SER PERIODISTA HOY

La profesión del periodista en la Argentina se encuentra encuadrada por la ley 12.908, conocida como Estatuto del Periodista Profesional. Este cuerpo legal, que contiene entre sus disposiciones algunas susceptibles de caracterizarse como propias de un convenio colectivo de trabajo, fue sancionada el 18 de diciembre de 1946 y promulgada el 24 de diciembre de 1946. Mediante esta ley se ratifica la vigencia del decreto ley 7618/44. De acuerdo a esta forma se considera periodista a toda persona que realice en forma regular, mediante retribución pecuniaria, las tareas que le son propias en publicaciones diarias o periódicas y agencias de noticias. Se incluyen las empresas radiotelefónicas, cinematográficas o de televisión que propalen, exhiban o televisen informativos o noticias de carácter periodístico.
La presencia de los periodistas en los escenarios públicos es cada vez más importante. Intervienen en ámbitos muy diversos, y son requeridos para que actúen en prácticamente todas las situaciones sociales. La sobreabundancia informativa contribuye a hacer omnipresentes a los periodistas. El relieve de ciertas noticias para la evolución de la sociedad les convierte, aun cuando no lo pretendan, en copartícipes de las mismas. Y no es infrecuente que los propios periodistas sean los protagonistas de la información. Todo ello contribuye de forma sustantiva a la configuración de nuestra sociedad. Y lo mismo otorga a los periodistas un poder y prestigio como nunca antes tuvieron. En efecto, en numerosas encuestas de opinión, se pone de relieve que a lo largo de las décadas del 80 y 90, el periodismo ha avanzado extraordinariamente en la consideración que de él tiene la sociedad. Así, en los últimos años es la institución en la que se confía en primer lugar, hacia la que se siente más simpatía y a la que se valora en mayor medida.

Funciones de los medios de comunicación
Para comprender este ascenso radical del periodismo, hemos de explicar las funciones que cumplen los medios de comunicación, esto es, aquellas contribuciones que aportan a la sociedad.
Convencionalmente tres han sido las funciones que se solían atribuir a los medios: informar, formar y entretener. Pero la comunicación de masas se ha convertido en una institución central en la vida social, conviene por ello añadir otra función más, la de influir, como propia de esta institución. En este sentido los medios de comunicación están llamados a ejercer influencia en tres sentidos al menos: función de integración social, que suple así la debilidad institucional; función intelectual, que viene a ocupar el vacío dejado por el derrumbe de los poderes espirituales, así como a tratar de resolver la anomia cultural; función política, en virtud de la cual los medios intervienen activamente no sólo en la formación de la opinión pública, sino también en la toma de decisiones políticas.

Integración social a través de los medios
Dado el descreimiento con el que cuenta la clase política, son los medios de comunicación quienes disponen de resortes adecuados para sacar al individuo de su aislamiento y ponerle en conexión con una realidad más amplia. Se cree en los medios como instancias más fiables que cualquier otra de la vida social. Confianza que se traduciría en varios sentidos: mejor representación de la heterogeneidad social, mayor crédito, más capacidad de influencia. Todo lo cual redundaría en colocar a los medios de comunicación en condiciones de ejercer sobre la sociedad una labor de estructuración más elevada que la que pudiera hacer cualquier otra institución.
Los periodistas se representan en los medios como espejos en los que la sociedad se refleja y le permite tomar conciencia de sí misma. El periodista se convierte en un narrador. Nos dan acceso a una dinámica social que, de otro modo, se nos escaparía o sólo percibiríamos confusamente. El periodista selecciona aquellos elementos que considera más relevantes, los organiza y nos los muestra de forma que la realidad se torna más simple y comprensible. Por lo tanto, el periodista es, además de un facilitador de información, un analista de la misma, una persona que no sólo describe sino que también ofrece claves para interpretar, o interpretaciones ya elaboradas sobre el mundo circundante. Esta es, por otra parte, una de las demandas que, según los periodistas, el público busca satisfacer al usar los medios.
