LOS
SIETE SABERES NECESARIOS PARA LA EDUCACION DEL FUTURO
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Por
Edgar Morin |
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Traducción de Mercedes Vallejo-Gómez, Profesora
de la Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín-Colombia. Con
la contribución de Nelson Vallejo-Gómez y Françoise Girard.
Las ideas y opiniones expresadas en esta obra son las del autor
y no reflejan necesariamente los puntos de vista de la UNESCO.
Este texto ha sido puesto a consideración de personalidades universitarias
y de funcionarios internacionales del Este y del Oeste, del Norte
y del Sur. Entre los cuales están: Andras Biro (Hungría, experto
en desarrollo en la ONU), Mauro Ceruti (Italia, Universidad de Milán),
Emilio Roger Ciurana (España, Universidad de Valladolid), Eduardo
Domínguez Gómez (Colombia, Universidad Pontificia Bolivariana),
María de C. de Almeida (Brasil, Universidad Federal del Río Grande
del Norte), Nadir Aziza (Marruecos, Cátedra de estudios euro-mediterráneos),
Edgar de A. Carvalho (Brasil, Universidad Católica de Sao Paulo),
Carlos Garza Falla (México, UNAM), Rigoberto Lanz (Venezuela, Universidad
Central), Carlos Mato Fernández (Uruguay, Universidad de la República),
Raúl D. Motta (Argentina, Instituto Internacional para el Pensamiento
Complejo, Universidad del Salvador), Darío Múnera Vélez (Colombia,
ex-Rector Universidad Pontificia Bolivariana), Sean M. Keliy (Canadá,
Universidad de Ottawa), Alfonso Montuori (USA, Instituto Californiano
de Estudios Integrales), Helena Knyazeva (Rusia, Instituto de Filosofía,
Academia de Ciencias), Chobei Nemoto (Japón, Fundación para el apoyo
de las artes), lonna Kuçuradi (Turquía, Universidad Beytepe, Ankara),
Shengli Ma (China, Instituto de Estudios de Europa del Oeste, Academia
China de Ciencias Sociales), Marius Mukungu-Kakangu (Zaire, Universidad
de Kinshasa), Peter Westbroek (Holanda, Universidad de Leiden).
Nelson Vallejo-Gómez fue el encargado por la UNESCO de retomar e
integrar las propuestas y de formular sus propios aportes. El texto
resultante contó con mi aprobación.
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CAPITULO VII: La ética
del género humano
Como lo vimos en el capítulo III,
la concepción compleja del género humano comprende la tríada individuo
<-> sociedad <-> especie. Los individuos son más que el producto del
proceso reproductor de la especie humana, pero este mismo proceso
es producido por los individuos de cada generación. Las interacciones
entre individuos producen la sociedad y ésta retroactúa sobre los
individuos. La cultura, en sentido genérico, emerge de estas interacciones,
las religa y les da un valor. Individuo <-> sociedad <-> especie se
conservan en sentido completo se sostienen, se retroalimentan y se
religan.
Así, individuo <-> sociedad <-> especie son no solamente inseparables
sino coproductores el uno del otro. Cada uno de estos términos es
a la vez medio y fin de los otros. No se puede absolutizar a ninguno
y hacer de uno solo el fin supremo de la tríada; ésta es en sí misma,
de manera rotativa, su propio fin. Estos elementos no se podrían comprender
de manera disociada: toda concepción del género humano significa desarrollo
conjunto de las autonomías individuales, de las participaciones comunitarias
y del sentido de pertenencia a la especie humana. En medio de esta
tríada compleja emerge la conciencia.
Desde ahora, una ética propiamente humana, es decir una antropo-ética
debe considerarse como una ética del bucle de los tres términos individuo
<-> sociedad <-> especie, de donde surge nuestra conciencia y nuestro
espíritu propiamente humano. Esa es la base para enseñar la ética
venidera.
La antropo-ética supone la decisión consciente y clara:
- De asumir la humana condición individuo <-> sociedad <-> especie
en la complejidad de nuestra era.
