LOS
SIETE SABERES NECESARIOS PARA LA EDUCACION DEL FUTURO
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Por
Edgar Morin |
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Traducción de Mercedes Vallejo-Gómez, Profesora
de la Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín-Colombia. Con
la contribución de Nelson Vallejo-Gómez y Françoise Girard.
Las ideas y opiniones expresadas en esta obra son las del autor
y no reflejan necesariamente los puntos de vista de la UNESCO.
Este texto ha sido puesto a consideración de personalidades universitarias
y de funcionarios internacionales del Este y del Oeste, del Norte
y del Sur. Entre los cuales están: Andras Biro (Hungría, experto
en desarrollo en la ONU), Mauro Ceruti (Italia, Universidad de Milán),
Emilio Roger Ciurana (España, Universidad de Valladolid), Eduardo
Domínguez Gómez (Colombia, Universidad Pontificia Bolivariana),
María de C. de Almeida (Brasil, Universidad Federal del Río Grande
del Norte), Nadir Aziza (Marruecos, Cátedra de estudios euro-mediterráneos),
Edgar de A. Carvalho (Brasil, Universidad Católica de Sao Paulo),
Carlos Garza Falla (México, UNAM), Rigoberto Lanz (Venezuela, Universidad
Central), Carlos Mato Fernández (Uruguay, Universidad de la República),
Raúl D. Motta (Argentina, Instituto Internacional para el Pensamiento
Complejo, Universidad del Salvador), Darío Múnera Vélez (Colombia,
ex-Rector Universidad Pontificia Bolivariana), Sean M. Keliy (Canadá,
Universidad de Ottawa), Alfonso Montuori (USA, Instituto Californiano
de Estudios Integrales), Helena Knyazeva (Rusia, Instituto de Filosofía,
Academia de Ciencias), Chobei Nemoto (Japón, Fundación para el apoyo
de las artes), lonna Kuçuradi (Turquía, Universidad Beytepe, Ankara),
Shengli Ma (China, Instituto de Estudios de Europa del Oeste, Academia
China de Ciencias Sociales), Marius Mukungu-Kakangu (Zaire, Universidad
de Kinshasa), Peter Westbroek (Holanda, Universidad de Leiden).
Nelson Vallejo-Gómez fue el encargado por la UNESCO de retomar e
integrar las propuestas y de formular sus propios aportes. El texto
resultante contó con mi aprobación.
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CAPÍTULO III: Enseñar
la condición humana
La educación del futuro deberá ser una enseñanza primera y universal
centrada en la condición humana. Estamos en la era planetaria; una
aventura común se apodera de los humanos donde quiera que estén. Estos
deben reconocerse en su humanidad común y, al mismo tiempo, reconocer
la diversidad cultural inherente a todo cuanto es humano.
Conocer lo humano es, principalmente, situarlo en el universo y a
la vez separarlo de él. Como ya lo vimos en el capítulo I, cualquier
conocimiento debe contextualizar su objeto para ser pertinente. "¿Quiénes
somos?" es inseparable de un "¿Dónde estamos" "¿De dónde venimos?"
"¿A dónde vamos?".
Interrogar nuestra condición humana, es entonces interrogar primero
nuestra situación en el mundo. Una afluencia de conocimientos a finales
del siglo XX permite aclarar de un modo completamente nuevo la situación
del ser humano en el universo. Los progresos concomitantes con la
cosmología, las ciencias de la Tierra, la ecología, la biología, la
prehistoria en los años 60-70 han modificado las ideas sobre el Universo,
la Tierra, la Vida y el Hombre mismo. Pero estos aportes aún están
desunidos. Lo Humano permanece cruelmente dividido, fragmentado en
pedazos de un rompecabezas que perdió su figura. Aquí se enuncia un
problema epistemológico: es imposible concebir la unidad compleja
de lo humano por medio del pensamiento disyuntivo que concibe nuestra
humanidad de manera insular por fuera del cosmos que lo rodea, de
la materia física y del espíritu del cual estamos constituidos, ni
tampoco por medio del pensamiento reductor que reduce la unidad humana
a un substrato puramente bio-anatómico. Las mismas ciencias humanas
están divididas y compartimentadas. La complejidad humana se vuelve
así invisible y el hombre se desvanece "como una huella en la arena".
Además, el nuevo saber, por no estar religado, tampoco está asimilado
ni integrado. Paradójicamente, hay un agravamiento de la ignorancia
del todo, mientras que hay una progresión del conocimiento de las
partes.