Queda en manos de los periodistas definir qué va a entenderse por realidad. Y en esa realidad los medios ejercen una labor de troquelado social extraordinariamente relevante y que afecta a dimensiones vitales de la existencia colectiva e individual. De ellos depende en gran medida de la creación de los líderes sociales, una tarea que los periodistas creen que en efecto llevan a cabo los medios.
El liderazgo social, parecería ser visto por los periodistas como el resultado de la acción de los medios en primer lugar, y de la publicidad en segundo, una publicidad que llega al público preferentemente también por los medios. Y tiene ello que ver con un rasgo típico de los medios, en virtud del cual no buscan ejercer su cometido a través de la propagación de ideologías, sino personalizando el acontecer social. Hay en el discurso de la comunicación de masas un cierto culto a la personalidad: no hay noticias sin algún protagonista destacado que la encarne. Y ello lleva a los periodistas a tratar de destacar en cada ámbito social específico las personas que resultan relevantes para explicar las noticias que en él se producen. De manera que el qué queda muchas veces reemplazado por el quién. Así, sobre la masa anónima de la sociedad, van destacándose unas cuantas personalidades que son las que encarnan los valores (positivos o negativos) de cada momento.
Esta función de selección de líderes tiene que ver con proponer modelos de referencia. La personalidad individual es una parte considerable, un reflejo del entorno que nos rodea. A medida que ese entorno se vuelve más anónimo, es necesario encontrar un sustituto capaz de suministrar los modelos que otrora proporcionaba el medio social inmediato.
Los medios producen cambios notables en el principal instrumento del pensamiento y la comunicación, el lenguaje. A la multiplicidad de hablas particulares que antes existía en cada sociedad, los medios han generado una homogeneidad lingüística que se traduce en un habla propia de los medios, adoptada por la mayoría de la población. A ello hemos de sumar el singular efecto de la televisión, que ha multiplicado la presencia de la imagen como mecanismo lógico-comunicacional. Una imagen que propicia más la pasión que el razonamiento, el impacto que la comprensión, lo anecdótico que la secuencia temporal. Y que, por lo tanto, introduce nuevas formas de pensar (más primarias) y de comunicar (más empobrecidas).
El efecto tematizador de los medios es el más claro exponente de su influencia: son los acontecimientos y los personajes por ellos destacados quienes se convierten en el estímulo y en el contenido mismo de muchas de las interacciones sociales. La vida cotidiana de la gente discurre dentro de marcos claramente mediáticos: o usando los medios, o dialogando acerca de lo que en los medios se ha convertido en noticia. El mundo social queda así convertido en algo próximo, ya que es accesible a cada sujeto gracias a la comunicación de masas, que transforma el hecho en materia de discusión concreta.
Selección de líderes, propuesta de modelos culturales, producción de códigos lingüísticos propios y tematización de la vida cotidiana son funciones que permiten trascender la vida individual y formar parte de un universo colectivo, en el que sentirse vinculado con otros partícipes, aun cuando estos sean anónimos.

Dirección intelectual
Los periodistas han ido asumiendo de forma progresiva las competencias que eran típicas de los intelectuales: no sólo la difusión de ideas, sino también una activa contribución a su creación. Los periodistas son los que mejor representan las modalidades de conocimiento imperantes en la sociedad.
Frente a la imagen de decadencia del cosmos intelectual tradicional, los periodistas cuidan extraordinariamente su figura en el nuevo contexto de las sociedades avanzadas. La autoimagen que proyectan de sí mismos en los medios les coloca en una posición que les permite situarse por encima de los conflictos, para así tener una visión lo más objetiva y omnicomprensiva posible. Una posición que les permite ser críticos, pero no subjetivos; comprometidos, pero no sectarios. En efecto, los medios controlan en la actualidad el instrumento más importante para el intelectual, la palabra. Además por este control de la palabra, los medios constituyen hoy el espacio más adecuado para la reflexión, la discusión, la creación y el intercambio de ideas. Ellos son el ágora de la actualidad, ese ámbito público en donde tiene lugar el discurrir del pensamiento.