- De lograr la humanidad en nosotros mismos en nuestra conciencia
personal.
- De asumir el destino humano en sus antinomias y su plenitud.
- La antropo-ética nos pide asumir la misión antropológica del milenio:
- Trabajar para la humanización de la humanidad.
- Efectuar el doble pilotaje del planeta: obedecer a la vida, guiar
la vida.
- Lograr la unidad planetaria en la diversidad.
- Respetar en el otro, a la vez, tanto la diferencia como la identidad
consigo mismo.
- Desarrollar la ética de la solidaridad.
- Desarrollar la ética de la comprensión.
- Enseñar la ética del género humano.
La antropo-ética conlleva, entonces, la esperanza de lograr la humanidad
como conciencia y ciudadanía planetaria. Comprende, por consiguiente,
como toda ética, una aspiración y una voluntad pero también una apuesta
a lo incierto. Ella es conciencia individual más allá de la individualidad.
1. El Bucle Individuo <--> Sociedad: Enseñar la democracia
Individuo y Sociedad existen mutuamente. La democracia permite la
relación rica y compleja individuo <-> sociedad donde los individuos
y la sociedad pueden entre sí ayudarse, desarrollarse, regularse y
controlarse.
La democracia se funda sobre el control del aparato del poder por
los controlados y así reduce la esclavitud (que determina un poder
que no sufre la autorregulación de aquellos que somete); en este sentido
la democracia es, más que un régimen político, la regeneración continua
de un bucle complejo y retroactivo: los ciudadanos producen la democracia
que produce los ciudadanos.
A diferencia de las sociedades democráticas, que funcionan gracias
a las libertades individuales y a la responsabilidad de los individuos,
las sociedades autoritarias o totalitarias colonizan los individuos
que no son más que súbditos; en la democracia el individuo es ciudadano,
persona jurídica y responsable que, por un lado, expresa sus deseos
e intereses y, por el otro, es responsable y solidario con su ciudad.
- Democracia y complejidad
La democracia no se puede definir de manera simple. La soberanía del
pueblo ciudadano comprende al mismo tiempo la autolimitación de esta
soberanía por la obediencia a las leyes y el traspaso de soberanía
a los elegidos. La democracia comprende al mismo tiempo la autolimitación
del poder estatal por la separación de los poderes, la garantía de
los derechos individuales y la protección de la vida privada.
Evidentemente, la democracia necesita del consenso de la mayoría de
los ciudadanos y del respeto de las reglas democráticas. Necesita
que un gran número de ciudadanos crea en la democracia. Pero, al igual
que el consenso, la democracia necesita diversidades y antagonismos.
La experiencia del totalitarismo ha relevado un carácter fundamental
de la democracia: su vínculo vital con la diversidad.
La democracia supone y alimenta la diversidad de los intereses así
como la diversidad de las ideas. El respeto de la diversidad significa
que la democracia no se puede identificar con la dictadura de la mayoría
sobre las minorías; ella debe incluir el derecho de las minorías y
contestatarios a la existencia y a la expresión, y debe permitir la
expresión de las ideas heréticas y marginadas. Así, como hay que proteger
la diversidad de las especies para salvar la biósfera, hay que proteger
la de las ideas y opiniones y también la diversidad de las fuentes
de información y de los medios de información (prensa y demás medios
de comunicación), para salvar la vida democrática.
La democracia necesita tanto conflictos de ideas como de opiniones
que le den vitalidad y productividad. Pero la vitalidad y la productividad
de los conflictos sólo se pueden expandir en la obediencia a la norma
democrática que regula los antagonismos reemplazando las batallas
físicas por las batallas de ideas, y determina por la vía de los debates
y las elecciones un vencedor provisional de las ideas en conflicto,
el cual, a cambio, tiene la responsabilidad de dar cuenta de la realización
de sus ideas.
