia no difunde esos textos porque
no provienen de los primeros testigos, sino que son creaciones posteriores.
¿Qué se dice en los evangelios "apócrifos"?
Los cuatro evangelios ya se conocían en el siglo II, mientras que
los "apócrifos" aparecieron después, y algunos mucho después. Algunos
son fantasiosos y responden al interés por conocer hechos que no están
consignados en los Evangelios reconocidos por la Iglesia (nacimiento
e infancia de la Virgen María; niñez de Jesús; el fin de Pilato...).
Otros nacieron de inquietudes apologéticas (por ejemplo, cuando alguno
dijo que Jesús había comenzado a ser Hijo de Dios a partir del bautismo,
otros respondieron escribiendo un evangelio en el que se narraba que
Jesús, ya desde el nacimiento, hacía cosas prodigiosas porque siempre
había sido Hijo de Dios). Algunos de estos evangelios "apócrifos"
tuvieron amplia difusión en la Iglesia, inspiraron obras de arte (por
ejemplo "El desposorio de María y José", de Rafael; las Sibilas pintadas
por Miguel Ángel en el Vaticano, etc.), e incluso dejaron su impronta
en la liturgia (fiestas de San Joaquín y Santa Ana, del Nacimiento
de la Virgen, de la Presentación de la Virgen, etc.) y en la piedad
de los fieles (algunas estaciones del Via Crucis, la Verónica por
ejemplo). No obstante, en muchos casos están plagados de anacronismo
y errores históricos, y en más de una ocasión, la simplicidad de los
autores ha permitido que dentro de la auténtica piedad se hayan deslizado
errores doctrinales (por ejemplo: Jesús, en su niñez, era tan "divino"
que no era verdaderamente hombre).
Pero otros "apócrifos" no tienen un origen tan piadoso, porque contradicen
a los cuatro evangelios e intentan justificar enseñanzas que no son
de Jesús. Estos surgieron para sustentar doctrinas que no correspondían
con las enseñanzas de Jesús transmitidas tradicionalmente. Se fingieron
así evangelios, cartas u otros escritos, en los que se decía que uno
de los primeros discípulos (un apóstol, o María Magdalena, por ejemplo)
había recibido revelaciones secretas de Jesús que no habían sido dadas
a los demás. Pero estas "enseñanzas secretas" reproducían lo que proclamaba
alguna secta o algún pseudo-maestro. Estos textos fueron detectados
y rechazados desde el principio por los fieles y por los Santos Padres,
que los denunciaron y los incluyeron en el número de los "evangelios
apócrifos". A estos se refería san Ireneo en el texto citado más arriba.
Lo que diferencia a los escritos "canónicos" de aquellos que son "apócrifos",
es que los primeros son reconocidos por la Iglesia como Sagrados,
y son regla de fe y conducta para los fieles, porque en ellos se contiene
lo que los testigos de Jesús recibieron de Él y luego lo transmitieron
a los fieles una vez que conocieron su resurrección y recibieron la
luz del Espíritu Santo. Estos libros se deben recibir con fe, y son
la regla de vida para los cristianos.
Los "apócrifos", en cambio, no constituyen por sí mismos una norma
de vida y de fe como son los "canónicos". Es posible que conserven
algún elemento auténtico de la tradición que viene de Jesús. Pero
esto es muy difícil de detectar y probar. Algunos surgieron como expresión
de piedad y mueven a la devoción, pero sólo son útiles si esa piedad
se apoya sobre un Jesús real, y no sobre una creación de la fantasía.
La Iglesia nunca fundamenta su enseñanza en el contenido de los "apócrifos",
y estos sirven solamente para saber cómo pensaba o expresaba su fe
algún grupo de cristianos en los primeros siglos de la Iglesia.
Por parte de la Iglesia no hay ninguna prohibición de leerlos. En
la actualidad hay muchas ediciones en cualquier idioma, también en
castellano. También están en algunas páginas en Internet para quien
los quiera leer ahí. La versión de que están ocultos o prohibidos
es totalmente falsa, y forma parte de la maquinaria montada para hacerlos
aparecer como misteriosos y de esa manera atraer a lectores curiosos.
La película "Estigma", por ejemplo, muestra cómo el Vaticano oculta
el evangelio apócrifo de Tomás y recurre a cualquier método lícito
o ilícito para que no se conozca. En realidad, el evangelio de Tomás
no está en el Vaticano sino en el Museo de El Cairo, está publicado
desde que se encontró (1945) y todo el mundo lo puede leer en el idioma
que se le ocurra.