Una función típica del intelectual que hoy desempeñan los periodistas es la moralización. Y la hacen proponiendo valores y normas de conducta explícitos. Esto se da a partir de la reiteración de temas y pautas, que presionan en la dirección de fomentar entre el público la conformidad con los modelos difundidos por los medios de comunicación. Porque tales modelos se muestran como ideales a alcanzar por cuanto nos aproximan tanto a los protagonistas que los encarnan (grupo de referencia), cuanto a los demás consumidores de la comunicación (ajuste a lo que es normal en "los otros").

Más que control político
Las relaciones del mundo de la comunicación con la política constituyen uno de los ámbitos esenciales para comprender el papel que desempeñan los periodistas. Desde hace tiempo se ha hablado de los medios como "cuarto poder".
La comunicación política se ha definido como "el espacio en que se intercambian los discursos contradictorios de los tres actores que tienen legitimidad para expresarse públicamente sobre política y que son los políticos, los periodistas y la opinión pública a través de los sondeos". (Piñuel Raigada y Gaitán Moya, 1995, pág. 441). Cada uno de los grupos implicados en ella tiene su propia legitimidad: los políticos hallan su justificación en la representación electoral; los periodistas en la información y la libertad de expresión; la opinión pública en los sondeos que la representan. Políticos y periodistas se dirigen a la opinión pública, si bien ésta tiene un significado distinto para cada uno de ellos. Así, para los políticos la opinión pública son sobre todo los sondeos electorales. Para los periodistas, en cambio, la opinión pública es más un concepto que una realidad, una especie de acompañante invisible al cual se dirigen y en el cual se basan para dialogar y oponerse a los políticos.
La comunicación política cumple tres objetivos: 1) identifica, a través de los políticos y periodistas, los problemas nuevos que van surgiendo; 2) favorece la integración de estos problemas en los debates políticos a través de los sondeos y las acciones de los políticos; 3) facilita la exclusión de los temas que han dejado de ser conflictivos. En todos los casos, los periodistas desempeñan un destacado papel, ya que ellos son los que dan notoriedad y realce a los temas objeto de atención en la comunicación política.
La representación política es un concepto que se encuentra en crisis en las sociedades democráticas. Los políticos no son vistos como representantes de la sociedad, sino de grupos e intereses particulares. Esta pérdida de representatividad en el nivel político es sustituida por el progresivo protagonismo de la comunicación de masas. En este contexto, los periodistas aparecen bajo un prisma altamente idealista: ellos son los que median ante los políticos por encargo de la sociedad. Los medios mantienen firmemente la imagen de que ellos representan mejor que ninguna otra instancia a la sociedad. Los periodistas perciben la opinión pública con una cierta ambivalencia, que en cualquiera de los casos remite siempre al papel activo que los medios tienen en su configuración. Los medios de comunicación emergen como los portavoces más importantes de la opinión, incluso por encima del instrumento más adecuado para representarla, los sondeos.
Los periodistas se consideran líderes de opinión, y grupo de referencia al que la sociedad acude a la hora de establecer sus propias opiniones. A ellos les corresponde dirigir la opinión principalmente a través de tres mecanismos: señalando los temas sobre los que la opinión tiene que preocuparse; ofreciendo las orientaciones pertinentes con las que valorar tales temas, y mostrando a la opinión cómo es ella en virtud de la publicación y comentario de los sondeos. (Agenda Setting y Flujo en dos escalones)
Los periodistas creen que construyen a los líderes sociales, y también a los políticos. Tendrían, por tanto en su poder, la capacidad de modelar la clase política y las élites sociales conforme a sus criterios y preferencias.