Exigiendo a la vez, consenso, diversidad y conflicto, la democracia
es un sistema complejo de organización y de civilización política
que alimenta y se alimenta de la autonomía de espíritu de los individuos,
de su libertad de opinión y de expresión, de su civismo que alimenta
y se alimenta del ideal, Libertad <-> Igualdad <-> Fraternidad, el
cual comporta un conflicto creador entre estos tres términos inseparables.
La democracia constituye por consiguiente un sistema político complejo
en cuanto vive de pluralidades, competencias y antagonismos permaneciendo
como una comunidad.
Así, la democracia constituye la unión de la unión y de la desunión;
tolera y se alimenta endémicamente, a veces explosivamente, de conflictos
que le dan vitalidad. Ella vive de pluralidad hasta en la cima del
Estado (división de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial)
y debe conservar esta pluralidad para conservarse ella misma.
El desarrollo de las complejidades políticas, económicas y sociales
nutre los desarrollos de la individualidad y ésta se afirma en sus
derechos (humano y del ciudadano); adquiere libertades existenciales
(elección autónoma del cónyuge, de la residencia, de los placeres...).
- La dialógica democrática
Todas las características importantes de la democracia tienen un carácter
dialógico que une de manera complementaria términos antagónicos: consenso
/ conflicto, libertad <-> Igualdad <-> fraternidad, comunidad nacional
/ antagonismos sociales e ideológicos. En resumen, la democracia depende
de las condiciones que dependen de su ejercicio (espíritu cívico,
aceptación de la regla del juego democrático).
Las democracias son frágiles, viven de conflictos, pero éstos las
pueden sumergir. La democracia aún no está generalizada en todo el
planeta que incluye dictaduras y residuos del totalitarismo del siglo
XX o gérmenes de nuevos totalitarismos. Ella seguirá amenazada en
el siglo XXI; además, las democracias existentes no es que no se hayan
logrado sino que están incompletas o inacabadas.
La democratización de las sociedades occidentales ha sido un proceso
largo que se ha continuado irregularmente en ciertos campos como el
acceso de las mujeres a la igualdad con los hombres en la pareja,
el trabajo, el acceso a las carreras públicas. El socialismo occidental
no ha podido democratizar la organización económico-social de nuestras
sociedades. Las empresas siguen siendo sistemas autoritarios jerárquicos,
democratizados muy parcialmente en su base por consejos o sindicatos.
Es cierto que la democratización tiene límites en organizaciones cuya
eficacia esta basada en la obediencia, como en el ejército. Pero nos
podemos cuestionar si, como lo hacen ver ciertas empresas, no se puede
lograr otra eficacia apelando a la iniciativa y responsabilidad de
individuos o grupos. De todas formas, nuestras democracias comportan
carencias y lagunas. Por ejemplo, los ciudadanos implicados no son
consultados sobre las alternativas en materia, por ejemplo, de transporte
(TGV -tren de gran velocidad-, aviones cargueros, autopistas, etc.).
No existen solamente las incapacidades democráticas. Hay procesos
de regresión democrática que tienden a marginar a los ciudadanos de
las grandes decisiones políticas (bajo el pretexto de que éstas son
muy "complicadas" y deben ser tomadas por "expertos" tecnócratas);
a atrofiar sus habilidades, a amenazar la diversidad, a degradar el
civismo.
Estos procesos de regresión están ligados al crecimiento de la complejidad
de los problemas y al modo mutilador de tratarlos. La política se
fragmenta en diversos campos y la posibilidad de concebirlos juntos
disminuye o desaparece.
Del mismo modo, hay despolitización de la política que se auto-disuelve
en la administración, la técnica (el expertismo), la economía, el
pensamiento cuantificador (sondeos, estadísticas). La política en
trizas pierde la comprensión de la vida, de los sufrimientos, de los
desamparos, de las soledades, de las necesidades no cuantificables.
Todo esto contribuye a una gigantesca regresión democrática: los ciudadanos
desposeídos de los problemas fundamentales de la ciudad.
