LA MÚSICA NO TIENE SONIDOS ELITISTAS - Entrevista a Daniel Boremboin
Sábado 9 de octubre de 2004.
Publicado por Suplemento Ñ, de Clarín.
Por Federico Monjeau.

En su última visita a Buenos Aires, en agosto de este año, el pianista Daniel Barenboin sorprendió al público local con una originalísima interpretación de El clave bien temperado de Bach, obra unánimemente considerada en Antiguo Testamento del arte pianístico; en esa misma visita el músico recibió recibió una distinción del Centro Islámico y, horas antes de embarcarse para el Festival de Lucena, participó de un homenaje de la Universidad de Buenos Aires a su entrañable amigo Edward Said, el intelectual palestino muerto en septiembre de 2003.
Said y Barenboin se conocieron en Londres en 1992. el palestino había leído la autobiografía del músico y se interesó por sus opiniones sobre la cuestión árabe-israelí; Said era a la vez un experimentado pianista clásico y había escrito un notable ensayo sobre música y sociedad titulado Musical Elaborations. De esta mistad nació, además de un fascinante libro de conversaciones (Paralelismos y Paradojas, editado por Debates), la creación en 1999 del West-Eastern Divan, un taller musical que tiene sede permanente en Sevilla y con cuya orquesta Barenboin afirmó que quiere regresar a la Argentina para la temporada 2005. ese taller es parte de un proyecto de educación musical a gran escala que actualmente patrocina la Fundación Baremboin-Said y que pretende llegar al corazón de los territorios palestinos ocupados, comenzando con la creación de un centro piloto en Ramallah, un jardín de infantes musical inaugurado el 1° de septiembre.
-Su versión de "El clave bien temperado" despertó polémica y encontró objeciones desde la perspectiva del estilo histórico barroco. ¿Qué lugar ocupa en su diccionario estético el concepto de estilo?
-El estilo es muy importante, pero en la música de Bach no hay sólo una cuestión estilística sino una cuestión filosófica. Si vemos cómo el mundo vio a Bach, nos damos cuenta de que después de su muerte hubo poco interés en su música y que su gran renacimiento fue guiado por Mendelssohn y Schumann, Liszt, y después Buscón. Se lo ejecutó en el estilo moderno; es decir, en el lenguaje del siglo XIX, con todas las exageraciones que eso trajo. Luego vino la reacción por todos los excesos del romanticismo y eso trajo un aspecto muy importante y valioso, que fue el de la investigación histórica: cómo se tocaban las apoggiaturas; la cuestión del tempo, el sonido, la articulación y todo eso. Todo muy útil, de acuerdo, pero se convirtió en ideología. Y el problema de las ideologías es que nunca son modernas; entonces por primera vez en la historia estamos viviendo una situación donde hay una ideología que pretende dar todas las soluciones, lo que ya es falso, y además mirando 200 o 300 años hacia atrás, a pesar de lo cual se considera progresista y moderna. Con eso tengo un problema filosófico muy grande. Si hubiese una tendencia a tocar Bach y que suene como Boulez o Messiaen puede que no fuese de mi gusto pero lo admitiría filosóficamente. La investigación histórica es necesaria pero es solamente un paso. La grandeza de Bach, y esto se puede comprobar muy claramente cuando escuchamos El clave en dos noches, como lo hice yo aquí, es que él era musicalmente un gran profeta. Es innegable todo lo que en esa música de oye armónicamente de Beethoven, de Wagner. Creo que no se puede uno limitar al problema de estilo: el problema es filosófico.
-Usted señaló en varias oportunidades que nuestra época es preservacionista mientras que los antiguos no tenían inconveniente en destruir y en renovar sus edificios. Me gustaría preguntarle por su relación personal con los objetos. ¿Los conserva?
-No. No soy coleccionista. Preservo libros, cosas de interés, pero no estoy unido a objetos, a muebles o cosas así.
-¿Puede hablarse de una memoria del ojo y una memoria del oído?
-Este es un tema muy interesante. Me preocupa mucho, porque creo que nuestra civilización está mucho más basada en el ojo que en el oído. Empieza por el hecho de cuando los padres llevan al hijo a cruzar por la calle por primera vez y le dice: mira a la izquierda, mira a la derecha. El instinto de supervivencia está basado en el ojo. Pero del oído no nos ocupamos. Los padres no se ocupan de qué es lo que oyen los niños, se ocupan d lo que ven. El oído está menospreciado, no está en la conciencia, no tiene la fuerza que debería tener en la conciencia humana.
-¿En qué consistiría entonces la reivindicación histórica del oído?