Los medios de comunicación se erigen en un contrapoder que no sustituye al de los políticos, sino tan sólo lo somete a vigilancia permanente. En este caso si la clase política no cumple con el protagonismo necesario, el mismo se desplaza a los medios de comunicación.
Periodista es quien ejerce su profesión en los medios de comunicación masiva. Transmite información generadas por terceros con el objetivo de hacerlas públicas y crea noticias.
Eduardo Aliverti sostiene que "El periodismo es un órgano de información y fiscalía del poder por lo que siempre debe ser crítico". Por su parte Mariano Grondona sostiene que "El periodismo no es poder, es un contrapoder, uno de los elementos que lo limitan. La oposición también, pero como un medio para llegar a ser poder". (La Nación, 1997, pág. 2).
La función del periodista es un trabajo que se ha hecho cada vez más importante. Del cuarto poder suelen pasar al primero y se han ganado el rol de "Auditores Sociales". Hay que tomarlos en serio porque son un espejo de cargo, son testigos.
La clave del periodismo está en la credibilidad. Importa no sólo lo que se dice sino cómo se dice. De acuerdo con un sondeo realizado por el Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría, reveló que el 27 por ciento de la opinión pública adjudica credibilidad "alta" a los medios de comunicación, el 62 % "media", el 9% "baja" y el 2% restante no les otorga "ninguna" credibilidad. Y de esto se desprende que son las radios las que gozan de mayor credibilidad para la opinión pública, a juzgar por las respuestas de los consultados. Es así como las radios cuentan con 33% de credibilidad "alta", 60 % de credibilidad "media", 6% de "baja" y sólo el 1% no les otorga ninguna credibilidad. En cuanto a la televisión abierta, el 28% de los consultados le adjudica credibilidad "alta", el 58% "media", el 11% le adjudica credibilidad "baja" y el 3% "ninguna" credibilidad. Finalmente, los diarios gozan de menor credibilidad para la opinión pública, en comparación con los demás medios estudiados. Es así como el 22% les adjudica credibilidad "alta", el 67% credibilidad "media", 7% credibilidad "baja" y 4% no les adjudica "ninguna" credibilidad. (Fuente: Reporte Estudios para la Nueva Mayoría año 1998).
Por otra parte cabe destacar que en el libro Autopercepción del periodismo en la Argentina, Rosendo Fraga (Ed. De Belgrano, mayo 1997), incluye datos interesantes para la comparación, ya que esta misma pregunta es sondeada en el segmento de líderes de opinión (jueces, políticos, empresarios) le adjudican credibilidad "media" a los medios de comunicación el 77% de los empresarios, el 57% de los jueces y el 54% de los políticos, y credibilidad "alta" el 29% de los jueces, el 11% de los políticos y sólo el 4% de los empresarios.
Como conclusión se extrae que la opinión pública adjudica credibilidad "media" a los medios de comunicación, opinando de esta manera el 62%. Al tiempo que es más significativo el porcentaje de credibilidad "alta" en la radio y la televisión abierta y en cambio mayor el de "media" en los diarios.
Según una encuesta de Gallup el crédito de la prensa ante la ciudadanía es del 45%, tanto como sólo dos puntos por debajo de la Iglesia, pero notoriamente por encima de otras instituciones del país. La siguen la educación, con el 26%; las Fuerzas Armadas con el 20 %; las grandes empresas con el 17 % y el Congreso y la policía con el 15 y 11 %. La nómina se cierra con los sindicatos, que logran el 8% y los funcionarios públicos el 6%. Está implícito que se trata de valores inestables por definición, pues la sociedad pone a prueba día tras día lo que espera de los periodistas, no ya en cuanto eficacia, sino también como responsabilidad ética en el papel que ejercen.