¿Es posible que Jesús se hubiera casado?
Si Jesús se hubiera casado, esto no habría constituido ningún pecado
ni habría estado en contra de su condición divina. Pero como sucede
siempre que se quiere escribir una historia, lo que se debe afirmar
es lo que realmente consta por los documentos, y no lo que a cada
uno le gustaría que hubiera sido (esto último ya no sería historia,
sino fantasía). A veces se oyen expresiones como: "Si está casado
y con hijos, entonces es más humano..."; o "Así aparece más como uno
de nosotros..."; "Me gusta más...". Pero Jesús no es un personaje
de novela, cuya historia se puede modificar a gusto del lector. El
Jesús que predica la Iglesia no es un personaje de la fantasía, sino
el que realmente existió, el que surge de las páginas del Evangelio.
La fe se apoya sobre el Jesús real, no sobre una creación de la imaginación.
En el caso de Jesús, no hay ningún indicio en los evangelios de que
hubiera estado casado. Los judíos de su tiempo consideraban que todo
joven debía estar casado al llegar a los veinte años, y era normal
que todos los maestros tuvieran esposa. Pero Jesús se presentó anunciando
algo totalmente novedoso: la llegada del Reino de los Cielos. Para
esto, exigió a todos sus seguidores que abandonaran todo y lo siguieran.
Él habló de renunciar a los bienes materiales e incluso a los lazos
familiares. No solamente lo exigió, sino que dio el ejemplo: no poseyó
nada, y "no tenía una piedra sobre la cual reclinar su cabeza". Habría
estado muy en contra de su predicación que exigiera renuncias a los
demás, y no las practicara Él mismo.
Por otra parte, en los primeros años de la Iglesia tuvieron mucha
importancia las personas que habían estado más cerca de Jesús: su
Madre, los familiares llamados "hermanos de Jesús", los apóstoles...
Si hubieran existido hijos o una esposa, indudablemente tendrían que
haber sido tenidos en cuenta y rodeados de un honor especial. Sin
embargo, ningún autor de los primeros siglos menciona hijos o esposa
de Jesús. Es una señal de que no existían.
Por esa razón, se puede afirmar que los autores de los evangelios
no omitieron ni olvidaron decir que Jesús estuvo casado, sino que
no lo dijeron porque no vivió en matrimonio.
No merecen ninguna atención las fantasías ideadas por algunos autores,
según las cuales Jesús no murió en la cruz, sino que fue retirado
antes de morir y que continuó viviendo algunos años más, y que en
ese período se casó y tuvo hijos. Todo esto es una novela sin ningún
fundamento en los documentos históricos.
¿Cuál fue el papel de María Magdalena junto a Jesús?
A partir del siglo V o VI se produjo un error histórico que ha perdurado
casi hasta nuestros días: se confundió a María Magdalena (o María
de Magdala) con María de Betania, la hermana de Lázaro, y con la pecadora
arrepentida (Mucha gente la tiene todavía hoy como pecadora arrepentida).
Esto sucedió porque estas tres mujeres intervienen en escenas parecidas
de los evangelios. Pero basta con leer los textos con atención para
ver que se trata de personas diferentes.
María Magdalena aparece en los evangelios como una discípula de Jesús
que fue testigo de su muerte y resurrección. Ella, junto con otras
mujeres, estuvo cerca de la cruz y acompañó a los que lo sepultaron.
Pero en la mañana de Pascua tuvo el privilegio de ser la primera que
vio al Señor Resucitado. Enviada por Él, anunció este hecho a los
apóstoles. Fue "la apóstol de los apóstoles". Por esa razón, varios
evangelios "apócrifos" la consideran poseedora de mensajes especiales
que Jesús no dio a los apóstoles.
El error ya fue corregido y no se habla más de María Magdalena como
pecadora arrepentida. En la fiesta de esta Santa (22 de julio) se
leen sólo los textos de los evangelios que narran la escena junto
al sepulcro de Jesús. No hay fundamento para afirmar que estuviera
unida a Jesús por algún lazo afectivo especial. Si se toman en este
sentido las expresiones de la pecadora arrepentida de Lc 7, 37-38
o de María de Betania en Jn 12, 3, es porque se entienden mal esos
textos y se confunde a María Magdalena con otras mujeres.
