LOS
SIETE SABERES NECESARIOS PARA LA EDUCACION DEL FUTURO
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Por
Edgar Morin |
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Traducción de Mercedes Vallejo-Gómez, Profesora
de la Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín-Colombia. Con
la contribución de Nelson Vallejo-Gómez y Françoise Girard.
Las ideas y opiniones expresadas en esta obra son las del autor
y no reflejan necesariamente los puntos de vista de la UNESCO.
Este texto ha sido puesto a consideración de personalidades universitarias
y de funcionarios internacionales del Este y del Oeste, del Norte
y del Sur. Entre los cuales están: Andras Biro (Hungría, experto
en desarrollo en la ONU), Mauro Ceruti (Italia, Universidad de Milán),
Emilio Roger Ciurana (España, Universidad de Valladolid), Eduardo
Domínguez Gómez (Colombia, Universidad Pontificia Bolivariana),
María de C. de Almeida (Brasil, Universidad Federal del Río Grande
del Norte), Nadir Aziza (Marruecos, Cátedra de estudios euro-mediterráneos),
Edgar de A. Carvalho (Brasil, Universidad Católica de Sao Paulo),
Carlos Garza Falla (México, UNAM), Rigoberto Lanz (Venezuela, Universidad
Central), Carlos Mato Fernández (Uruguay, Universidad de la República),
Raúl D. Motta (Argentina, Instituto Internacional para el Pensamiento
Complejo, Universidad del Salvador), Darío Múnera Vélez (Colombia,
ex-Rector Universidad Pontificia Bolivariana), Sean M. Keliy (Canadá,
Universidad de Ottawa), Alfonso Montuori (USA, Instituto Californiano
de Estudios Integrales), Helena Knyazeva (Rusia, Instituto de Filosofía,
Academia de Ciencias), Chobei Nemoto (Japón, Fundación para el apoyo
de las artes), lonna Kuçuradi (Turquía, Universidad Beytepe, Ankara),
Shengli Ma (China, Instituto de Estudios de Europa del Oeste, Academia
China de Ciencias Sociales), Marius Mukungu-Kakangu (Zaire, Universidad
de Kinshasa), Peter Westbroek (Holanda, Universidad de Leiden).
Nelson Vallejo-Gómez fue el encargado por la UNESCO de retomar e
integrar las propuestas y de formular sus propios aportes. El texto
resultante contó con mi aprobación.
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CAPÍTULO V: Enfrentar
las incertidumbres
"Los dioses nos dan muchas sorpresas: lo esperado no se cumple y para
lo inesperado un dios abre la puerta".
Eurípides.
Aún no hemos incorporado en nosotros el mensaje de Eurípides que es
esperar lo inesperado. El fin del siglo XX ha sido propicio, sin embargo,
para comprender la incertidumbre irremediable de la historia humana.
Los siglos anteriores siempre creyeron en un futuro repetido o progresivo.
El siglo XX ha descubierto la pérdida del futuro, es decir su impredecibilidad.
Esta toma de conciencia debe estar acompañada de otra retroactiva
y correlativa: la de la historia humana que ha sido y sigue siendo
una aventura desconocida. Una gran conquista de la inteligencia sería
poder, al fin, deshacerse de la ilusión de predecir el destino humano.
El avenir queda abierto e impredecible. A través de la Historia, ha
habido determinaciones económicas, sociológicas, entre otras, pero
éstas están en relación inestable e incierta con accidentes y riesgos
innumerables que hacen bifurcar o desviar su curso. Las civilizaciones
tradicionales vivían con la certeza de un tiempo cíclico cuyo funcionamiento
debía asegurarse por medio de sacrificios, a veces humanos. La civilización
moderna ha vivido con la certeza del progreso histórico. La toma de
conciencia de la incertidumbre histórica se hace hoy en día con el
derrumbamiento del mito del Progreso. Un progreso es ciertamente posible,
pero incierto. A esto se suman todas las incertidumbres debidas a
la velocidad y a la aceleración de los procesos complejos y aleatorios
de nuestra era planetaria que ni la mente humana ni un supercomputador
ni ningún demonio de Laplace podrían abarcar.
1. La Incertidumbre Histórica
¿Quién hubiera pensado en la primavera de 1914 que un atentado cometido
en Sarajevo desencadenaría una guerra mundial que duraría cuatro años
y que provocaría millones de víctimas?