- El futuro de la democracia
Las democracias del siglo XXI estarán cada vez más enfrentadas a un
problema gigantesco que nació con el desarrollo de la enorme máquina
donde ciencia, técnica y burocracia están íntimamente asociadas. Esta
enorme máquina no produce sólo conocimiento y elucidación, también
produce ignorancia y ceguera. Los desarrollos disciplinarios de las
ciencias no han aportado solamente las ventajas de la división del
trabajo; también han aportado los inconvenientes de la súper especialización,
la separación y la parcelación del saber. Este último se ha vuelto
cada vez más esotérico (accesible sólo para especialistas) y anónimo
(concentrado en bancos de datos y utilizado por instancias anónimas,
empezando por el Estado). Igualmente, el conocimiento técnico se reserva
a los expertos, cuya habilidad en un campo cerrado se acompaña de
una incompetencia, cuando este campo es parasitado por influencias
externas o modificado por un evento nuevo.
En tales condiciones el ciudadano pierde el derecho al conocimiento;
tiene el derecho de adquirir un saber especializado haciendo estudios
ad hoc, pero está desprovisto como ciudadano de cualquier punto de
vista global y pertinente. El arma atómica, por ejemplo, ha desposeído
por completo al ciudadano de la posibilidad de pensarla y de controlarla;
su utilización depende generalmente de la decisión personal y única
de un jefe de Estado sin consultar ninguna instancia democrática regular.
Entre más técnica se vuelve la política, más retrocede la competencia
democrática.
El problema no se plantea solamente por la crisis o la guerra. Es
un problema de la vida cotidiana: el desarrollo de la tecnoburocracia
instala el reino de los expertos en todos los campos que hasta ahora
dependían de discusiones y decisiones políticas y suplanta a los ciudadanos
en los campos abiertos a las manipulaciones biológicas de la paternidad,
de la maternidad, del nacimiento, de la muerte. Estos problemas no
han entrado en la conciencia política ni en el debate democrático
del siglo XX, a excepción de algunos casos.
En el fondo, la fosa que se agranda entre una tecnociencia esotérica,
hiper especializada y los ciudadanos crea una dualidad entre los cognoscentes
cuyo conocimiento es parcelado, incapaz de contextualizar y globalizar-
y los ignorantes, es decir el conjunto de los ciudadanos. Así se crea
una nueva fractura de la sociedad entre una "nueva clase" y los ciudadanos.
El mismo proceso está en marcha en el acceso a las nuevas tecnologías
de comunicación entre los países ricos y los países pobres.
Los ciudadanos son rechazados de los asuntos políticos cada vez más
acaparados por los "expertos" y, la dominación de la "nueva clase"
impide, en realidad, la democratización del conocimiento.
De esta manera, la reducción de lo político a lo técnico y a lo económico,
la reducción de lo económico al crecimiento, la pérdida de los referentes
y de los horizontes, todo ello produce debilitamiento del civismo,
escape y refugio en la vida privada, alteración entre apatía y revoluciones
violentas; así, a pesar de que se mantengan las instituciones democráticas,
la vida democrática se debilita.
En estas condiciones, se plantea a las sociedades conocidas como democráticas
la necesidad de regenerar la democracia, mientras que, en una gran
parte del mundo, se plantea el problema de generar democracia y que
las necesidades planetarias nos piden engendrar a su nivel una nueva
posibilidad democrática.
La regeneración democrática supone la regeneración del civismo, la
regeneración del civismo supone la regeneración de la solidaridad
y de la responsabilidad, es decir el desarrollo de la antropo-ética.
[1]
2. El Bucle Individuo <-> Especie: Enseñar la ciudadanía terrestre
El vínculo ético del individuo con la especie humana ha sido afirmado
desde las más antiguas civilizaciones. Fue el autor latino Terence
quien, en el siglo II antes de la era cristiana, hacia decir a uno
de los personajes del Bourreau de soi-même: "homo sum nihil a me alienum
puto" ("soy humano, nada de lo que es humano me es extraño").
