La vocación no se resuelve de una sola vez y para siempre. El crecimiento y las transformaciones que trae la vida determinan modificaciones que afectan también a todo lo que se refiera a lo laboral y profesional.
El hombre experimenta tres momentos de grandes reflexiones y planteos respecto a su desarrollo laboral. El primero se vive en la adolescencia, cuando el joven, al finalizar su formación media, debe elegir la carrera que seguirá.
En segundo término, el nuevo momento de replanteo se presenta al promediar los estudios de la carrera elegida, cuando el estudiante se aproxima a enfrentar los conocimientos teóricos con el ejercicio real de su profesión. En este momento es cuando se necesita una reorientación que permita la integración entre la teoría y la práctica.
Finalmente, la persona conoce un tercer momento de cambios y reflexiones. Este se da en la vejez, cuando el hombre se reencuentra con el tiempo libre y debe aprender a volver a vivir con él.
De estos tres momentos, es el primero de ellos el que más ampliamente es abordado por la mayoría de los que se dedican a lo que se denomina Orientación Vocacional. Vemos así como los jóvenes estudiantes de entre 17 y 19 años, son frecuentados, incluso en los mismo ámbitos educativos en los que están terminando su formación media, por profesionales de la Psicología, ofreciendo las conocidas charlas orientativas y test famosos. Es más, también cuando esos mismos estudiantes estaban finalizando su primera etapa educativa formal, (ya sea en la antigua escuela primaria, a los 12 años, o el actual EGB, a los 15) recibían, en no rara oportunidad, la oferta, constructiva por cierto, de someterse a esos test que, a los 12 años, generan una peculiar sensación entre curiosidad, miedo, y divertimento.
Los adultos mayores, que están ya comenzando la etapa de su retiro profesional, no es común que realicen test para saber qué hacer de aquí en adelante con su tiempo libre. Pero sí es más frecuente que un profesional sea visitado por ellos en busca de apoyo psicológico ante esa sensación de pérdida que indefectiblemente se produce cuando se deja atrás el ejercicio de una profesión que lo ha hecho sentir pleno como ser humano y, en el mejor de los casos, también le haya permitido vivir tranquilo en el aspecto económico. Es que cuando el trabajo que se realizó para la subsistencia no sólo fue abordado como salvación monetaria, sino también, y fundamentalmente, como respuesta al llamado interno conocido como Vocación, se deja, al momento del retiro, no sólo un ámbito laboral... Se dejan amigos, rituales, costumbres... En síntesis: se deja atrás el proyecto de vida elegido. Por ello, es de importancia capital que la familia de quien está enfrentando esta crisis (entendemos crisis como cambio) personal sepa acompañar con afecto, paciencia y creatividad a quien está abandonando, por razones de edad o de salud, cosas muy queridas.
Pero algo distingue el tercer momento del segundo, que creemos es el más olvidado de estos tres: en el segundo momento se está definiendo claramente el proyecto de vida, que no sólo, como dijimos, le permitirá a la persona subsistir, sino que también concederá la gracia de ser feliz con lo que se hace. Sin embargo, muchas de estas personas, que están atravesando la segunda crisis vocacional de su vida, ni piensan en mantener una charla orientadora que le facilite encontrar su propio camino, ni sus ámbitos le acercan la opción pertinente.
Cuando el segundo momento, la segunda crisis vocacional, se produce es cuando más abandonos a carreras universitarias casi concluidas acontecen. Vemos así cómo, casi licenciados en Publicidad, dejan de cursar porque encuentran que el Marketing es lo suyo, y, la mejor de las veces, comienzan un estudio específico en esa disciplina del conocimiento. O descubren que, en realidad, les gusta más la Psicología... ¿Cuántos estudiantes de Periodismo abandonan por Derecho, Ciencia Política o Economía? ¿Cuántos casi licenciados en Comunicación Social deciden dejar sus estudios en beneficio de carreras como Diseño Gráfico, Diseño, Imagen y Sonido o Cine?
Este fenómeno se da no sólo en las carreras afines a las Ciencias de la Comunicación. Por el contrario, sucede en todo campo de estudio. Incluso, el cambio a veces no supone una variación de intereses dentro de carreras que, en definitiva, tienen objetos de estudio cercanos entre sí. Acaso nadie conoce a algún médico que decide dedicarse al periodismo político, tal el caso de Nelson Castro, a algún diseñador gráfico que asesora en temas económicos como periodista en medios masivos, caso Antonio Laje, o a algún odontólogo que prefiere ocuparse de asesoría en comunicación?
Lo lamentable del caso es cuando se abandonan las carreras universitarias y no se comienzan otros estudios (que no tienen por qué ser universitarios, pueden ser cursos, seminarios, carreras terciarias o talleres... incluso pueden ser estudios particulares: entiéndase leer textos adecuados a las nuevas motivaciones del lector), más cercanos a los intereses vocacionales de la persona en cuestión. De este modo todo un empobrecimiento tiene lugar: personal, profesional e intelectual, con el consiguiente empobrecimiento social.
A pesar de que este segundo momento del que hablamos sea crucial, son pocas las universidades y facultades que ofrecen una asignatura que acerque las herramientas pertinentes para afrontar la segunda crisis vocacional que se avecina.
En lo personal, tuve la enorme suerte de integrar, hace poco tiempo, el Seminario de Orientación Profesional, del que era el 5° año de la Licenciatura en Periodismo de la Universidad del Salvador, en Buenos Aires. Junto con el Dr. Héctor Coda, quien me brindó absoluta libertad en el área de la materia que yo debía desarrollar, entendimos que la problemática de los estudiantes debía ser resuelta de manera que el alumno pudiera discernir cuáles eran sus nuevas aspiraciones profesionales justo cuando estaba a punto de alcanzar su título de grado universitario.
El estudiante de periodismo debe tener la oportunidad, desde la casa de estudios que haya elegido para cursar su carrera, de conocer la mayoría, si no es posible la totalidad, de roles periodísticos que existen en la realidad laboral en la que está a punto de insertarse... Si no lo ha hecho ya.
Deberá saber también cuáles son las labores adecuadas al contexto de trabajo, según sea el medio de comunicación en el que el Periodismo se ejerza.
El estudiante de Periodismo tendrá que preguntarse y preguntar cuáles y cuántas son las orientaciones periodísticas que, como opciones laborales, el mercado le ofrece. Y tendrá, si de verdad es periodista, que indagar en qué consisten cada una de esas orientaciones.
Pero no sólo en el afuera este futuro periodista debe indagar. Tendrá que buscar, fundamentalmente, en su interior. Preguntas tales como "¿qué tipo de periodista quiero ser?" vendrán a echar luz en el reconocimiento de intereses personales que le será necesario conocer para no convertirse, con el tiempo, en un profesional frustrado, en el caso de que llegue a ser un profesional.
Y para evitar el fracaso, habrá que diseñar un proyecto profesional personal. Pero como el proyecto de vida consiste en un proceso que remite a actuar, realizar y relacionar el pasado con el presente, el estudiante deberá, para diseñar un buen proyecto, recordar qué quería hacer con su vida cuando era un niño, cuando comenzó sus estudios universitarios y que quiere hacer cuando está a punto de recibirse.
Prof. Lic. Flavia
Vecellio Reane.
Analista en Medios de Comunicación.
Consultora. Periodista.
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