¿Quién hubiera pensado en 1916 que el ejército ruso se disgregaría
y que un partido marxista marginal provocaría, contrario a su propia
doctrina, una revolución comunista en octubre de 1917?
¿Quién hubiera pensado en 1918 que el tratado de paz que se firmó
llevaba en sí mismo los gérmenes de una segunda guerra mundial que
estallaría en 1939?
¿Quién hubiera pensado en la prosperidad de 1927 que una catástrofe
económica, que se inició en Wall Street en 1929, se desencadenaría
en todo el planeta?
¿Quién hubiera pensado en 1930 que Hitler llegaría legalmente al poder
en 1933?
¿Quién hubiera pensado en 1940-1941, a parte de algunos irrealistas,
que a la formidable dominación nazi sobre Europa y luego a los progresos
impresionantes de la Wehrmacht en la URSS hasta las puertas de Leningrado
y Moscú les sucedería un vuelco total de la situación?
¿Quién hubiera pensado en 1943, en plena alianza entre soviéticos
y occidentales, que sobrevendría la guerra fría entre estos mismos
aliados tres años después?
¿Quién hubiera pensado en 1980, a parte de algunos iluminados, que
el imperio Soviético implosionaría en 1989?
¿Quién hubiera imaginado en 1989 la guerra del Golfo y la guerra que
desintegraría a Yugoslavia?
¿Quién, en enero de 1999, hubiera soñado con los ataques aéreos sobre
Serbia en marzo del mismo año, y quién, en el momento en que son escritas
estas líneas, podría medir las consecuencias?
Nadie puede responder a estas preguntas al momento de escribir estas
líneas y tal vez permanezcan sin respuesta aún en el siglo XXI. Como
decía Patocka: "El devenir es ahora cuestionado y lo será para siempre".
El futuro se llama incertidumbre.
2. La Historia creadora y destructiva
El surgimiento de lo nuevo no se puede predecir, sino no sería nuevo.
El surgimiento de una creación no se puede conocer por anticipado,
sino no habría creación.
La historia avanza, no de manera frontal como un río, sino por desviaciones
que proceden de innovaciones o creaciones internas, o de acontecimientos
o accidentes externos. La transformación interna comienza a partir
de creaciones, primero locales y casi microscópicas que se efectúan
en un medio restringido, primero a algunos individuos, y que aparecen
como desviaciones con relación a la normalidad. Si no se atrofia la
desviación, entonces, en condiciones favorables formadas generalmente
por crisis, puede paralizar la regulación que la frenaba o la reprimía
y luego proliferarse de manera epidémica, desarrollarse, propagarse
y volverse una tendencia cada vez más potente que produce una nueva
normalidad. Así ha sucedido con todos los inventos técnicos, el de
la yunta, el de la brújula, la imprenta, la máquina de vapor, el cine,
hasta el computador; así fue con el capitalismo en las ciudades-Estado
del Renacimiento; igualmente, con todas las grandes religiones universales
que nacieron de una predicación singular con Sidharta, Moisés, Jesús,
Mohamed, Luther; también con todas las grandes ideologías universales
provenientes de algunas mentes marginales.
Los despotismos y totalitarismos saben que los individuos portadores
de diferencia constituyen una desviación potencial; ellos eliminan
y aniquilan los micro focos de desviación. Sin embargo, los despotismos
terminan por ablandarse y la desviación surge, incluso al más alto
nivel del Estado, de manera inesperada en la mente de un nuevo soberano
o de un nuevo secretario general.
Toda evolución es el logro de una desviación cuyo desarrollo transforma
el sistema donde ella misma ha nacido: ella desorganiza el sistema
reorganizándolo. Las grandes transformaciones son morfogénesis, creadoras
de formas nuevas que pueden constituir verdaderas metamorfosis. De
todas formas, no hay evolución que no sea desorganizadora / reorganizadora
en su proceso de transformación o de metamorfosis.
No existen solamente las innovaciones y las creaciones. También existen
las destrucciones. Estas pueden traer nuevos desarrollos: así como
los desarrollos de la técnica, la industria y el capitalismo han arrastrado
la destrucción de las civilizaciones tradicionales. Las destrucciones
masivas y brutales llegan del exterior por la conquista y la exterminación
que aniquilaron los imperios y ciudades de la Antigüedad. En el siglo
XVI, la conquista española constituye una catástrofe total para los
imperios y civilizaciones de los Aztecas y de los Incas. El siglo
XX ha visto el hundimiento del Imperio Otomano, el del Imperio Austro-Húngaro
y la implosión del Imperio Soviético. Además, muchas adquisiciones
se perdieron para siempre después de estos cataclismos históricos.