Se valora a los periodistas con índices récord de aceptación popular, las facultades de periodismo desbordan de alumnos. Ciudadanos que -a priori- nada tienen que ver con el asunto copan las conferencias sobre periodismo y compran manuales de estilo de los principales diarios. También son millones los que, a la hora de medir confianzas, prefieren la radio o los diarios para denunciar injusticias o canalizar inquietudes antes que hacerlo por medio de jueces, legisladores o funcionarios. De acuerdo con las encuestas, los medios en la Argentina tienen más credibilidad que el Congreso, la Justicia, el Gobierno, los empresarios, los partidos políticos, los sindicatos y hasta la propia Iglesia.
Las mediciones de Rosendo Fraga atribuyen a los medios un liderazgo absoluto, con el 55 por ciento de imagen positiva en la opinión pública. Dicho en palabras del analista político Enrique Zuleta Puceiro, "es claro que los medios y los periodistas están cubriendo el vacío dejado por la enorme pérdida de confianza en las instituciones". (La Nación, 1997, pág. 1).
Hoy en día gracias a la televisión, un ciudadano de los confines de cualquier país latinoamericano ve a su presidente muchas más veces que a sus gobernantes locales o autoridades municipales, y ello ha limitado el sentido de la representación política al establecer una comunicación directa entre los líderes y los representados a través de la imagen y la palabra televisiva. Por ello, los medios de comunicación tienen hoy un rol decisivo en la vida política, económica y social. En los últimos tiempos, han cumplido un rol importante en la denuncia de hechos de corrupción en todo el mundo, dando una mayor transparencia a los sistemas políticos, económicos y sociales y contribuyendo con ella a un control más eficaz.
Como consecuencia de lo anterior, en muchas sociedades los medios de comunicación y sus denuncias son percibidos por la opinión pública como más eficaces y confiables para combatir la corrupción que las instituciones encargadas en ello. En la Argentina, un sondeo de opinión realizado por el Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría mostraba que el 61 por ciento considera que las "denuncias de los medios" son el instrumento más eficaz para combatir la corrupción, mientras que sólo el 24 por ciento cree que lo es el accionar de la justicia y nada más que el 4 por ciento que lo son las investigaciones del Congreso.
Esta situación puede plantear a veces una sobredimensión del rol y la función de los medios de comunicación frente al vacío que puedan dejar la Justicia y el Congreso. Pero el periodismo tiene las mismas virtudes y defectos que el resto de la sociedad y en consecuencia debe cuidarse de seguir ejerciendo su rol con prudencia, definida vocación de servicio y una clara decisión de búsqueda de la verdad. Al respecto, resulta adecuado el concepto incluido en el documento "Reflexiones para la Justicia" emitido en abril de 1997, durante la Conferencia Episcopal Argentina cuando dice que "Los medios de comunicación social colaboran con el desarrollo de una justicia independiente cuando cumplen su misión representando objetivamente los hechos y evitando todo sensacionalismo que vulnera la dignidad de las personas y la majestad de la justicia".
Sin duda el proceso de cambio que se advierte en los medios genera distintas actitudes. Por un lado, la alta estima de que son objeto llena de orgullo, gratitud y entusiasmo a los periodistas, que refuerzan todavía más su compromiso. Por otro lado, y a más largo plazo, hace que la ciencia política se pregunte qué puede suceder si el nuevo escenario lleva a desdibujar las funciones de la prensa y a que se pierda la noción de que los medios trabajan con una lógica interna -la captación de público- que no necesariamente coincide con la que deberían aplicar las instituciones del Estado.
Podríamos decir que el cambio se debe, en principio, a cinco grandes factores. En primer lugar al destape que sobrevino en la democracia después de la censura y de la autocensura durante el gobierno militar. Segundo, se debe a la propia maduración del periodismo en la Argentina, en lo que mucho tuvo que ver la lección del pasado. Tercero, la maduración de una sociedad que demanda más información, más compromiso, más control. Luego podemos destacar la cadena interminable de casos de corrupción, movilizadores de la inquietud periodística y apetito de un público fastidiado con la impunidad. Y por último, un factor que hemos mencionado con anterioridad, el vacío dejado por las instituciones que deberían ocuparse de estos menesteres.