De allí la necesidad, para la educación del futuro, de una gran religazón
de los conocimientos resultantes de las ciencias naturales con el
fin de ubicar la condición humana en el mundo, de las resultantes
de las ciencias humanas para aclarar las multidimensionalidades y
complejidades humanas y la necesidad de integrar el aporte inestimable
de las humanidades, no solamente de la filosofía y la historia, sino
también de la literatura, la poesía, las artes...
1. Arraigamiento <-> Desarraigamiento humano
Debemos reconocer nuestro doble arraigamiento en el cosmos físico
y en la esfera viviente, al igual que nuestro desarraigamiento propiamente
humano. Estamos a la vez dentro y fuera de la naturaleza.
- La condición cósmica
Hemos abandonado recientemente la idea de un Universo ordenado, perfecto,
eterno, por un universo que nace en la irradiación, en el devenir
disperso donde actúan de manera complementaria, competente y antagónica:
orden, desorden y organización.
Estamos en un gigantesco cosmos en expansión constituido por miles
de millones de galaxias y miles de miles de millones de estrellas
y aprendimos que nuestra Tierra es un trompo minúsculo que gira alrededor
de un astro errante en la periferia de una pequeña galaxia de suburbio.
Las partículas de nuestro organismo habrían aparecido desde los primeros
segundos de nuestro cosmos hace (¿tal vez?) quince mil millones de
años; nuestros átomos de carbono se formaron en uno o varios soles
anteriores al nuestro; nuestras moléculas se agruparon en los primeros
tiempos convulsivos de la Tierra. Estas macromoléculas se asociaron
en torbellinos de los cuales uno de ellos, cada vez más rico en su
diversidad molecular, se metamorfoseó en una organización nueva con
relación a la organización estrictamente química: una auto-organización
viviente.
Esta época cósmica de la organización, sujeta sin cesar a las fuerzas
de desorganización y de dispersión, es también la epopeya de la religazón
que solo impidió al cosmos que se dispersara o desvaneciera tan pronto
nació. En el centro de la aventura cósmica, en lo más alto del desarrollo
prodigioso de una rama singular de la auto-organización viviente,
seguimos la aventura a nuestro modo.
- La condición física
Un poco de substancia física se organizó sobre esta Tierra de manera
termodinámica. A través del remojo marino, de la preparación química,
de las descargas eléctricas, tomó Vida. La vida es solariana: todos
sus constituyentes han sido forjados en un sol y reunidos en un planeta
por el sol; ésta es la transformación de un destello fotónico resultante
de los resplandecientes torbellinos solares. Nosotros, vivientes,
constituimos una pajilla de la diáspora cósmica, unas migajas de la
existencia solar, un menudo brote de la existencia terrenal.
- La condición terrestre
Hacemos parte del destino cósmico, pero estamos marginados: nuestra
Tierra es el tercer satélite de un sol destronado de su puesto central,
convertido en astro pigmeo errante entre miles de millones de estrellas
en una galaxia periférica de un universo en expansión...
Nuestro planeta se congregó hace cinco mil millones de años, a partir,
probablemente, de destrucciones cósmicas que resultaron de la explosión
de un sol anterior; y hace cuatro mil millones de años surgió la organización
viviente de un torbellino macromolecular con tormentas y convulsiones
telúricas.
La Tierra se auto-produjo y se auto-organizó dependiendo del sol;
se constituyó en complejo bio-físico a partir del momento en el cual
se desarrolló su biósfera.
Somos a la vez seres cósmicos y terrestres.
La vida nació en convulsiones telúricas y su aventura ha corrido el
peligro de extinción por lo menos en dos ocasiones (fin de la era
primaria y durante la secundaria). Se ha desarrollado no solamente
en especies diversas sino también en ecosistemas donde las predaciones
constituyeron la cadena trófica de doble cara: la de la vida y la
de la muerte.
Nuestro planeta erra en el cosmos. Debemos asumir las consecuencias
de esta situación marginal, periférica, que es la nuestra.
Como seres vivos de este planeta, dependemos vitalmente de la biósfera
terrestre; debemos reconocer nuestra muy física y muy biológica identidad
terrenal.
- La humana condición
La importancia de la hominización es capital para la educación de
la condición humana, porque ella nos muestra como la animalidad y
la humanidad constituyen juntas nuestra humana condición.