Muchos saberes, obras de pensamiento, muchas obras maestras literarias,
inscriptos en los libros, fueron destruidos con estos. Hay una muy
débil integración de la experiencia humana adquirida y un muy fuerte
desperdicio de esta experiencia en gran parte derrochada por cada
generación. Sin duda alguna, hay un enorme desperdicio de la adquisición
en la historia; muchas buenas ideas no han sido integradas, por el
contrario han sido rechazadas por las normas, los tabúes y las prohibiciones.
La historia nos muestra también sorprendentes creaciones como la de
Atenas cinco siglos antes de nuestra era, donde aparecen tanto la
democracia y la filosofía como terribles destrucciones no solamente
de sociedades sino de civilizaciones.
La historia no constituye entonces, una evolución lineal. Ella, conoce
turbulencias, bifurcaciones, desviaciones, fases inmóviles, estadios,
períodos de latencia seguidos de virulencias como en el cristianismo,
el cual se incubó dos siglos antes de sumergir el Imperio Romano;
procesos epidémicos extremadamente rápidos como la difusión del Islam.
Es un enjambre de devenires enfrentados con riesgos, incertidumbres
que involucran evoluciones, enredos, progresiones, regresiones, rupturas.
Y, cuando se ha constituido una historia planetaria, ésta acarrea
como lo hemos visto en este siglo dos guerras mundiales y erupciones
totalitarias. La Historia es un complejo de orden, de desorden y de
organización. Obedece a determinismos y azares donde surgen sin cesar
el "ruido y el furor". Tiene siempre dos caras opuestas: civilización
y barbarie, creación y destrucción, génesis y muerte...
3. Un mundo incierto
La aventura incierta de la humanidad no hace más que perseguir en
su esfera la aventura incierta del cosmos que nació de un accidente
impensable para nosotros y que continúa en un devenir de creaciones
y de destrucciones.
Hemos aprendido a finales del siglo XX que hay que substituir la visión
de un universo que obedece a un orden impecable por una visión donde
el universo sea el juego y lo que está en juego es una dialógica (relación
- antagónica, competente y complementaria) entre el orden, el desorden
y la organización.
La Tierra, probablemente en sus inicios un montón de desperdicios
cósmicos procedentes de una explosión solar, se organizó así misma
en una dialógica entre orden <-> desorden <-> organización, sufriendo
no sólo erupciones y temblores sino también el choque violento de
aerolitos de los cuales tal vez uno suscitó el desprendimiento de
la luna[1].
4. Enfrentar las incertidumbres
Una nueva conciencia empieza a surgir: el hombre, enfrentado a las
incertidumbres por todos los lados, es arrastrado hacia una nueva
aventura. Hay que aprender a enfrentar la incertidumbre puesto que
vivimos una época cambiante donde los valores son ambivalentes, donde
todo está ligado. Es por eso que la educación del futuro debe volver
sobre las incertidumbres ligadas al conocimiento (cf. Capítulo II)
ya que existe:
· Un principio de incertidumbre cerebro-mental que se deriva del proceso
de traducción / reconstrucción propio a todo conocimiento.
· Un principio de incertidumbre lógica. Como decía Pascal muy claramente:
"ni la contradicción es señal de falsedad ni la no contradicción es
señal de verdad".
· Un principio de incertidumbre racional ya que la racionalidad, si
no mantiene su vigilancia autocrítica, cae en la racionalización.
· Un principio de incertidumbre psicológica: No existe la posibilidad
de ser totalmente consciente de lo que pasa en la maquinaria de nuestra
mente, la cual siempre conserva algo fundamentalmente inconsciente.
Existe pues, la dificultad de un auto-examen crítico por medio del
cual nuestra sinceridad no garantiza certidumbre; existen límites
para cualquier auto-conocimiento.