Tal vez la primera razón del cambio hay que buscarla en la responsabilidad de los propios periodistas, que modificaron su forma de trabajo. Los periodistas, no sólo son testigos, sino que también investigan y luego denuncian. La gente ve esta actitud y se apoya más en esta nueva actividad para exigir una solución a sus demandas.
Precisamente fue esta nueva modalidad de prensa, la investigación lo que demostró el poder devastador de la prensa que se mueve en libertad. La tarea de hurgar en los intersticios del poder ha resultado más eficiente de parte de fiscales y jueces, a menudo enredados en los manteles de la mesa de los poderosos.
El creciente protagonismo de los medios es una de las claves del momento argentino. Pretender negar esta realidad sería ingenuo. Pero también sería riesgoso no reparar en los interrogantes que el fenómeno suscita. Tal vez las primeras prevenciones parten de los propios periodistas. No hay que sobrestimar la omnipotencia de la prensa, que no tiene capacidad de resolver los problemas. Es un factor importante, pero no decisivo en la sociedad. En este sentido la prensa debería luchar para restablecer la Justicia, ya que si intenta reemplazarla, inevitablemente va a fracasar.
La prensa tiene hoy un papel protagónico porque la impulsa la opinión pública. Eso es todo un símbolo del papel que tienen los medios. Por este creciente protagonismo de los medios hay que tener en cuenta: el precio que se paga por investigar; una sobreexposición de los medios, llamados a cubrir espacios que otros descuidan. En este sentido la nueva situación puede llevar a que los periodistas asuman papeles que no les corresponden. La prensa no es un poder, sino un contrapoder. Los periodistas que denuncian se convierten en estrellas y eso no es bueno. La paradoja es que el momento de mayor credibilidad conlleva el momento de mayor riesgo para los periodistas. Por último, una profunda corriente de identificación entre la comunidad y los medios, capaces de ofrecer a la sociedad una posibilidad de contención que no encuentran en otro sitio.
Podría decirse que el fastidio es contra la falta de Justicia, que sintetiza la percepción popular de que las oportunidades -de educación, de salud, de trabajo, de futuro- son inequitativas. Ninguna institución tiene en estos días el poder de reflejar ese cuadro de situación con mayor rapidez y eficacia que la prensa. Para los analistas es saludable que el ejercicio de la libertad de prensa parezca un valor conquistado. Pero se preguntan si se trata de un fenómeno real, llamado a perdurar y profundizarse, o una respuesta de coyuntura.

La pantalla justiciera: Medios y Justicia, en busca de un nuevo poder
Los principales programas periodísticos políticos, los noticieros y hasta los de interés general no pudieron resistir la tentación de abordar diferentes asuntos judiciales.
Sin dudas, el mayor impacto en la opinión pública se produce desde que la televisión toma el caso y lo ventila masivamente a través de las cámaras, cuyo efecto sobre la sociedad queda demostrado de inmediato. Tal es así lo que ocurrió con el caso María Soledad Morales y el caso del fotógrafo José Luis Cabezas.
El fenómeno de los medios en asuntos judiciales tiene especial tratamiento en el noticiero de canal 13 "Telenoche", donde realizan investigaciones con el fin de denunciar cualquier suceso ilícito, comportándose como una especie de órgano de contralor para evitar irregularidades públicas.
Con respecto al caso Cabezas, si bien aún no hay un juicio, se está investigando. Pero de todas maneras es un tema que los medios tanto gráficos, radiales como televisivos han impuesto en su agenda para darle curso hasta que se esclarezca lo sucedido. Por ello se puede decir que esta cuestión cuenta con un gran apoyo de la prensa y presenta muchos intereses que giran alrededor del entorno político; esto se vislumbra en los periódicos (se observa el tratamiento de este asunto en las primeras hojas del diario, en la sección política), en los noticieros (a continuación de temas de carácter político e incluso, vinculados a éstos por tener relación con declaraciones efectuadas por funcionarios públicos).