La antropología prehistórica nos muestra cómo la hominización es una
aventura de millones de años, tanto discontinuo -proveniente de nuevas
especies: habilis, erectus, neanderthal, sapiens y desaparición de
los precedentes, surgimiento del lenguaje y de la cultura- cómo continua,
en el sentido en que se prosigue un proceso de bipedización, de manualización,
erección del cuerpo, cerebralización[1],
juvenilización (el adulto que conserva los caracteres no especializados
del embrión y los caracteres psicológicos de la juventud), complexificación
social, proceso a través del cual aparece el lenguaje propiamente
humano al mismo tiempo que se constituye la cultura, capital adquisición
de los saberes, saber-hacer, creencias, mitos, transmisibles de generación
en generación...
La hominización desemboca en un nuevo comienzo. El homínido se humaniza.
Desde allí, el concepto de hombre tiene un doble principio: un principio
biofísico y uno psico-socio-cultural, ambos principios se remiten
el uno al otro.
Somos resultado del cosmos, de la naturaleza, de la vida, pero debido
a nuestra humanidad misma, a nuestra cultura, a nuestra mente, a nuestra
conciencia, nos hemos vuelto extraños a este cosmos que nos es secretamente
íntimo. Nuestro pensamiento y nuestra conciencia, los cuales nos hacen
conocer este mundo físico, nos alejan otro tanto. El hecho mismo de
considerar racional y científicamente el universo nos separa también
de él. Nos hemos desarrollado más allá del mundo físico y viviente.
Es en este más allá que opera el pleno desplegamiento de la humanidad.
Como si fuera un punto de un holograma, llevamos en el seno de nuestra
singularidad, no solamente toda la humanidad, toda la vida, sino también
casi todo el cosmos, incluyendo su misterio que yace sin duda en el
fondo de la naturaleza humana. Pero no somos seres que se puedan conocer
y comprender únicamente a partir de la cosmología, la física, la biología,
la sicología...
2. Lo humano del humano
- Unidualidad
El humano es un ser plenamente biológico y plenamente cultural que
lleva en sí esta unidualidad originaria. Es un super y un hiper viviente:
ha desarrollado de manera sorprendente las potencialidades de la vida.
Expresa de manera hipertrofiada las cualidades egocéntricas y altruistas
del individuo, alcanza paroxismos de vida en el éxtasis y en la embriaguez,
hierve de ardores orgiásticos y orgásmicos; es en esta hiper vitalidad
que el homo sapiens es también homo demens.
El hombre es pues un ser plenamente biológico, pero si no dispusiera
plenamente de la cultura sería un primate del más bajo rango. La cultura
acumula en sí lo que se conserva, transmite, aprende; ella comporta
normas y principios de adquisición.
- El bucle cerebro <-> mente <-> cultura
El hombre sólo se completa como ser plenamente humano por y en la
cultura. No hay cultura sin cerebro humano (aparato biológico dotado
de habilidades para actuar, percibir, saber, aprender), y no hay mente
(mind), es decir capacidad de conciencia y pensamiento sin cultura.
La mente humana es un surgimiento que nace y se afirma en la relación
cerebro<->cultura. Una vez que la mente ha surgido, ella interviene
en el funcionamiento cerebral con efecto retroactivo. Hay entonces
una triada en bucle entre cerebro <-> mente <-> cultura, donde cada
uno de los términos necesita a los otros. La mente es un surgimiento
del cerebro que suscita la cultura, la cual no existiría sin el cerebro.
- El bucle razón <-> afecto <-> impulso
Encontramos una triada bio-antropológica al mismo tiempo que la de
cerebro <-> mente <-> cultura: resulta de la concepción del cerebro
triúnico de Mac Lean[2].
El cerebro humano integra en él: a) El paleocéfalo, heredero del cerebro
reptil, fuente de la agresividad, del celo, de los impulsos primarios,
b) el mesocéfalo, heredero del cerebro de los antiguos mamíferos en
donde el hipocampo parece ligar el desarrollo de la afectividad y
el de la memoria a largo plazo, c) el córtex, que de manera muy desarrollada
en los mamíferos hasta envolver todas las estructuras del encéfalo
y formar los dos hemisferios cerebrales, se hipertrofia en los humanos
en un neo-córtex que es la base de las habilidades analíticas, lógicas,
estratégicas que la cultura permite actualizar completamente. Así,
se nos aparece otra fase de la complejidad humana que integra la animalidad
(mamífero y reptil) en la humanidad y la humanidad en la animalidad[3].