Tantos problemas dramáticamente ligados hacen pensar que el mundo
no sólo está en crisis, está en este estado violento donde se enfrentan
las fuerzas de muerte y las fuerzas de vida que bien podemos llamar
agonía. Aunque solidarios, los humanos siguen siendo enemigos entre
sí y el desencadenamiento de odios entre razas, religiones, ideologías
siempre acarrea guerras, masacres, torturas, odios, desprecios. Los
procesos son destructores de un mundo antiguo, multimilenario por
un lado, multisecular por el otro. La humanidad no acaba de explicarse
la Humanidad. Aún no sabemos si sólo se trata de la agonía de un viejo
mundo que anuncia un nuevo nacimiento o de una agonía mortal. Una
conciencia nueva empieza a surgir: la Humanidad es llevada hacia una
aventura desconocida.
- La incertidumbre de lo real
La realidad no es evidentemente legible. Las ideas y teorías no reflejan
sino que traducen la realidad a la cual pueden traducir de manera
errónea. Nuestra realidad no es otra que nuestra idea de la realidad.
Igualmente, que importa no ser realista en sentido trivial (adaptarse
a lo inmediato), ni irrealista en el mismo sentido (sustraerse de
las coacciones de la realidad), lo que importa es ser realista en
el sentido complejo: comprender la incertidumbre de lo real, saber
que hay un posible aún invisible en lo real.
Esto nos muestra que hay que saber interpretar la realidad antes de
reconocer donde está el realismo.
Una vez más nos llegan incertidumbres sobre la realidad que impregnan
de incertidumbre los realismos y revelan, de pronto, que aparentes
irrealismos eran realistas.
- La incertidumbre del conocimiento
El conocimiento es una aventura incierta que conlleva en sí mismo
y permanentemente el riesgo de ilusión y de error.
Ahora bien, es en las incertidumbres doctrinales, dogmáticas e intolerantes
donde se encuentran las peores ilusiones; en cambio, la conciencia
del carácter incierto del acto cognitivo constituye la oportunidad
para llegar a un conocimiento pertinente, el cual necesita exámenes,
verificaciones y convergencia de indicios; así, en los crucigramas,
se llega a la precisión por cada palabra adecuada según su definición
y su congruencia con las otras palabras que abarcan letras comunes;
la concordancia general que se establece entre todas las palabras
constituye una verificación de conjunto que confirma la legitimidad
de las diferentes palabras inscriptas. Pero la vida, a diferencia
de los crucigramas, comprende casos sin definición, casos con falsas
definiciones y especialmente la ausencia de un marco general cerrado;
es sólo allí, donde se puede aislar un marco y se pueden manejar elementos
clasificables, como en el cuadro de Mendeleïev, que se pueden lograr
certezas. Una vez más repitámoslo: el conocimiento es navegar en un
océano de incertidumbres a través de archipiélagos de certezas.
- Las incertidumbres y la ecología de la acción
Se tiene, a veces, la impresión de que la acción simplifica debido
a que en una alternativa se decide, se elige. Ahora bien, la acción
es decisión, elección y también es apuesta. En la noción de apuesta
existe la conciencia de riesgo y de incertidumbre.
Aquí interviene la noción de ecología de la acción. Tan pronto como
un individuo emprende una acción sea cual fuere, ésta empieza a escapar
a sus intenciones. Dicha acción entra en un universo de interacciones
y finalmente es el entorno el que la toma en uno u otro sentido que
puede contrariar la intención inicial. A menudo, la acción se nos
devuelve como un boomerang, lo que nos obliga a seguirla, a intentar
corregirla (si hay tiempo) y, en ocasiones a destruirla, como hacen
los responsables de la NASA cuando explotan un cohete porque se desvía
de su trayectoria.
La ecología de la acción es, en suma, tener en cuenta su propia complejidad,
es decir, riesgo, azar, iniciativa, decisión, inesperado, imprevisto,
conciencia de desviaciones y transformaciones[2].
Una de las más grandes adquisiciones del siglo XX ha sido el establecimiento
de teoremas que limitan el conocimiento, tanto en el razonamiento
(teorema de Gödel, teorema de Chaitin) como en la acción.
En este campo, señalemos el teorema de Arrow que constituye la imposibilidad
de asociar un interés colectivo a partir de intereses individuales
como, definir un éxito colectivo a partir de la colección de éxitos
individuales. En otras palabras, no existe la posibilidad de plantear
un algoritmo de optimización en los problemas humanos: la búsqueda
de la optimización sobrepasa cualquier capacidad de búsqueda disponible,
y finalmente se vuelve no óptima, incluso pésima, la búsqueda de un
optimum. Se nos lleva a una nueva incertidumbre entre la búsqueda
del mayor bien y la del menor mal.