¿Qué es el Santo Grial?
Los evangelios de Mateo, Marcos y Lucas relatan una última cena de
Jesús en la que Él instituye la Eucaristía. Ahí se menciona la copa
cuando se dice que Jesús entregó el vino diciendo: "Beban, esta es
mi sangre". En los primeros siglos de la Iglesia se siguió hablando
de la Eucaristía, pero nunca volvió a ser mencionada la copa que había
usado Jesús.
Cuando a partir del siglo XII surgió el interés por la búsqueda de
reliquias, entre ellas ocupó un lugar privilegiado la copa que había
utilizado el Señor durante la última cena. Desde entonces se comenzó
a designar esta copa con este nombre de Santo Grial (un nombre de
origen discutido). Varias iglesias y monasterios hicieron alarde de
poseer la auténtica copa usada por el Señor en la última cena. Entre
las más famosas está la que todavía hoy se venera en la Catedral de
Valencia (España).
Los escritores medievales (Cristian de Tròyes y Robert de Boon en
el siglo XII, y Wolfram von Eschenbach en el siglo XIII) relatan las
fabulosas historias de caballeros que salen en búsqueda de esta preciada
reliquia. Tal vez la leyenda más conocida sea la que recoge Wagner
en su famosa ópera "Parsifal". Un libro de autor anónimo (Demanda
del Santo Grial) convirtió la leyenda en una novela de simbología
mística. Pero todo esto es de origen medieval, y además no tiene ninguna
relación con el relato original de la última cena ni con la Eucaristía.
Los caballeros que salen a buscar el Santo Grial quieren apoderarse
de él porque con su posesión piensan obtener poderes sobrenaturales.
¿Por qué no aparece el cáliz en "La última cena" de Leonardo da Vinci?
La institución de la Eucaristía está relatada por los evangelios de
Mateo, Marcos y Lucas, y por san Pablo en la Primera Carta a los Corintios.
Ninguno de ellos menciona al "discípulo amado". Pero en el evangelio
de Juan hay una narración de la última cena en la que Jesús lava los
pies a los discípulos y está presente el "discípulo amado", pero no
se relata la institución de la Eucaristía. En el momento en que Jesús
anuncia que uno de los discípulos lo va a traicionar, el "discípulo
amado" se vuelve hacia el pecho del Señor para preguntar "¿quién es?"
(Jn 13, 25).
En la novela "El código..." se presenta "La última cena de Leonardo"
como portadora de indicios que llevan a develar el secreto: el que
está a la derecha de Jesús no es el "discípulo amado" sino María Magdalena,
y no aparece la copa porque el Santo Grial (Sangre Real, como se dijo
más arriba) es la descendencia de Jesús, referida al vientre de María
Magdalena. Pero eso es ignorar que Leonardo da Vinci representó la
última cena según san Juan, sin Eucaristía (por eso no hay copa) y
con "discípulo amado". El gesto de sorpresa de los demás discípulos
se debe a que Jesús acaba de anunciar la traición.
Igualmente, cualquier entendido en historia del arte podrá dar el
nombre de la mujer que Leonardo pintó en su famoso cuadro "La Gioconda",
sin recurrir a la extraña versión de que allí aparece representada
una divinidad hermafrodita.
Conclusión
La novela "El Código da Vinci" es una excusa para lanzar un ataque
feroz contra la Iglesia Católica. Todo transcurre como si los únicos
cristianos fueran los católicos, y nunca se habla de los protestantes
o de los ortodoxos. Contra la Iglesia Católica apunta toda la artillería,
usando los lugares comunes que serán aceptados con facilidad porque
siempre se repiten, aunque sin aportar pruebas. Se presenta un retrato
de la Iglesia como de una institución terriblemente anti-feminista,
culpable de todas las crueldades de la historia y capaz de recurrir
a toda clase de crímenes por medio del Opus Dei. Se dice que todo
eso está comprobado, pero no se presentan documentos dignos de fe.
Si algo bueno se puede rescatar de esta novela es que puede servir
de ocasión para que muchos católicos comiencen a informarse sobre
los fundamentos de su fe y sobre los orígenes de la Iglesia.
Pbro. Luis Heriberto Rivas (Profesor de Sagradas Escrituras de la
Universidad Católica Argentina, UCA).
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