Las relaciones entre las tres instancias no solamente son complementarias
sino también antagónicas, implicando los conflictos muy conocidos
entre la impulsividad, el corazón y la razón; de manera correlativa,
la relación triúnica no obedece a una jerarquía razón<->afectividad<->impulso;
hay una relación inestable, permutante, rotativa entre estas tres
instancias. La racionalidad no dispone pues del poder supremo; es
una instancia que compete y se opone a las otras instancias de una
triada inseparable; es frágil: puede ser dominada, sumergida, incluso
esclavizada por la afectividad o la impulsividad. El impulso homicida
puede servirse de la maravillosa máquina lógica y utilizar la racionalidad
técnica para organizar y justificar sus empresas.
- El bucle individuo <-> sociedad <-> especie
Finalmente, hay una relación de triada individuo <->sociedad <->especie.
Los individuos son el producto del proceso reproductor de la especie
humana, pero este mismo proceso debe ser producido por dos individuos.
Las interacciones entre individuos producen la sociedad y ésta, que
certifica el surgimiento de la cultura, tiene efecto retroactivo sobre
los individuos por la misma cultura.
No se puede absolutizar al individuo y hacer de él el fin supremo
de este bucle; tampoco se lo puede a la sociedad o a la especie. En
el ámbito antropológico, la sociedad vive para el individuo, el cual
vive para la sociedad; la sociedad y el individuo viven para la especie
la cual vive para el individuo y la sociedad. Cada uno de estos términos
es a la vez medio y fin: son la cultura y la sociedad las que permiten
la realización de los individuos y son las interacciones entre los
individuos las que permiten la perpetuidad de la cultura y la auto-organización
de la sociedad. Sin embargo, podemos considerar que la plenitud y
la libre expresión de los individuos-sujetos constituyen nuestro propósito
ético y político sin dejar de pensar también que ellos constituyen
la finalidad misma de la triada individuo <-> sociedad <-> especie.
La complejidad humana no se comprendería separada de estos elementos
que la constituyen: todo desarrollo verdaderamente humano significa
desarrollo conjunto de las autonomías individuales, de las participaciones
comunitarias y del sentido de pertenencia con la especie humana.
3. Unitas multiplex: la unidad y la diversidad humana
La educación del futuro deberá velar por que la idea de unidad de
la especie humana no borre la de su diversidad, y que la de su diversidad
no borre la de la unidad. Existe una unidad humana. Existe una diversidad
humana. La unidad no está solamente en los rasgos biológicos de la
especie homo sapiens. La diversidad no está solamente en los rasgos
psicológicos, culturales y sociales del ser humano. Existe también
una diversidad propiamente biológica en el seno de la unidad humana;
no sólo hay una unidad cerebral sino mental, psíquica, afectiva e
intelectual. Además, las culturas y las sociedades más diversas tienen
principios generadores u organizadores comunes. Es la unidad humana
la que lleva en sí los principios de sus múltiples diversidades. Comprender
lo humano, es comprender su unidad en la diversidad, su diversidad
en la unidad. Hay que concebir la unidad de lo múltiple, la multiplicidad
del uno.
La educación deberá ilustrar este principio de unidad/diversidad en
todos los campos.
- El campo individual
En el campo individual, hay una unidad/díversídad genética. Todo humano
lleva genéticamente en sí la especie humana e implica genéticamente
su propia singularidad anatómica, fisiológica. Hay una unidad/diversidad
cerebral, mental, psicológica, afectiva, intelectual y subjetiva:
todo ser humano lleva en sí cerebral, mental, psicológica, afectiva,
intelectual y subjetivamente caracteres fundamentalmente comunes y
al mismo tiempo tiene sus propias singularidades cerebrales, mentales,
psicológicas, efectivas, intelectuales, subjetivas...
- El campo social
En el campo de la sociedad hay una unidad/diversidad de las lenguas
(todas diversas a partir de una estructura con doble articulación
común, lo que hace que seamos gemelos por el lenguaje y separados
por las lenguas), de las organizaciones sociales y de las culturas.
- Diversidad cultural y pluralidad de individuos
La cultura esta constituida por el conjunto de los saberes, saber-hacer,
reglas, normas, interdicciones, estrategias, creencias, ideas, valores,
mitos que se transmiten de generación en generación, se reproducen
en cada individuo, controlan la existencia de la sociedad y mantienen
la complejidad psicológica y social. No hay sociedad humana, arcaica
o moderna que no tenga cultura, pero cada cultura es singular. Así,
siempre hay la cultura en las culturas pero la cultura no existe sino
a través de las culturas.