Por otra parte, la teoría de los juegos de Von Neumann nos muestra
que más allá de un duelo entre dos actores racionales, no se puede
decidir la mejor estrategia con certeza. Ahora bien, los juegos de
la vida raramente comportan dos actores y mucho menos racionales.
En resumen, la gran incertidumbre que hay que afrontar viene de lo
que llamamos la ecología de la acción que comprende cuatro principios.
- El bucle riesgo <-> precaución
El principio de incertidumbre proviene de la doble necesidad del riesgo
y de la precaución. Para cualquier acción que se emprenda en un medio
incierto hay contradicción entre el principio de riesgo y el principio
de precaución, siendo ambos necesarios; se trata de poder ligarlos
a pesar de su oposición según el dicho de Pericles: "Nosotros sabemos
a la vez probar una audacia extrema y no emprender nada sin una reflexión
detenida. En los demás el atrevimiento es un efecto de la ignorancia
mientras que la reflexión implica indecisión", (en Thucydide, Guerra
del Peloponeso).
- El bucle fines <-> medios
El principio de incertidumbre del fin y de los medios. Como los medios
y los fines inter-retro-actúan los unos con los otros, es casi inevitable
que medios innobles al servicio de fines nobles los alteren y terminen
por sustituirlos. Los medios dominantes empleados para un fin liberador
pueden no solamente contaminar este fin sino también auto-finalizarse.
Por ejemplo, la Tcheka, después de haber pervertido el proyecto socialista,
se autofinalizó convirtiéndose, bajo los nombres sucesivos de Guépéou,
NKVD, KGB, en una potencia policíaca suprema destinada a autoperpetuarse.
Sin embargo, la astucia, la mentira y la fuerza al servicio de una
justa causa pueden salvarla sin contaminarla, a condición de haber
utilizado medios excepcionales y provisionales. En cambio, es posible
que acciones perversas conduzcan a resultados excelentes, justamente
por las acciones que provocan. Entonces, no es absolutamente cierto
que la pureza de los medios conduzca a los fines deseados, ni tampoco
que su impureza sea necesariamente nefasta.
- El bucle acción <-> contexto
Toda acción escapa a la voluntad de su autor cuando entra en el juego
de las inter-retro-acciones del medio donde interviene. Tal es el
principio propio de la ecología de la acción. La acción no sólo arriesga
el fracaso sino también la desviación o la perversión de su sentido
inicial o puede incluso volverse contra sus iniciadores. Así, el inicio
de la Revolución de Octubre de 1917, no suscitó una dictadura del
proletariado sino una dictadura sobre el proletariado. En un sentido
más amplio, las dos vías hacia el Socialismo, la reformista socialdemócrata
y la revolucionaria leninista terminaron ambas en cualquier cosa distinta
a sus finalidades. La instalación del rey Juan Carlos en España, según
la intención del general Franco de consolidar su orden despótico,
contribuyó por el contrario a llevar a España hacia la democracia.
La acción puede tener tres tipos de consecuencias insospechadas como
lo ha reseñado Hirschman:
· El efecto perverso (el efecto nefasto inesperado es más importante
que el efecto benéfico esperado).
· La inanidad de la innovación (entre más cambia más es la misma cosa).
· La puesta en peligro de las adquisiciones obtenidas (se ha querido
mejorar la sociedad pero no se ha logrado otra cosa que suprimir libertades
o seguridades). Los efectos perversos, vanos, nocivos de la Revolución
de Octubre de 1917 se manifestaron en la experiencia soviética.
5. La Impredecibilidad a largo plazo
En realidad, se pueden considerar o calcular a corto plazo los efectos
de una acción, pero sus efectos a largo plazo son impredecibles. Así,
las consecuencias en cadena de la Revolución Francesa (1789) fueron
todas inesperadas: el Terror, el Termidor, el Imperio, y más adelante
el restablecimiento de los reyes Borbones, y aún más, las consecuencias
europeas y mundiales hasta octubre de 1917 fueron impredecibles, como
lo fueron enseguida también las del mismo Octubre de 1917, desde la
formación del imperio totalitario hasta su caída.
De esta manera, ninguna acción está segura de obrar en el sentido
de su intención.