Esta antropo-ética ha sido cubierta, oscurecida, minimizada por las
éticas diversas y cerradas, pero no ha dejado de conservarse en las
grandes religiones universalistas ni de resurgir en las éticas universalistas,
en el humanismo, en los derechos humanos, en el imperativo kantiano.
Ya decía Kant que la finitud geográfica de nuestra tierra impone a
sus habitantes un principio de hospitalidad universal, reconociendo
al otro el derecho de no ser tratado como enemigo. A partir del siglo
XX, la comunidad de destino terrestre nos impone de manera vital la
solidaridad.
3. La Humanidad como destino Planetario
La comunidad de destino planetario permite asumir y cumplir esta parte
de la antropo-ética que concierne a la relación entre el individuo
singular y la especie humana como un todo.
Esta debe trabajar para que la especie humana, sin dejar de ser la
instancia biológico-reproductora del humano, se desarrolle con la
participación de los individuos y de las sociedades dando al fin,
nacimiento a la Humanidad como conciencia común y solidaridad planetaria
del género humano.
La Humanidad dejó de ser una noción meramente biológica debiendo ser
plenamente reconocida con su inclusión indisociable en la biósfera;
la Humanidad dejó de ser una noción sin raíces; ella se enraizó en
una "Patria", la Tierra, y la Tierra es una Patria en peligro. La
Humanidad dejó de ser una noción abstracta: es una realidad vital
ya que desde ahora está amenazada de muerte por primera vez. La Humanidad
ha dejado de ser una noción solamente ideal, se ha vuelto una comunidad
de destino y sólo la conciencia de esta comunidad la puede conducir
a una comunidad de vida; la Humanidad, de ahora en adelante, es una
noción ética: ella es lo que debe ser realizado por todos y en cada
uno.
Mientras que la especie humana continúa su aventura bajo la amenaza
de la autodestrucción, el imperativo es: salvar a la Humanidad realizándola.
En realidad, la dominación, la opresión, las barbaries humanas permanecen
en el planeta y se agravan. Es un problema antropo-histórico fundamental
para el cual no hay solución a priori, pero sobre el cual hay mejoras
posibles, y el cual únicamente podría tratar el proceso multidimensional
que nos civilizaría a cada uno de nosotros, a nuestras sociedades,
a la Tierra.
Como tales y conjuntamente, una política del hombre [2],
una política de civilización
[3], una reforma de pensamiento, la antropo-ética, el verdadero
humanismo, la conciencia de Tierra-Patria reducirían la ignominia
en el mundo.
Aún por más tiempo (cf. capítulo III) la expansión y la libre expresión
de los individuos constituyen nuestro propósito ético y político para
el planeta; ello supone a la vez el desarrollo de la relación individuo
<-> sociedad en el sentido democrático, y el desarrollo de la relación
individuo <-> especie en el sentido de la realización de la Humanidad;
es decir que los individuos permanecen integrados en el desarrollo
mutuo de los términos de la tríada individuo <-> sociedad <-> especie.
No tenemos las llaves que abran las puertas de un futuro mejor. No
conocemos un camino trazado. "El camino se hace al andar" (Antonio
Machado). Pero podemos emprender nuestras finalidades: la continuación
de la hominización en humanización, vía ascenso a la ciudadanía terrestre.
Para una comunidad planetaria organizada: ¿no sería esa la misión
de una verdadera Organización de las Naciones Unidas?
A propósito de una bibliografía
Este texto de proposición y de reflexión no incluye bibliografía.
Por una parte, el tema de los 7 saberes nos remite a una bibliografía
considerable la cual no sería posible inscribir en las dimensiones
de esta publicación. Por otra parte, yo no podría imponer una bibliografía
selectiva. Es facultativo, para cualquier lector interesado formarse
su propia opinión con la realización de lecturas. Además, cada país
dispone de obras provenientes de su propia cultura y no se trata aquí
de excluirlas, intentando hacer una selección.
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