"Te pido, Señor, que guardes al cine de sí mismo: del peligroso narcisismo que puede convertirlo en arma para atontar multitudes. Te pido que lo hagas sencillo y humilde, eficaz y señor, independiente y consciente de su responsabilidad. Frente a los dedos que lo fulminan, frente a las condenaciones que lo aplebeyan, yo vengo, Señor, a defender al cine, a encomendarte el cine. Este cine nuestro que nació, conforme a las normas de la indigencia evangélica, en un miserable barracón, en una feria perdida por cualquier pueblecito, y que ahora atrae a las multitudes bajo sus gloriosos arcos triunfales de neón. Este cine que guiña sus mil ojos de color, sus mil ojos fríos, saltones y distantes, en las tenebrosas grandes vías del mundo, donde se alían el dinero y la traición, para escupirte de nuevo, Señor.
"Señor, yo un día te quisiera pedir por el hierro, que no tuvo la culpa de atravesarte; por el cuero, que no tuvo la culpa de sangrarte; por la madera, que no tuvo la culpa de que te clavaran. Hoy, sencillamente, vengo a pedirte, a defender al cine, que ha sido, es y será hierro, cuero y madera en nuevos suplicios para Ti, Señor. Pero el cine no tiene culpa, porque el cine es un medio, y sólo es lo que los hombres queremos que sea.
"Te pido, Señor, por el cine. Para que lo guardes de los usureros que invierten dinero en él como lo invertirían en una inmobiliaria o en una fábrica de resinas, de los que lo utilizan sólo como tanto por ciento, para aumentar sus arcas. Para que lo guardes de los hombres deshonestos, para los que el celuloide es una vistosa serpiente agazapada en el rencor y la lascivia de sus corazones. Para que lo libres de los hombres poderosos que piensan que el cine puede ser un latiguillo político. Para que lo libres de cuantos le han jurado amor, y luego, como amantes falsos, le han asestado la puñalada trapera de su mezquindad, de su avaricia, de sus sórdidas ambiciones.
"Te pido, Señor, por el cine. Es un botín muy rico que ha caído en las garras afiladas, voraces y crueles de los tratantes. Los hombres que lo crean y los hombres que lo venden lo han contaminado de su lepra. Y, con frecuencia, el cine sólo contiene virus infecciosos. Te pido, Señor, por este pobre gorrión caído entre los cerdos. Defiende al cine, Señor, pobre víctima de estas gentes y de estas cosas. El cine que nos contó la emocionante historia de María Goretti y que fue capaz de repetir el prodigio de Annarella Bracci. El cine que nos habló de un sacerdote alejado y de un santo caritativo y de un muchacho rebelde a las leyes del silencio corrupto, es y no es el mismo cine que nos ha contado mil historias miserables para alumbrar con cerillas la oscuridad del mundo.
"Te pido, Señor, por el cine. Déjame defenderlo ante Ti, ante los justos y ante los hipócritas. Déjame decir que amamos al cine porque es un arte que aún puede ser nuestro, un arte donde se hacen hallazgos, y porque estamos seguros de que ha salido de tus manos, como todo lo bello, lo hermoso y lo noble. Porque el cine es hijo de la luz, y ni siquiera es culpable de una circunstancial alianza con la tiniebla. que no está en su esencia y que ha sido, sin duda, buena ocasión para los cuervos.
"Y te pido también que guardes a nuestro cine de los otros, de aquellos para quienes está hecho, de los hombres que lo ven sólo como ellos quieren verlo, que lo falsean, lo asesinan o convierten su oscuridad en esa ocasión próxima de pecado de la que hablan los moralistas; te pido por los hombres y mujeres que sólo ven en el cine la penumbra y la lujuria de sus imágenes vergonzantes. Te pido por esos pobres ojos que están viendo fuera, en la pantalla, lo que en realidad llevan agazapado en su corazón.
"Y, finalmente, te pido que guardes al cine de sí mismo. Del peligroso narcisismo que puede convertirlo en arma para atontar multitudes, para adormecer inteligencias. Te pido que lo libres de la soberbia que silba en sus oídos el "tú como Dios" de la tentación que quiere convertirlo, por un bárbaro orgullo, en brutal dictadura de los corazones libres. Te pido para que lo hagas sencillo y humilde, eficaz y señor, independiente y consciente de su responsabilidad. Guarda al cine de sí mismo y de los que hablan de él, de los que lo odian, víctimas de un difuso y convencional maniqueísmo, y de los que lo aconsejan, de los que lo escriben y lo dirigen.
"Defiendo al cine, Señor, defiendo al hermano cine porque es una de tus criaturas. Y déjame esperar que tus hijos todos lo amemos algún día. Y entonces expulsaremos a los mercaderes, con el correa tensa de nuestra cólera, de estos grandes palacios que un día, sí, haremos templos tuyos".
|
|