Las técnicas pueden migrar de una cultura a otra, como fue el caso
de la rueda, de la yunta, la brújula, la imprenta; o también el de
ciertas creencias religiosas, luego ideas laicas que habiendo nacido
en una cultura singular pudieron universalizarse. Pero hay en cada
cultura un capital específico de creencias, ideas, valores, mitos
y particularmente los que ligan una comunidad singular a sus ancestros,
sus tradiciones, sus muertos.
Aquellos que ven la diversidad de las culturas tienden a minimizar
u ocultar la unidad humana; aquellos que ven la unidad humana tienden
a considerar como secundaria la diversidad de las culturas. Es pertinente,
en cambio, concebir una unidad que asegure y favorezca la diversidad,
una diversidad que se inscriba en una unidad.
El doble fenómeno de la unidad y de la diversidad de las culturas
es crucial. La cultura mantiene la identidad humana en lo que tiene
de específico; las culturas mantienen las identidades sociales en
lo que ellas tienen de específico. Las culturas están aparentemente
encerradas en sí mismas para salvaguardar su identidad singular. Pero,
en realidad, también son abiertas: integran en ellas no solamente
saberes y técnicas sino también ideas, costumbres, alimentos, individuos
provenientes de otras partes. Las asimilaciones de una cultura a otra
son enriquecedoras. También hay grandes logros creados en mestizajes
culturales como los que produjeron el flamenco, las músicas de América
Latina, el raï (género musical de origen magrebino). En cambio, la
desintegración de una cultura bajo el efecto destructor de una dominación
técnico-civilizacional es una pérdida para toda la humanidad, en donde
la diversidad de las culturas constituye uno de sus más preciados
tesoros.
El ser humano es él mismo singular y múltiple a la vez. Hemos dicho
que todo ser humano, tal como el punto de un holograma, lleva el cosmos
en sí. Debemos ver también que todo ser, incluso el más encerrado
en la más banal de las vidas, constituye en sí mismo un cosmos. Lleva
en sí sus multiplicidades interiores, sus personalidades virtuales,
una infinidad de personajes quiméricos, una poli existencia en lo
real y lo imaginario, el sueño y la vigilia, la obediencia y la transgresión,
lo ostentoso y lo secreto, hormigueos larvarios en sus cavernas y
precipicios insondables. Cada uno contiene en sí galaxias de sueños
y de fantasmas, impulsos insatisfechos de deseos y de amores, abismos
de desgracia, inmensidades de indiferencia congelada, abrazos de astro
en fuego, desencadenamientos de odio, extravíos débiles, destellos
de lucidez, tormentas dementes...
- Sapiens <-> demens
El siglo XXI deberá abandonar la visión unilateral que define al ser
humano por la racionalidad (homo sapiens), la técnica (homo faber),
las actividades utilitarias (homo economicus), las necesidades obligatorias
(homo prosaicus). El ser humano es complejo y lleva en sí de manera
bipolarizada los caracteres antagónicos:
sapiens y demens (racional y delirante)
faber y ludens (trabajador y lúdico)
empiricus y imaginarius (empírico e imaginador)
economicus y consumans (económico y dilapilador)
prosaicus y poeticus (prosaico y poético)
El hombre de la racionalidad es también el de la afectividad, del
mito y del delirio (demens). El hombre del trabajo es también el hombre
del juego (ludens). El hombre empírico es también el hombre imaginario
(imaginarius). El hombre de la economía es también el de la "consumación"
(consumans). El hombre prosaico es también el de la poesía, es decir
del fervor, de la participación, del amor, del éxtasis. El amor es
poesía. Un amor naciente inunda el mundo de poesía, un amor que dura
irriga de poesía la vida cotidiana, el fin de un amor nos devuelve
a la prosa.
Así, el ser humano no sólo vive de racionalidad y de técnica: se desgasta,
se entrega, se dedica a las danzas, trances, mitos, magias, ritos;
cree en las virtudes del sacrificio; vive a menudo para preparar su
otra vida, más allá de la muerte. Por todas partes, una actividad
técnica, práctica, intelectual, da testimonio de la inteligencia empírico-racional;
igualmente por todas partes, las fiestas, ceremonias, cultos con sus
posesiones, exaltaciones, despilfarros, "consumaciones", dan testimonio
del homo ludens, poeticus, consumans, imaginarius, demens. Las actividades
lúdicas, de fiesta, de rito no son simples esparcimientos para volver
luego a la vida práctica o al trabajo; las creencias en los dioses
y en las ideas no pueden reducirse a ilusiones o supersticiones: éstas
tienen raíces que se sumergen en las profundidades antropológicas,
se refieren al ser humano en su naturaleza misma. Hay una relación
manifiesta o soterrada entre la psiquis, el afecto, la magia, el mito,
la religión; hay a la vez unidad y dualidad entre homo faber, homo
ludens, homo sapiens, y homo demens. Y en el ser humano, el desarrollo
del conocimiento racional-empírico-técnico no ha anulado nunca el
conocimiento simbólico, mítico, mágico o poético.