-En principio, en una reforma radical de la enseñanza musical en el mundo entero, que yo considero absolutamente necesaria para la supervivencia de la música en nuestra cultura. Es una batalla muy importante, y es también una responsabilidad de los políticos, porque los políticos están transformando la percepción de la música en el mundo actual. Son los políticos quienes al no ocuparse de la educación musical convierten a la música en lago elitista. Naturalmente si no hay educación musical, la primera consecuencia es que hay menos gente que sabe algo de música, que entiende algo de música, que se interesa en la música. El próximo paso es inevitable: las subvenciones de las instituciones musicales resultan demasiado caras, porque se destinan a muy poca gente. Entonces se dice que la música es elitista. Pero la música es todo lo contrario. Me viene a la mente ahora el caso de una chica palestina que estaba solamente como observadora en nuestro proyecto de orquesta árabe-israelí en Sevilla, y terminó tocando. Yo me pregunto entonces qué tiene la música de elitista. La música es directa, y depende de la energía que cada uno de nosotros logra poner en ella. Si decimos mesa, cada uno piensa en su propia mesa, la mía es redonda, la tuya es cuadrada. Pero si un bemol depende mucho más de la intensidad activa tanto del que lo ejecuta como del que oye. La música es algo a través de lo cual se puede aprender mucho sobre la vida, sobre el mundo, sobre el ser humano, sobre lo que cada uno quiera ver, ya sea Dios, la sensualidad, la filosofía, la matemática.
-La música clásica es para usted una escuela de vida civilizada. ¿Qué alcance político le atribuye a la educación musical en los territorios palestinos?
-Irónicamente, en cierto modo es más fácil una reforma de la educación musical en Palestina que en el resto del mundo. Como la sociedad civil está completamente desorganizada, como no hay normas ni burocracia, un proyecto como el que abrimos el 1° de septiembre en Ramallah de un jardín de infantes musical... imagínese todos los problemas burocráticos que tendríamos para crear eso en Buenos Aires, Nueva York o Berlín. En cambio allí, de repente la música tiene un valor más decisivo. Además, cada chico palestino que toma su lección de violín o de violonchelo en una hora que no está en contacto con la violencia, con el fundamentalismo, con una clase de problemas que en el mundo occidental ni siquiera conocemos.
-Israel es el único Estado de la región en donde la democracia es un valor. ¿Cómo imaginar un entendimiento en medio de esa situación?
-En primer lugar, creo que un porcentaje mucho más grande de lo que pensamos que considera la democracia como algo necesario; necesario también para resolver el conflicto. El conflicto tiene muchos aspectos internos. En Israel se tienen que decidir cuál es la relación entre religiosidad judía y secularismo judío. Y hasta que no se decida si se es un estado democrático o es un estado teocrático, no se va a poder dialogar con los palestinos. La democracia de Israel es ejemplar, como lo acaba de demostrar el fallo sobre el muro de la Corte Suprema, pero es parcial; parcial en el sentido de que admite tabúes, como el de la música de Wagner: es la misma célula en el cerebro nacional la que comunica estos aspectos, el de Wagner y el del problema palestino. Y si no hay un sistema democrático en Palestina tampoco se va a resolver el conflicto, porque la democracia es lo único que va a dar a los palestinos las armas para controlar la calle. Sin sistema democrático no se controla la calle. Los palestinos dicen que este descontrol es culpa de Israel, lo cual es verdad hasta cierto punto. Ellos tiene que asumir su responsabilidad, ya hasta que no la asuman va a existir siempre el terrorismo, el fundamentalismo y la violencia. Por eso es necesario que así como debe haber una línea clara entre lo religioso y lo secular entre los israelíes. Debe haber una línea clara entre los palestinos, una línea que condene la violencia y los suicidios. Acepto que la ocupación es la madre de todo eso. Pero hay que aceptar el hecho de que el terrorismo no es sólo moralmente aberrante, sino que tampoco sirve a los intereses a largo plazo de los palestinos.
-¿Usted piensa que la educación musical puede acelerar la comprensión de los valores democráticos?
-El hecho de que un chico palestino esté sentado en un mismo atril con un chico israelí, eso no va a resolver el problema de la violencia, pero va a cambiar la vida de esos dos chicos, porque por primera vez en su vida se están esmerando en hacer algo juntos. Aunque sólo sea tocar un si bemol. Es mucho. La prueba de ello es que este proyecto, que ya atraviesa el quinto año, cambió la vida de todos los que participamos. Justamente Said, uno de los mayores intelectuales de nuestro tiempo, consideró este proyecto como lo más importante de su vida. Yo también.
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