La ecología de la acción nos invita, sin embargo, no a la inacción
sino a la apuesta que reconoce sus riesgos y a la estrategia que permite
modificar incluso anular la acción emprendida.
- La apuesta y la estrategia
En efecto, hay dos vías para enfrentar la incertidumbre de la acción.
La primera es la plena conciencia de la apuesta que conlleva la decisión;
la segunda el recurso a la estrategia.
Una vez bien tomada la decisión, la plena conciencia de la incertidumbre
se vuelve la plena conciencia de una apuesta. Pascal había reconocido
que su fe provenía de una apuesta. La noción de apuesta se debe generalizar
para cualquier fe; la fe en un mundo mejor, la fe en la fraternidad
o en la justicia, así como en toda decisión ética.
La estrategia debe prevalecer sobre el programa. El programa establece
una secuencia de acciones que deben ser ejecutadas sin variación en
un entorno estable; pero desde el momento en que se establece una
modificación de las condiciones exteriores el programa se bloquea.
En cambio, la estrategia elabora un escenario de acción examinando
las certezas y las incertidumbres de la situación, las probabilidades,
las improbabilidades. El escenario puede y debe ser modificado según
las informaciones recogidas, los azares, contratiempos u oportunidades
encontradas en el curso del camino. Podemos, dentro de nuestras estrategias,
utilizar secuencias cortas programadas, pero para todo aquello que
se efectúe en un entorno inestable e incierto, se impone la estrategia;
ésta debe privilegiar tanto la prudencia como la audacia y si es posible
las dos a la vez. La estrategia puede y debe efectuar compromisos
con frecuencia. ¿Hasta dónde? No hay respuesta general para esta pregunta,
es más, hay un riesgo que puede ser el de la intransigencia que conduce
a la derrota o el de la transigencia que conduce a la abdicación.
Es en la estrategia que siempre se plantea, de manera singular en
función del contexto y en virtud de su propio desarrollo, el problema
de la dialógica entre fines y medios.
Finalmente, tenemos que considerar las dificultades de una estrategia
al servicio de una finalidad compleja como la que indica el lema "libertad,
igualdad, fraternidad". Estos tres términos complementarios son al
mismo tiempo antagónicos; la libertad tiende a destruir la igualdad;
ésta, si es impuesta, tiende a destruir la libertad; por último, la
fraternidad no puede ser ni decretada ni impuesta sino incitada. Según
las condiciones históricas, una estrategia deberá favorecer la libertad
o la igualdad o la fraternidad sin oponerse nunca a los otros dos
términos.
De esta forma, la respuesta a las incertidumbres de la acción está
constituida por la buena elección de una decisión, por la conciencia
de la apuesta, la elaboración de una estrategia que tenga en cuenta
las complejidades inherentes a sus propias finalidades, que en el
transcurso de la acción pueda modificarse en función de los riesgos,
informaciones, cambios de contexto y que pueda considerar un eventual
torpedeo de la acción que hubiese tomado un curso nocivo. Por esto,
se puede y se debe luchar contra las incertidumbres de la acción;
se puede incluso superarlas a corto o mediano plazo, pero nadie pretendería
eliminarlas a largo plazo. La estrategia, como el conocimiento, sigue
siendo la navegación en un océano de incertidumbres a través de archipiélagos
de certezas.
El deseo de aniquilar la Incertidumbre puede parecernos como la enfermedad
misma de nuestras mentes y toda dirección hacia la gran Certeza no
podría ser más que un embarazo psicológico.
El pensamiento, entonces, debe encaminarse para afrontar la incertidumbre.
Todo aquello que implica oportunidad implica riesgo y el pensamiento
debe diferenciar las oportunidades de los riesgos, así como los riesgos
de las oportunidades.
El abandono del progreso garantizado por las "leyes de la Historia"
no es el abandono del progreso sino el reconocimiento de su carácter
incierto y frágil. La renuncia al mejor de los mundos no es de ninguna
manera la renuncia a un mundo mejor.
En la historia, hemos visto permanente y desafortunadamente que lo
posible se vuelve imposible y podemos presentir que las más ricas
posibilidades humanas siguen siendo imposibles de realizar. Pero también
hemos visto que lo inesperado llega a ser posible y se realiza; hemos
visto a menudo que lo improbable se realiza más que lo probable; sepamos,
entonces, confiar en lo inesperado y trabajar para lo improbable.
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