- Homo complexus
Somos seres infantiles, neuróticos, delirantes siendo también racionales.
Todo ello constituye el tejido propiamente humano.
El ser humano es un ser racional e irracional, capaz de mesura y desmesura;
sujeto de un afecto intenso e inestable; él sonríe, ríe, llora, pero
sabe también conocer objetivamente; es un ser serio y calculador,
pero también ansioso, angustiado, gozador, ebrio, estático; es un
ser de violencia y de ternura, de amor y de odio; es un ser invadido
por lo imaginario y que puede reconocer lo real, que sabe de la muerte
pero que no puede creer en ella, que segrega el mito y la magia, pero
también la ciencia y la filosofía; que está poseído por los Dioses
y por las Ideas, pero que duda de los Dioses y critica las Ideas;
se alimenta de conocimientos comprobados, pero también de ilusiones
y de quimeras. Y cuando en la ruptura de los controles racionales,
culturales, materiales hay confusión entre lo objetivo y lo subjetivo,
entre lo real y lo imaginario, cuando hay hegemonía de ilusiones,
desmesura desencadenada, entonces el homo demens somete al homo sapiens
y subordina la inteligencia racional al servicio de sus monstruos.
Por esta razón, la locura es un problema central del hombre, y no
solamente su desecho o su enfermedad. El tema de la locura humana
fue evidente para la filosofía de la Antigüedad, la sabiduría oriental,
para los poetas de todos los continentes, para los moralistas (Erasmo,
Montaigne, Pascal, Rousseau). Se volatilizó no sólo en la eufórica
ideología humanista que llevó al hombre a dirigir el universo, sino
también en las ciencias humanas y en la filosofía.
La demencia no ha conducido la especie humana a la extinción (sólo
las energías nucleares liberadas por la razón científica y el desarrollo
de la racionalidad técnica podrían conducirla a su desaparición).
Sin embargo, tanto tiempo parece haberse perdido, malgastado en ritos,
cultos, ebriedades, decoraciones, danzas e innumerables ilusiones...
A pesar de todo ello, el desarrollo técnico y luego el científico
ha sido impresionante; las civilizaciones han producido filosofía
y ciencia; la Humanidad ha dominado la Tierra.
Es decir que los progresos de la complejidad se han hecho a la vez
a pesar, con y a causa de la locura humana.
La dialógica sapiens <-> demens ha sido creadora siendo destructora;
el pensamiento, la ciencia, las artes, se han irrigado por las fuerzas
profundas del afecto, por los sueños, angustias, deseos, miedos, esperanzas.
En las creaciones humanas hay siempre un doble pilotaje sapiens<->demens.
Demens ha inhibido pero también favorecido a sapiens. Platón ya había
observado que Dike, la ley sabia, es hija de Ubris, la desmesura.
Tal furor ciego rompe las columnas de un templo de servidumbre, como
la toma de la Bastilla y, al contrarío, tal culto a la Razón alimenta
la guillotina.
La posibilidad del genio viene del hecho que el ser humano no es completamente
prisionero de lo real, de la lógica (neo-córtex), del código genético,
de la cultura, de la sociedad. La búsqueda y el encuentro se adelantan
en el fondo de la incertidumbre y de la indecidibilidad. El genio
surge en la brecha de lo incontrolable, justo ahí donde merodea la
locura. La creación surge en la unión entre las profundidades oscuras
psico-afectivas y la llama viva de la conciencia.
También la educación debería mostrar e ilustrar el Destino con las
múltiples facetas del humano: el destino de la especie humana, el
destino individual, el destino social, el destino histórico, todos
los destinos entrelazados e inseparables. Así, una de las vocaciones
esenciales de la educación del futuro será el examen y el estudio
de la complejidad humana. Ella conduciría a la toma de conocimiento,
esto es, de conciencia, de la condición común a todos los humanos,
y de la muy rica y necesaria diversidad de los individuos, de los
pueblos, de las culturas, sobre nuestro arraigamiento como ciudadanos
de la Tierra... |
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