Cuando se dio a conocer el nuevo juicio sobre el caso María Soledad, se polemizó sobre la prohibición de la televisación del juicio en directo y luego acerca de la exclusión de los medios radiales que no pueden ingresar con grabadores. El único medio que tiene los periodistas para recabar información es a través de sus notas en una libreta.
Asimismo el sonado caso de la niña Daniela Wilner, debatido intensamente en los medios de comunicación, ha inducido a la opinión pública a tomar decisiones emocionales conmoviéndose por el hecho presentado, en lugar de aportar elementos racionales que contribuyan a esclarecer la verdad.
Por otro lado en muchos programas periodísticos se ha implementado el "derecho a réplica", donde el denunciado puede salir al cruce de las declaraciones realizadas por el detractor. De esta manera se creaba un pequeño foro desde donde las partes interesadas salen a debatir sus cuestiones, ya sean políticas, judiciales, hasta el punto de llegar a querellas por calumnias e injurias.
Al parecer de eso se trata, los medios funcionan como una especie de justicia a tal punto que se ha cuestionado los problemas en que incurrían muchos programas periodísticos, al destinar parte de un contenido al tratamiento de temas judiciales, ya que tal vez era más oportuno dirigirse a un juez para resolverlos.
Mientras tanto el ojo implacable de la TV sigue acercando al televidente más temas justicieros para dictaminar justicia para todos.
Katharine Graham, dueña del Washington Post, dijo una vez: "La libertad de prensa está muy bien. Sólo hay que saber qué hacer con ella".
Y en este sentido cabe destacar que los medios de comunicación pueden cumplir un rol muy importante para combatir la corrupción, evitar las injusticias y promover la solidaridad, pero también deben impedir el riesgo de incurrir en prejuzgamiento y terminar ocupando el rol que instituciones faltas de credibilidad no llenan adecuadamente.
Hemos llegado a la instancia donde es fundamental preguntarnos ¿Qué espera nuestra sociedad de sus periodistas? Y siguiendo con lo hasta aquí analizado es curiosa la tendencia que se esta dando en la Argentina, mientras que "en los Estados Unidos disminuye la credibilidad de los periodistas, aquí ocupan el segmento con mejor imagen. Al mismo tiempo, siete de cada diez encuestados llevarían sus reclamos a la prensa antes que a los tribunales, el 70 % de las víctimas de delitos no hace la denuncia porque cree que es una pérdida de tiempo, y los últimos peldaños de la escalera al sótano de los humores sociales los ocupan jueces, políticos y sindicalistas". (Bielsa Rafael, Clarín, Junio 1998, pág. 25).
En una medida significativa la prensa debe su prestigio al careo habitual con las autoridades. Dicha actividad de control es representativa en medida directamente proporcional a cómo el poder va dejando de serlo.
En una sociedad fragmentada, en la que los hombres están solos y esperan los diarios para sentirse acompañados, poner en palabras lo que la gente no sabe o no se atreve a expresar da al periodista la dimensión de intérprete mancomunado, se establece una suerte de puente de complicidad entre la prensa y los corazones solitarios. Otra fuente de legitimación es el apego a la verdad. Posiblemente lo más importante sea el papel que la prensa tiene en la consolidación del proceso democrático.
Objetividad e imparcialidad son valores propios de la actividad periodística y estará realizando un servicio esencial. La democracia sin control no puede durar, así como tampoco la prensa sin vocación de controlar, imponiendo un deber de conducta oído de labios de la sociedad.

Lic. Silvina Torre.
Analista en Medios de Comunicación. Periodista.


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